El paseante…
… SE DECIDE HOY POR HACEROS UN REGALO
Ya está aquí El Paseante prometido. Pero hoy no habrá impresiones de paseo. No son estos buenos días para pasear por el centro de la ciudad. La gente se concentra, se acumula, se aglomera. Veo caras de ansiedad de impaciencia de excitación nerviosa. Apenas puede uno moverse por los sitios por los que a mi me gusta caminar. El paisaje urbano se disfraza de una felicidad impostada, una felicidad mentirosa que apenas deja hueco para nada más. Mal momento para empezar estas crónicas del Paseante, me digo. Mejor esperar tiempos más tranquilos, más normales, menos jaraneros.Mejor hacer ahora mis lectores uno de esos regalos que no cuestan nada y que son sin embargo de gran valor. Una recomendación de un libro y unas páginas del libro recomendado. Para abrir boca, para incitar el apetito.
El libro es éste:
No dejéis de leerlo si os podéis escapar uno de estos días de los barullos navideños . Merece la pena. Aquí os dejo unos párrafos del libro en cuestión, sobre la importancia que tenía el paseo para Robert Walser.
“Pasear… me es imprescindible para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra ni producir el más leve poema en verso o en prosa… Sin pasear estaría muerto y mi profesión a la que amo apasionadamente estaría aniquilada… Sin pasear no podría hacer observaciones y estudios.. en un bello y dilatado paseo se me ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en caso me arruinaría y secaría miserablemente… Para mi pasear no es sólo sano y bello sino también conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y a la vez me da gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y alegra, es para mi un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me excita y acicatea a seguir creando… un paseo está siempre lleno de importantes manifestaciones dignas de ver y de sentir. De imágenes y vivas poesías, de hechizos y bellezas naturales bullen a menudo los lindos paseos, por cortos que sean. Naturaleza y costumbres se abren atractivas y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento que desde luego tienen que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, se ha de brotar en el hermoso sentido y en serenos y nobles pensamientos del paseo… Sin el paseo y la contemplación de la naturaleza a él vinculada sin esa indagación tan agradable como llena de advertencias, me siento como perdido y lo estoy de hecho… Secreta y misteriosamente siguen al paseante todas clases de hermosos y sutiles pensamientos… En una palabra me gano el pan de cada dia paseando, hurgando, escavando meditando, inventando, analizando, investigando y paseando tan a disgusto como el que más…
Que lo paséis estos días lo mejor posible y que 2018 sea generoso con todos vosotros. Yo, por mi parte, ya os he hecho un regalo.
Me sumo a tus reflexiones peregrinas, Antonio, trasladándote un artículo que nació con un libro que me regalaste hace exactamente un año, en una fiesta de Navidad. David Le Breton, Elogio del Caminar. En este tiempo ha publicado otro -Desaparecer- no menos necesario, y perfectamente consonante con el élan vital derivado del ajetreo navideño. Me permito la licencia de incorporarlo a tu recomendación de Robert Walser.
“DESAPARECER”
Álvaro Bermejo
No cabe mejor alegoría de las contradicciones del mundo actual que la Hora del Vértigo en cualquier gran ciudad: miles de automóviles colapsando las autopistas, prácticamente detenidos, rehenes de un viaje a ninguna parte. El frenesí posmoderno tiene mucho de eso. Nos desplegamos en un sinfín de actividades, siempre conectados, pero, en realidad ¿a dónde nos dirigimos? ¿Nos abrimos al mundo o nos encapsulamos dentro de nosotros mismos?
Doctor en antropología y profesor en la universidad de Estrasburgo, David Le Breton suma una década y otros tantos libros formulándose estas preguntas. Su respuesta siempre sugiere una forma de movimiento.
En uno de sus ensayos, Elogio del caminar, nos invitaba a redescubrir la experiencia basal que nos hizo humanos. Ponerse en pie, ganar la verticalidad y emprender una marcha lenta, por más anacrónico que parezca en el siglo de la aceleración total, define el origen del Homo Sapiens. Hoy regresa con otra tentativa que enlaza ese ponerse en camino hacia uno mismo con lo que en apariencia podría parecer su antítesis: Desaparecer de sí.
