“No es lo que tenemos sino lo que disfrutamos lo que constituye nuestra verdadera abundancia”
Epicuro.
Ya he contado alguna vez algo que me dijo don Ramón Areces, ese personaje asturiano que creó, como el que no quiere la cosa, el emporio de El Corte Inglés y también la Fundación que “lleva su nombre”, como se suele decir. Cuando yo le conocí y le traté se estaban dando los primeros pasos para el desarrollo de la Fundación Areces y don Ramón comenzaba a descubrir los gozos y las sombras de la filantropía. “Mire usted Miera”, me dijo un día con su llaneza habitual, “El Corte Inglés es ganar, ganar, ganar… la Fundación es dar, dar, dar…”.
Tengo la impresión de que, poco a poco, el gran empresario asturiano iba empezando a percibir que “dar” podía llegar a ser incluso más gratificante que “ganar”. Empezó a descubrir “la inigualable sensación de dar”, que no hay nada como ser generoso, nada como poder ayudar a alguien en algo que necesita, nada como sentir que has contribuido a mejorar el mundo de alguna forma: con tu tiempo, con tu dinero, con tu actitud. Decir algo así parece ingenuo. Quizás lo sea. Pero también es cierto, es real, cuando lo estás sintiendo, cuando lo estás comprobando: dar produce bienestar, dar produce felicidad. Somos tan complicados, tan contradictorios, que el egoísmo y la generosidad pueden habitar en nosotros al mismo tiempo, casi simultáneamente. El amor propio nos lleva también a dar, a mirar por los demás, a tratar de ponernos en su piel. Parece paradójico. Lo es.
Giving Tuesday es el lema de este año de una campaña global que promueve acciones solidarias, que trata de llamar la atención sobre la necesidad de activar e incentivar la cultura de la donación. He de deciros que a mí esto de convertir cada día del año en un día “para algo” no me gusta, y menos todavía si abunda en la invasión dominante del inglés. Me provoca un rechazo inmediato. Pero tengo la impresión de que esto es harina de otro costal y me he decidido a traerlo a este blog. Es el sino de los tiempos… Qué le vamos a hacer!!! Y no queda otra que aprovechar los canales que se abren, nos guste o no, para hacer cosas con sentido, con buen sentido, que produzcan efectos buenos y duraderos…
Os contaré algo más del Giving Tuesday. La idea nació en EE.UU. como alternativa al Black Friday y al Ciber Monday, ahí seguimos con la lengua de Shakespeare, orientados a las compras de Navidad. Estos días incentivan el consumismo; el “giving” incentiva la solidaridad. La gente de la publicidad y del marketing, que son unos linces, lo saben bien y tratan de aprovecharlo al máximo. El consumismo y la solidaridad aparecen mezclados, confundidos, enfrentados. Así las cosas, la cuestión, para no complicarnos mucho, es muy sencilla, o debería de serlo: que gane el “giving”, que gane la solidaridad, ¿No os parece? Aunque sea una guerra casi imposible de ganar, creo que merece la pena dar la batalla cada año. No es tan mala idea, después de todo. “Un día para dar”, un día para que nos acostumbremos a ser generosos durante el resto del año…
El Giving Tuesday de este año será el 29 de noviembre. En 2015 participaron 35 organizaciones de 72 países que convirtieron esa fecha en una celebración mundial de la generosidad y el altruismo. Semanas antes de ese día, y ese día especialmente, a través de una plataforma web se darán a conocer acciones e iniciativas solidarias para que personas, organizaciones y empresas se animen a colaborar: causas sociales, causas culturales, causas medioambientales. Se trata de comunicar, compartir y contagiar el entusiasmo por dar, por ser generoso. Se puede participar de muchas maneras: haciendo una donación, colaborando como voluntarios en alguna actividad, donando sangre, alimentos, artículos de segunda mano, etc.
