Son las de las bicicletas
las únicas cadenas
que dan libertad.
Ciclista anónimo
Me temo que yo no. Ya no. Ya estoy algo mayor. Dos noes para venir ahora a un sí muy convencido. Me uno con entusiasmo a la campaña de la Comunidad Muévete #PorElClima a favor de la movilidad urbana sostenible. Me uno con entusiasmo a la promoción de las bicicletas eléctricas porque aunque yo no pueda, ni deba, intentar utilizarlas, (ganas no me faltan) me gusta que otros sí que lo hagan. Me gusta que se animen, se diviertan y se aprovechen de esa iniciativa concreta, precisa y sana que nos mueve a la acción, a cambiar de hábitos, a tomar una decisión para empezar a arreglar “nuestro trozo de nuestra acera”.
Uno de mis hijos, Gonzalo, que es un verdadero apóstol de esta causa, la de las bicis eléctricas, la del “medio ambiente”, me animó a asistir a una reunión en la que se iba a tratar de estos importantes asuntos con motivo del Día Mundial de la Bicicleta que se celebra anualmente el 19 de abril en conmemoración del benéfico paseo en bicicleta del científico suizo Albert Hofman después de realizar en si mismo una prueba para determinar los efectos del LSD. Ya veis, si no fuera por los hijos uno no se enteraría jamás de algo así. Me apetecía ir y traté de encontrar a alguno de “mi equipo” que me acompañara. Negativo: “pero que se nos ha perdido a nosotros en eso de las bicis eléctricas” me decían. No se enteran de nada estos colegas míos. Algo habrá que hacer, digo yo, y dicen muchos más y con más autoridad que yo, para acabar con la locura del caos circulatorio que afecta a la calidad y a la salud de nuestra vida, a la mala vida que llevamos por la polución que nos envuelve y la angustia que nos produce el tráfico de nuestras ciudades. Lo de ahora es una locura, no deja de ser una locura por más que miremos hacia otro lado, por más que nos desorientemos con otros asuntos llamativos, quizás, pero seguro que menos alarmantes.
Así que me fui solo a la reunión que se celebraba en la calle del Nuncio, en Madrid y me alegré, y mucho, de haber ido. Antes de entrar en ella, me di una vuelta por el barrio de La Latina. La mañana no podía ser mejor. Aunque no iba en bicicleta, entré con el mejor espíritu, con la mejor disposición. Me enteré de muchas cosas que, como ahora se suele decir, quiero compartir. La más importante sin duda para los que después de leer todo lo anterior estén ya empezando a pensar en comprarse una “eléctrica”, es la oferta que presentó en la reunión la ya mencionada Comunidad. Es muy buena y que conste que no llevo comisión: se comprometen a hacer un descuento del 30% en el precio final a todas aquellas personas que se adhieran y creen su perfil. Desde la web se accede de manera directa a la plataforma de compra que estará abierta durante dos meses. No quiero entrar en más detalles; para eso está la Web y yo mismo si alguien me necesita. Aunque soy un completo ignorante me encantaría poder ayudar a mis lectores a moverse en bici por el clima, por la tranquilidad de nuestras ciudades, por la sostenibilidad de nuestro planeta.
Gonzalo, ese hijo mío que me ha metido en ésto y que con tanta gracia ha dibujado Jorge Arranz para esta entrada, ha publicado recientemente un artículo en El Confidencial en el que nos da 10 razones , 10, 10 motivos, 10, para hacernos con una bici eléctrica, para utilizarla y disfrutarla, para hacer nuestra ciudad más habitable y placentera. Nos habla en él de economía, de medio ambiente, de salud, de aprovechamiento de nuestro tiempo, de calidad de vida, de rapidez, de seguridad. No os voy a contar lo que ya cuenta él mucho mejor que pueda hacerlo yo. Lo que no voy a dejar de hacer es animaros a compraros una de estas bicicletas aprovechano, si es posible estas ofertas que, en algunos casos, van acompañadas de las de algunas empresas. Si tenéis que ir todos los dáis al trabajo trabajo y sois algo más jóvenes que yo, no lo dudéis. Y, también, y sobre todo, os animo a que difundáis la buena nueva. La vida puede ser más divertida de lo que nos creemos: a veces, basta con muy poco. Y, también, con muy poco, podemos empezar a cambiar el mundo: solo eso, una bicicleta con un pequeño motor eléctrico. No paremos de pedalear. Y si nos cansamos, ya tenemos una pequeña ayuda suplementaria. No hay excusa. A por ella.
