DESCONCIERTO EN EL PALACIO REAL
…Ojo en camino y ojo en lo por venir…
La visión adelantada de Sánchez Asiaín
Durante la etapa de creación de la Fundación Cotec tuve la suerte de trabajar muy cerca de José Ángel Sánchez Asiaín, el gran banquero -y muchas cosas más- fallecido recientemente. El Rey emérito le había elegido, junto a José Lladó y Adrián Piera, para impulsar la creación en España de una institución de innovación empresarial. Ese proyecto era Cotec. En él Asiaín y yo nos encontramos por azares del destino y siempre nos entendimos, sintonizamos. Había una fácil afinidad entre nosotros.
El mismo día en que se hizo pública la noticia de su dimisión como Presidente del BBV, recibí una llamada suya para decirme que estaba listo para atender el encargo del Rey y que contaba conmigo. La decisión de dejar el Banco en manos de Emilio Ybarra tuvo que ser dolorosa para él, pero, si lo fue, no se le notaba. Siguió adelante como si no hubiera pasado nada, o al menos eso parecía. Viví con él en Cotec, con el Rey siempre muy cerca, momentos y experiencias inolvidables que, aduciendo su falta de memoria, algo que nunca llegué a creerme del todo, me pedía que le recordara en algunos momentos de relajo alrededor de un Dry Martini, bebida que le gustaba casi tanto como a mi. Una de las historias que nos gustaba recordar es la que traigo hoy aquí en estas líneas de homenaje a su memoria.
Estamos en uno de los actos públicos más importantes de Cotec. El Rey, feliz y satisfecho con la marcha del proyecto, ofrece en el Palacio Real un almuerzo a los patronos de la Fundación Cotec, al que se invita también a los directores de los principales medios de comunicación del país. Con la colaboración de Eduardo Punset y de Rafael Ansón, dos personajes con los que tuve que lidiar en aquellos tiempos, se preparó el acto con toda minuciosidad. El día del acontecimiento estábamos todos, Asiain incluido, un tanto nerviosos. No era para menos: asistirían los Reyes, los ministros, Solana y Aranzadi y lo más granado del mundo empresarial y de la comunicación.
Andaba buscando mi sitio en las mesas instaladas para la ocasión en el Salón de Columnas del Palacio, cuando se me acercó Asiaín con aire preocupado: el director del diario Egin, invitado por error al acto, después de decir el día anterior, para nuestra tranquilidad que no asistiría, si había acudido finalmente. El desconcierto se apoderó de nosotros, solo de nosotros porque nadie más lo sabía. Me pidió que me ocupara de él, que lo sentara en mi mesa y a mi lado y que tratara de salir del paso de la mejor manera posible. La invitación a Egin, el periódico “maldito” al que se asimilaba con ETA, se había colado en los envíos sin que nadie se diese cuenta. La respuesta inicial había sido negativa pero se ve que alguien pensó que podría merecer la pena ver de que iba aquello y por allí andaba ya su director según me dijo Asiain. Se llamaba, creo recordar, Xabier Oleaga. Un “batasuno” se encontraba en el Palacio, a unos metros del Rey, y nadie lo sabía. Le reconocí con facilidad, me presenté, le agradecí su presencia y le conduje a nuestra mesa. Busqué asuntos comunes para iniciar la conversación: Deba, San Sebastián, los montes de Euskad… Volví a agradecerle su presencia pero no me dejó seguir: era el, me dijo quien tenía que agradecer la invitación: “ya era hora de que se acordaran de nosotros”. La idea de que el Rey dedicara su tiempo a impulsar la investigación y la tecnología le parecía interesante y me pidió que le hablara de Cotec…Normalidad absoluta; desconcierto superado. No pasó nada, no tenía porqué pasar. Al día siguiente la noticia del acto apareció en Egin con cierto relieve: la invitación del “monarca Borbón” les parecía, lo mismo que a Oleaga, “muy de agradecer”
Cuando esa misma tarde, ya todos felices y contentos por el éxito del acto, le conté a Asiain como habían ido las cosas, tuve la sensación de que comenzaba a contemplar el “error” de la invitación al director de Egin desde otra perspectiva. Le veía tan sonriente y tranquilo que llegué incluso a pensar que tal “error” no se había producido nunca. Asiain iba siempre unos pasos por delante de los acontecimientos; llevaba la innovación y la anticipación en los genes. Años más tarde, cuando después de las elecciones generales de 2011 los diputados de Amaiur acudieron a la Zarzuela, me llamó por teléfono: “¿Te acuerdas de lo de Egin en el Palacio Real?. Por supuesto que me acordaba.