No es solo para ese día. No solo en tiempo de Navidad. No es solo para aliviar nuestras conciencias. No está nada mal que cultivemos, alimentemos y estimulemos ese impulso de dar, de ayudar, de compartir. No está nada mal que, para variar, nos comportemos con generosidad. Ya sé que la generosidad tiene un poco de egoísmo emboscado. Aquello que nos explicaba Boulding en su economía del amor y del temor. Ya no somos unos ingenuos pero tampoco podemos dejar de serlo. Porque sabemos en carne propia que cuando la generosidad triunfa sobre el egoísmo nos encontramos mejor, somos más felices. Cuando la generosidad triunfa, sobran las normas. Y cuando esto sucede realmente no hay nada mejor.
Apúntate al Giving Tuesday de 2016. En su convocatoria ha participado la Asociación Española de Fundaciones y ello es un buen aval. Apúntate el 29 de noviembre y ya no pares de dar….
ÉTICA PARA CAMISARDS
Caramba, Antonio, cómo suena esto del Giving Tuesday, tan parecido al Thanksgiving Day, el día de Acción de Gracias de nuestros amigos, los descendientes de los pioneros del Mayflower. Suscribo todos los temores y temblores mercadotécnicos que apuntas al respecto, pero también estoy contigo en esa invitación personal, tanto más válida cuanto más íntima, callada y hasta secreta, con la venia de la Fundación Areces.
Si no puedo evitar ponerme evangélico –“que tu mano izquierda…”-, tampoco rehúyo el desafío planteado por Compte-Sponville en su “Pequeño tratado de las grandes virtudes”, donde el filósofo francés se pregunta en qué consiste eso de ser generoso, pues no es tan fácil acertar con la definición.
La generosidad puede parecer tanto una virtud como un capricho, un lujo como una necesidad. Es más afectiva y espontánea que la justicia objetiva, pero si ésta resulta socialmente más necesaria, quizá la generosidad es más valiosa, tanto como la solidaridad. “Se puede dar sin amar”, decía el filósofo, “pero resulta imposible amar sin dar”. El problema es a quién dar qué y por qué, egoísmos personales y familiares al margen. Sucede como con los cumplidos sociales: rara vez recordamos que al hacer una reverencia a alguien, estamos bridando nuestras posaderas a otro alguien.
Pensándolo bien, la generosidad es una virtud rara y llena de ambigüedades. Entre los griegos y los romanos –pásmate-, ni siguiera existía la palabra. Era una cuestión de “magnanimidad”. La generosidad, entonces, sería un cruce entre magnanimidad y liberalidad, pero eso no tiene nada que ver con el amor, ni con la solidaridad, aunque quizá sí con el concepto mismo de libertad. Dar a otros algo de lo propio para ganar una cierta estima de uno mismo, y hacerlo libre, espontáneamente, también implica –por suerte o por desgracia-, una cierta declaración de amor hacia uno mismo.
¿Se puede ser simultáneamente egoísta y generoso? Responde Spinoza. Para él la generosidad es “un deseo por medio del cual un individuo se esfuerza en ayudar a los otros y de establecer entre él y ellos un vínculo de amistad”. Está prefigurando la “fraternité” de los enciclopedistas, una forma de egoísmo altruista, parecido al amor, pero elevado al rango de virtud social. Lo que vale por decir que nada es más valioso para el hombre que el bienestar de los otros hombres. O que –citando ahora a Kant-, no hay razón más pura y más práctica que esa que nos invita a actuar con los demás como quisiéramos que actuaran con nosotros mismos.
La ética de la generosidad resulta así indistinguible del discurso ilustrado acerca de la felicidad: “Hacer el bien es regalarse alegría”, decía Mademe de Châtelet, y concluía: “el amor es el destino, la generosidad el camino”. Y ahora cuéntales a tus nietos, cuanto te priven de seguir jugando con sus Pokemon, por qué el hombre feliz no tenía camisa.