Bravo! Antonio por tu exposición sobre las bondades de moverse por una ciudad como Madrid en bicicleta y como no, mi felicitacion más efusiva para tu hijo Gonzalo que me consta que es un buen deportista.
Quiero unirme a tu comentario, recordando mis mejores tiempos de instrumentista de quirófano, en los que era muy frecuente, sobre todo en pacientes de las grandes ciudades observar la coloración gris que presentaban sus pulmones por la inhalación del contaminado aire que respiraban.
Dicen, que una imagen vale más que mil palabras y desde luego para mí es lo más persuasivo para animar a hacer deporte.
La “bici”a algunos nos llega un poco tarde por no haber sabido copiar a tiempo a los paises centroeuropeos, pero no importa:
SIempre nos quedarán nuestras piernas para caminar por la urbe,salvo que algún desaprensivo nos las rompa.
Un abrazo,
Mayte
¿ULISES TAMBIÉN IBA EN BICI?
Álvaro Bermejo
No sé cuántos kilómetros median entre Madrid y Katmandú, Antonio, tal vez casi tantos como los años que me permiten recordarlo. Allá por los ’80 del siglo pasado y después de muchos lustros sin encaramarme a un velocípedo, probé suerte en la capital de los Himalayas, pues no había otro medio de locomoción disponible para alcanzar una lamasería perdida allá donde Buda dio las tres voces. Fue toda una aventura, inevitablemente calamitosa, trepidante a veces, enormemente divertida. Treinta años después no sé qué mosca volvió a picarme –sí lo sé, una oferta periodística-, me compré una bici y me lancé a reverdecer mis laureles por Las Tablas, con el ánimo de llegar, si los dioses me fueran propicios, hasta la Puerta del Sol. Tras sentir la guadaña de las Parcas en cada cruce, y salvar el pellejo por la intercesión de mis santos tutelares, como poco en cinco ocasiones, hoy puedo escribir que vivo para contarlo.
Madrid, hoy, puede que sea una ciudad muy amigable con los ciclistas, pero no es nada amistosa cuando se trata de rodar por la urbe en bicicleta. Una y otra vez, observo a los escasos que se aventuran –verdaderos héroes del asfalto-, y casi les deseo un Vittorio de Sica que les haga el favor de sustraerles la suya, por el bien de su integridad física.
Sin duda, todo irá cambiando a medida que se ensanche la red de carriles ciclistas y ésta se dote de una cierta cordura en todo lo que afecta a las conexiones entre sus diferentes distritos. Aquí, en Las Tablas, y hasta Sanchinarro, contamos con un maravilloso trazado fantasma, pues en los últimos cuatro años no he detectado más de cuatro ciclistas, pero intenta lanzarte al abordaje de las áreas centrales de la capital. Esto es como el tiro al plato, al plato de la bici, en su versión ectoplasmástica.
Debe ser por aquello de la deshumanización de las grandes ciudades, tanto más urgente que la descarbonización de su atmósfera. La bici humaniza, relaja, pondera. Ya lo dijo H.G.Wells: “siempre que veo a un adulto encima de una bicicleta recupero la esperanza en el futuro de la raza humana”. Si hoy se siguen viendo tan pocos en Madrid, ¿será que la raza matritense no tiene futuro?
Claro que no. Entonces, ¿qué? El problema, tanto como el déficit viario en lo que afecta a carriles bici, pasa por una cuestión de alfabetización no ya ciclista, sino sencillamente cívica. Cuánto podríamos contar de los ilustres que nos precedieron –y no fenecieron en el intento-. Pienso en la maravillosa luna de miel de Madame Curie y Pierre, recorriendo la Francia de finales del XIX a bordo de sendos velocípedos. En Arthur Conan Doyle y su esposa compartiendo un tándem por las verdes praderas del Oxfordshire. En Henry Miller adelantando a Hemingway en la subida a Montmartre. En Cortázar, en Neruda, en Delibes… En aquel Einstein que no vaciló en confesar algo tan elocuente como que había descubierto la Teoría de la Relatividad mientras iba en bicicleta, y no sigo por no ensanchar demasiado el pelotón de los incondicionales de las dos ruedas, con o sin motor.
Para esto no hay edades, Antonio. Lev Tolstoi aprendió a montar en bici a los 67 años y ya no dejó de pedalear hasta su muerte. Permíteme que insista: esta no es tanto una cuestión de apetencias como de riesgos, de educación ciudadana, de alfabetización paralelamente cívica, ciclista y medioambiental. Gloria a los héroes que la practican pedaleando. Acreditan las palabras del decimonónico lord Beresford cuando profetizó que aquel que inventase la bicicleta merecería el agradecimiento de toda la humanidad. El problema es que, en todo en lo que afecta a su implementación, seguimos dando pasos muy pequeños, mientras los apóstoles del CO2 nos adelantan por la derecha y por la izquierda, sin dejarnos demasiado oxígeno que respirar.