Implica un desafío al vigente concepto de identidad. Tal es el peso de las construcciones culturales que la opacan que hemos olvidado lo esencial: el ser humano es tan dueño de sí como de elegir su camino. Frente a las identidades asignadas, las que nos encierran en una suerte de prisión, aquellas en las que verdaderamente nos reconocemos son las electivas y, singularmente, las que nos liberan de todo imperativo.
Atreverse a desaparecer, desprenderse de la fatiga de ser lo que los otros quieren que seamos, aprender a no ser nadie. El eclipse solo es aparente. La noche oscura que lleva aparejada esta fuga del yo convencional es la condición previa a todo despertar.
En su Microfísica del Poder, Foucault estudiaba los mecanismos por medio de los cuales cualquier individuo adicto a las anfetaminas de la acción acaba mutando en su propio tirano. La búsqueda de la libertad puede conducir a encerrarnos en la torre de Montaigne, a seguir los pasos de Matías Pascal o a multiplicarnos en los heterónimos de Pessoa, precisamente, para no ser nadie. Le Breton propone una prueba de empatía: dimitir de los roles impuestos es el primer paso para reinventarnos, tanto a nosotros como al mundo que nos rodea.
¿Qué hay más allá? Algo tan elemental y tan olvidado como recordar que es la mirada la que construye el horizonte. Y que siempre será preferible caminar sobre el filo de una navaja que detrás de una máscara.
Mil gracias querido Antonio. Que par de textos deliciosos el de Walser por la invitación a nutrirse de paseo para alimentar el pensamiento y ejercitar la imaginación para jugar a la dialéctica con la vida y el de Bermejo, profundo filosófico. Maravilla! que sigan estos regalos, al fin de cuenta estamos en Navidad y llegan, sin pensarlo así de esta manera……
Imagino que mis paseos en moto deben valer la mitad que los serenos paseos pedestres de Robert Walser… pero, algo se aprende sobre las dos ruedas!
Feliz Navidad
Querido don Antonio: Yo he paseado mucho pero ahora me canso. En la actualidad paseo en autobús. La última ruta ha sido entre Embajadores y Plaza de Castilla. Este medio permite ir a todas partes y con la tarjeta de jubilado resulta bastante económico.
Al entrar a bordo en algunas ocasiones me ceden el asiento. Este detalle no me gusta porque me deben de ver mayor. Naturalmente nunca acepto. Me fijo en los viajeros, los transeúntes,los monumentos, las tiendas y los edificios.
Al finalizar el trayecto me pregunto que es lo que más me ha gustado. En esta ocasión no he tenido dudas. Ha sido el impresionante edificio de la Biblioteca Nacional.
Aprovecho para desearos a todos que el próximo año sigamos caminando/viajando por todas rutas.
Paco, el sastre
Gracias Antonio y Alvaro por vuestros dos regalos. Inesperados e invalorables.
Yo, que soy de naturaleza perezosa, más horizontal que vertical, lo primero que voy a hacer en 2018, es leer a Walser y Le Breton y después, ponerme a caminar de verdad, con los ojos bien abiertos, para tratar de descubrir ese placer envidiable que sin duda, me estoy perdiendo.
Como termina su artículo Alvaro, mejor caminar sobre el filo de la navaja que detrás de una máscara, impostada de “felicidad mentirosa” ( Antonio dixit ).
Un lujo y un relajo leeros a los dos en estos delirantes tiempos de velocidad, ruido y consumo delirante. Gracias de nuevo y desearos alegría y salud a todos los participantes en este blog que reparte regalos que no se venden en el comercio y que “incitan el apetito”, el apetito de aprender a vivir.
Gracias Antonio y Alvaro por vuestros regalos. Inesperados e invalorables. En estos tiempos de tanto ruido, felicidad impostada y consumo delirante, leeros es un respiro de aire fresco y lento. Un lujo.
Yo que soy de naturaleza perezosa, de tendencia más horizontal que vertical, lo primero que voy a hacer es leer a Walser y Le Breton y después a pasear con los ojos bien abiertos, a tratar de encontrar ese placer envidiable que me estoy perdiendo.
Como termina el artículo de Alvaro, mejor caminar sobre el filo de la navaja que detrás de la máscara impostora y falsa con la que nos solemos refugiar.