por Antonio Sáenz de Miera | 28-02-2018 | General


Obra expuesta en ARCO 2018
Mañana gloriosa de sábado en Madrid. El paseante mira la Sierra con nostalgia, pero no, hoy no. Hoy toca caminar y mirar: me voy a dejar caer por Arco, la Feria de Arte Contemporáneo.
Lo hago siempre que puedo desde que abrió sus puertas hace casi cuarenta años. Algo, poco pero algo, tuve que ver en su creación . Me viene a la memoria una reunión con Adrián Piera y Juana de Aizpuru en la Cámara de Comercio para elegir el cartel del primer Arco. Piera me dio juego porque sabía que me gustaban estas cosas. Me enganché a él, al arte contemporáneo. Soy un ignorante que se deja sorprender, que se deja fascinar, que mira y se asombra. Un ignorante sí, pero que algo ha ido aprendiendo de la mano de Mariví y Fernando Meana, grandes coleccionistas y grandes amigos.
Este año voy en metro. Se nota que es sábado por la cara alegre de la gente. Miro a mi alrededor y me pregunto quienes irán conmigo a Arco. Me hago apuestas a mi mismo. Una pareja sentada cerca de mi seguro que sí, pero otra que tengo enfrente de mi seguro que no, me digo. Van con un hijito al que no dejan de mirar. Se les ve embelesados. El padre juega continuamente con las manos del niño, con sus piececitos… Es como una “performance” para mi disfrute particular.
A medida que nos acercamos a Ifema, el vagón se llena de gente. Casi todos vamos a lo mismo. Salimos del Metro a buen paso. Estamos deseando llegar. No somos ni expertos, ni entendidos ni coleccionistas. Hoy es el día de la “gente”. Somos “gente” a la que nos gusta el arte de hoy, porque sí. A otros no les gusta nada: hay una especial relación amor odio sobre el arte contemporáneo
Voy solo. Así puedo pasear a mi aire y pararme donde quiera y todo el tiempo que quiera. Dispuesto a mirar a dejarme seducir, a no entender, a enfadarme, a cansarme… Veo un cuadro que me hace recordar al gran Pablo Maojo, el artista asturiano del rojo y el azul y me paro a mirarlo.

La galerista se da cuenta de mi interés y me dice que podría ser un “Rothko”. Es del alemán Gerold Miller. Me lo llevaría; sin duda me lo llevaría. ¿Sería una “buena” compra?. A mi me gusta, eso es todo. No creo que en el arte contemporáneo haya mucho que entender: la emoción puede sobre la razón. Sigo mi ruta recreándome en ideas tan peregrinas sin pararme a pensar lo que dirán “los entendidos” y me encuentro con Sofía Urbina una autentica “entendida”. Es para mi como una hija y quiere aconsejarme. “Antonio, hay un Plensa de alabastro de un tamaño ideal para tu casa” me dice.

También me lo llevaría; en realidad me lo llevo en la imaginación. Me llevo todo. Lo que no me podría llevar porque ya se lo han llevado mis amigos los coleccionistas es una delicada escultura de la galería lisboeta de Pedro Cera.

No importa, quizás me la regalen algún día. Todo es posible en el entorno de este arte que para algunos es decadente. Bueno dejémoslo. En pocos años las “obras de arte” serán de autores nacidos en el siglo XXl. Dejémoslo.
Un año más he trotado sin parar por Arco y os lo he querido contar. No todo lo que he visto me ha gustado. No todo me ha sorprendido. Pero con todo he disfrutado. Siempre lo hago y este año también. Arco provoca, Arco invita, Arco irrita, Arco abre puertas, tira dardos y, de vez en cuando, crea polémicas. Hay que venir.
A la vuelta, me encuentro con un viejo amigo de mis tiempos de Iberdrola. Es un ingeniero de caminos culto, muy amante de la música. Le digo que vengo de Arco y se echa las manos a la cabeza: “¡!que moderno!! Eso no es arte”, me dice, “yo no iría ni atado”. Creo que se equivoca, pero sé que no le convenceré por más que insista. Me cuesta trabajo entender cómo una persona cultivada como lo es él pueda rechazar de un plumazo el arte contemporáneo. Es tanto como negar el presente, es tanto como negar de algún modo la realidad. ¿Qué es arte y qué no? ¿Quién puede decirlo todavía hoy? Lo bonito, lo bello, lo que asusta, lo que te hace ver lo que no consigues ver, lo que te provoca angustia, lo que te deslumbra, lo que te muestra la realidad, lo que la reinventa, lo que descubre… ¿Quién lo sabe, quién puede saberlo? Hoy he navegado por el arte contemporáneo. Era sábado y me hice casi veinte mil pasos.
por Antonio Sáenz de Miera | 15-02-2018 | General