Un solo matiz sobre algo que tú mismo apuntas, Antonio. Como invitación a la sospecha, evitemos que esto se convierta en otra vuelta de tuerca más para anclarnos en el ansia de consumir. Apelar a nuestra conciencia plagada de “buenas intenciones” arrastra inevitablemente el enorme riesgo (y ellos lo saben) de “cosificar” nuestra donación, simplemente porque es más cómodo y más fácil “dar” (de lo que nos sobra, claro) que “darse” (mi tiempo, mi trabajo, mi persona). Evitemos saturar nuestras vidas de trastos inútiles. Me acuerdo ahora de aquellas palabras de Francisco de Asís, quien por cierto ocupa hoy el santoral del día: “Deseo poco, y lo poco que deseo lo deseo poco”.
Gracias José Luis; es cierto que todo puede llevar al consumismo en esta “sociedad del consumo” pero esta iniciativa no limita sus objetivos a animar a los ciudadanos a dar “cosas” como verás en su web. Me he unido a ella porque creo en la necesidad de que la propia sociedad contribuya a resolver los problemas de hoy sin dejarlo todo en manos del Estado. Pero soy muy consciente, y así lo dejo entrrver, de que el aspecto marketing y su relación con otras inicitivas de consumismo navideño pueden crear confusión. Me apunto las pañlabras de Francisco de Asís y te agradezco tu comentario.
Una vez más queerido Álvaro tus comentarios eleva el punto de mira de mis reflesiones demasiado a ras de tierra. Generosidad, felicidad, altruismo, egoismo…son términos de uso delicado. Gracias por hacerselo ver a los lectores del blog.
Querido Antonio
De verdad, gracias por tu generosidad (aunque no sea martes) al compartir tus reflexiones. Casi siempre me resultan muy estimulantes. Aunque, claro, no siempre estoy de acuerdo en todo.
Si don Ramón Areces, Boulding, Comte-Sponville, Spinoza, Kant, Madame de Chatelet y Francisco de Asís tienen algo en común (y probablemente tengan más cosas, qué duda cabe…) sería la carita que se les quedaría a todos ante la idea de ser generosos y dar o darse a los demás en un día decretado, no se sabe muy bien por quién, como “de celebración mundial de la generosidad y el altruismo”.
El que ya es generoso que lo siga siendo, si quiere, aunque no sea un martes de noviembre. Y el que no lo sea, allá él. Imagino que muy pocos se imaginarán que lo que son o lo que tienen “se lo han ganado ellos solos” con su esfuerzo, partiendo de la nada. De manera que compartir con otros lo que “te ha tocado” (esfuerzos personales aparte) no deja de ser un acto (voluntario) de justicia y agradecimiento por tu fortuna.
Pero lo del “Giving Tuesday” debe ser otra cosa, salido de un laboratorio de esos que se dedican a crear la realidad a fuerza de darle vueltas a las palabras. Puedo imaginar los beneficios fiscales, o de imagen y reputación social, etc. que consiguen las empresas (35 de 72 países en 2015) que siguen estas convocatorias, que parecen pensadas para ir directamente a la memoria corporativa anual. A menudo son empresas que luego tienen sus sedes allí donde menos impuestos se paguen…
La generosidad, el compartir, vaya, es algo personal y, por eso, algo discreto y silencioso. Un auténtico fin en sí mismo que no necesita de niguna presión externa y que, cuando se hace bien, aprovecha probablemente más al que puede dar de lo que tiene y compartirlo con otros (su esfuerzo, su tiempo, su cuidado, su dinero…) que incluso al que lo recibe porque lo necesita. En esto estoy totalmente de acuerdo contigo. Pero, desde luego, sin campaña, sin obligación, sin registros, sin fecha fija ni ”día de”. A mí esto del Giving Tuesday, me parece un trending topic para salir bien en la foto; postureo. Lo que diría Berlanga! (otro clásico…)
En fin. Yo, desde luego, el 29 de Noviembre no voy a dar ni la hora. El resto del año es otra cosa….
Un fuerte abrazo, maestro
Carlos
Gracias Carlos; quizás algún lector se pueda sorprender dee que después de lo que cuento en mi blog diga ahora que estoy de acuerdo contigo.
Pues sí, así de contradictorios somos los humanos, o, al menos, así es “este humano” que te agradece tu comentario y te manda un abrazo.