Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera
Edición de verano Edición de Verano

Donde El Viento Canta

 

“Allí hay barrancos hondos

 

         de pinos verdes donde el viento canta”

         Antonio Machado

 

Ese día, muy azul el cielo serrano y bien acompañado por los fieles guadarramistas, cedía los trastos del Aurrulaque al experto montañero y eminente profesor Pedro Nicolás. Es un gran tipo Pedro: lo dejaba en buenas manos. Algún día tenía que ser, me dije, me digo… Todo se acaba en algún modo, acaba empezando cada mañana, así es que no era para tanto.

Hice una despedida serrana, una despedida alegre y natural. Entregué a mi sucesor un precioso bastón de los antiguos guardabosques; no era un bastón de mando, dije, solo de protección y respeto. Me marqué además una jotilla serrana: “allá va la despedida”. Lo habréis notado: canto muy mal pero con verdadera pasión.

 

Carlos de Hita, Pedro Nicolás, el bastón, yo; el director general y el alcalde de Cercedilla

 

Afortunadamente mi voz potente y desafinada quedó pronto en el olvido. Lo bueno estaba por llegar y llegó de la mano de Carlos de Hita. Es un genio este ilustre guadarramista de Valsain. Lo podemos leer en su nota biográfica: “Tiene un sentido más que el resto de la humanidad (…) su oído es capaz de eliminar el ruido, de enfocar el canto de las aves, de ver sus ondas sonoras, de entender los idiomas que viajan con el viento”. Por su libro “El sonido de la naturaleza” ha recibido un importante premio científico pero no se le ha subido a la cabeza. Con una ejemplar modestia franciscana subió hasta el Mirador de Luis Rosales para ofrecernos allí un concierto inolvidable. Lo tenéis que oír. Fue para mi un regalo de despedida que no hubiera podido soñar.

Ese día, perfecto y azul, necesitaba algo así, algo especial, algo distinto. No, no era un whisky, ni un dry martini, que ya os veo venir. Era otra cosa. Sabía que solo la naturaleza me lo podía dar. Bastaba con poner un poco de atención. Lo tenía delante. Solo había que escuchar…. Escuché y la tibia melancolía que estuvo a punto de asomar ese día de mi despedida se esfumó. Lo que empecé a oír era más grande, más sutil, más duradero, más natural.

Carlos de Hita nos muestra, nos descubre, nos enseña lo que no somos capaces de ver, de sentir por nosotros mismos. O sí lo somos pero no lo sabemos. Creo que es un buen regalo para estas vacaciones que empiezan. Ahí lo tenéis. Realmente no es mío, es de Carlos de Hita. Leed y escuchad esta especie de sinfonía de la naturaleza en tres tiempos, en tres secuencias sonoras que, según nos explicó el autor, “son pequeños relatos, el resumen de momentos más largos en plena naturaleza elaborados al sumar, paso a paso, las voces registradas a lo largo de ese periodo de tiempo. Un destilado, la síntesis de los recuerdos de lo oído en tres lugares del Guadarrama”.

Eso dijo Carlos y nos quedamos todos expectantes. No se oía ni una mosca. Era un silencio de esos que parecen sonoros, como escribió Pio Baroja. La grabación funcionó perfectamente, esto es lo que oímos, esto es lo que quiero que oigáis:

 

 

BOSQUE DÍA (Pinchad aquí y escuchad)

 

Un pájaro cantando no es un bosque.

Un zorzal común marca su territorio.

Le siguen, de uno en uno, un pinzón vulgar, un agateador común y un carbonero garrapinos, que introduce el ritmo.

Pero si sumamos todas estas voces, añadimos los graznidos de una corneja y el tamborileo de los picos picapinos y, como telón de fondo, el murmullo del valle, entonces sí tenemos un bosque: el pinar en la loma de Casarás, en Valsaín.

Un corzo ladra y corre ladera abajo

 

 

 

BOSQUE NOCHE  (Pinchad aquí y escuchad)

 

Igualmente, un grillo no es la noche.

Ni el arrullo de un sapo corredor o el croar de una ranita meridional forman una charca.

Pero cuando el cuco da la hora, la del crepúsculo, y se suman más y más grillos, más y más anfibios, estamos viendo una tolla, un tremedal.

Ulula un cárabo, el búho chico dice su nombre, de nuevo ladra un corzo.

Entre los tres dibujan con sus voces los contornos del pinar: el Charcón de Navalonguilla

 

 

 

PRADERÍAS  (Pinchad aquí y escuchad)

 

Un cencerro y unos resoplidos dibujan a una vaca.

Varios cencerros, un rebaño.

Los saltamontes y las alondras en el horizonte, una pradería alpina.

La voz del ganadero sugiere una cultura, y un trueno que rasga el fondo, a lo lejos, la montaña: el puerto de la Morcuera”

 

Nos quedamos con la boca abierta. Ahí estaban, los sonidos que no escuchamos, la vida que nos perdemos, todo eso que nos habla de lo que llevamos dentro sin saberlo. Después de un silencio mágico y breve, aplaudimos…