“Lo que les piden hoy nuestros clientes, que son, no lo olviden, los dueños de sus empresas es “leadership and clarity that will drive not only their investmens returns but also the prosperity and security of their feilow citizens”
Carta de Larry Fink a los máximos ejecutivos de las empresas en las que invierten sus fondos.
¿Por qué llamo “gran Fink” al máximo ejecutivo de BlackRock? No me parece exagerado llamar así a alguien que tiene en sus manos el mayor fondo de inversiones del planeta y mueve un capital de casi seis billones de dólares, cinco veces el PIB de España… No sé si podría llamarle grande por otros motivos, porque sea un buen tipo, generoso, altruista, comprometido con el bien común. Eso no lo sé, pero en lo que me estoy fijando ahora es en la enorme cantidad de dinero que custodia y que controla.
Veo su foto que es la que encabeza esta entrada y me impresiona. Debe de ser un personaje autoritario y muy seguro de si mismo. Quizás demasiado, pienso. Pero es normal, o eso creo, porque es evidente que manda mucho, que controla mucho dinero, suyo y de otros, sobre todo de otros. Pero poco importa lo que yo piense o imagine sobre lo que veo en el rostro de Fink. Lo que si importa saber es que millones de grandes y pequeños ahorradores confían en BlackRock y que son muchas las empresas que necesitan los dólares que emanan como churros de esa enorme y poderosa RocaNegra. Sabemos más cosas, sabemos que el tal Larry es un típico judío americano, más listo que el hambre, que no se para en barras, que es ambicioso y que está forrado. Un amigo mío liberal hasta los tuétanos, me dice que no es un tipo de fiar. Le recuerdo la fábula de las abejas de Mandeville, lo de los vicios privados y la virtudes públicas. Fink tiene mucho poder, y puede usarlo para bien o para mal, sin necesidad de que sea o haya sido un buen tipo.
Las cartas que dirige Fink cada año a los ejecutivos de las empresas suscitan una gran atención. Tienen, no me resisto a decirlo para que se vea que estoy al día, un efecto viral. Va dirigidas sobre todo a las empresas “beneficiadas” por los fondos de BlackRock pero son leídas también con atención por los activistas sociales. Ven en ellas una especie de doctrina empresarial. No hay que descartar que se fijen en ellas potenciales ahorradores que buscan la mayor rentabilidad pero también sentirse bien, sentir que la inversión de su dinero servirá para el bienestar de la sociedad, para mejorar el mundo. A mi me la han hecho llegar dos hijos preocupados por estas cuestiones. La he leído y me ha parecido que tiene algo de pastoral, valga la analogía o la metáfora. Porque Fink pastorea a las empresas. Les dice lo que deberían de hacer para ser acreedoras a las ayudas de BlackRock. Money is power. Les lee la cartilla ¿Qué dice Larry, sin ninguna autoridad que no sea la de los dólares, a esos CEOS innomimados, pero que están ahí, detrás de cada una de las empresas a las que va dirigida la carta?
Nada nuevo bajo el sol, me diréis si le echáis un vistazo.. Sí, es verdad, lo que dice Larry, no es nada nuevo. Me recuerda a la Rerum Novarum de León XIII. “Society is demanding that companies, both public and private, serve a social purpose” O sea, RSC/RSE, la dichosa y reiterada responsabilidad social de la empresa de la que tanto se hablaba hace no mucho tiempo. Realmente la vida no deja de depararte sorpresas. De estos asuntos me ocupé yo durante años en la Universidad Nebrija sin creer en realidad mucho en ellos. Lo nuevo, lo que impresiona o al menos me impresiona a mi, es que sea una de las más genuinas representaciones del capitalismo, unos fondos de inversión, los que lo digan, los que lo exijan. Lo que son las cosas. Nunca hubiera imaginado algo así. Una especie de Encíclica de un judío americano a sus creyentes: sed buenos, tratad de reducir las lacerantes desigualdades sociales, de garantizar jubilaciones dignas, de proteger el medio ambiente.. Las cosas han cambiado. A mejor; otra vez mi inveterado optimismo. Hace algunos años hicimos en Hidroeléctrica Española un documental sobre la labor social de la empresa. Nunca se proyectó en la Junta General como estaba previsto. A un consejero no le gustó alguna escena. “Lo que quieren los accionistas es un buen dividendo y todo lo demás les tiene sin cuidado” me dijo. Si se hubiera enterado Larry Fink a la Iberdrola de hoy BlackRock le habría retirado los fondos.