En las calles de Nueva York los ciclistas mueren como moscas, con casco o sin él. En carretera, a veces se llevan a cinco o seis por delante en la misma curva o simplemente por adelantamientos indebidos . No hace mes murió un ciclista profesional mientras entrenaba en las carreteras italianas. Yo siempre utilizo las bicis en Madrid por todas las razones que expones arriba. Mi truco: me diseño itinerarios por calles pequeñas y poco transitadas aunque tenga que dar un rodeo y atravieso las avenidas con pavor (y algún amuleto, religioso o no). Mi bici de NY la regalé hace más de 10 años. No hay respeto por los ciclistas (ni menciono los conductores bebidos), ni las ciudades modernas están concebidas para las bicis, al menos en el Sur de Europa. Se necesita un cambio cultural, un cambio de patrones sociales y de comportamiento cívico que llevará un par de generaciones o más en lograrse, o sea, un siglo. Es como todo, como el cazar por deporte, el respeto por el medio ambiente y los animales, el uso del petróleo frente a la energía alternativa, las guerras, los egoísmos cainitas. Y ya.
Antonio, claro que sí,
yo hace tiempo que tengo el carnet de bicimad.
¡Muy buen artículo!Gracias Antonio.
Precisamente yo conocí las bicicletas eléctricas mediante el programa Nansaemprende de la Fundación Botin, de la que tu hijo Iñigo es director.
Se presentó un proyecto de Casa Rural en Polaciones con actividades en bicicleta eléctrica, hoy en día funciona fenomenal.
En el Camino Real de Puente Pumar a Tudanca (que tu bien conoces porque lo hiciste andando) es frecuente encontrar algún grupo en bicicleta.
Como les ha funcionado, han ampliado su proyecto y también alquilan sus bicicletas eléctricas en el Hotel Santemar en la ciudad de Santander.
Cada vez la sociedad está más concienciada con la conservación del planeta y la biodiversidad, pero queda mucho por hacer en las grandes ciudades españolas respecto a la circulación en “bici”. Sigue siendo muy peligroso.
Me has esbozado una sonrisa cuando has dicho “ganas no me faltan” porque parece que te estaba viendo, no se te pone nada por delante. Me lo demostrase con creces en la ruta a pie.
Hasta hoy no me he animado a escribir, pero sigo de cerca tu blog.
Muchas gracias por compartir con nosotros tantas experiencias y sabiduría.
Un abrazo desde este paraíso llamado Valle del Nansa donde espero volver a verte.
Bien sabes que a mí no tienes que convencerme, así que yo no cuento para tu estadística. Soy asiduo usuario de la bici , deporte que he practicado mucho y es de lo más agradecido. En cuanto practicas un poco, la mejoría en el pedaleo se nota cada día. No como en otros deportes. Si además, es eléctrica …para que contar!
Dentro de pocos años nos llevaremos las manos a la cabeza al ver imágenes de calles atascadas de coches escupiendo veneno al igual que nos espanta ver imágenes de un Congreso de los Diputados inmersos en una niebla de humo. O a los médicos recetando con un pitillo encendido en el cenicero.
Debo ser un inconsciente porqué circulo por Madrid sin temor…y riesgo lo hay. Iniciativas para fomentar el uso de la “bici” están muy bien, pero tienen que venir acompañada por otras iniciativas para que le desaparezcan las amenazas de la guadaña al amigo Álvaro y a otros muchos como él. Por el momento, defiende la “bici” y compadece al ciclista. Amén.
Abuelo, me ha encantado este artículo y como ya sabes, mi padre no me lo para de repetir así que estoy muy metido en el tema. Yo cuando sea mayor, 100% voy a llevar bicicleta eléctrica al trabajo.
Tras leer tu texto, el de tu hijo en “el confidencial”, los impagables argumentos de Álvaro y el resto de los comentarios, he decidido irremediablemente, adquirir una Easigo Jet de barra baja, con carácter de urgencia.
Gracias a todos pues creo que es una decisión sabia que me va a ayudar a contemplar con más calma el delirante mundo que nos rodea. Al fin y al cabo, la vida consiste en respirar y como acaba Antonio, en no dejar de pedalear.