Escultura dedicada a los Primeros Caminantes de la sierra en el Aurrulaque de 1986
“Año tras año sin interrupción, el Aurrulaque es en la montaña el acto sustancial de unión alrededor de lo que necesita el Guadarrama. Allí se goza ese día de la Sierra y se repasa su estado de salud.”
Eduardo Martínez de Pisón
El sábado pasado celebramos el Aurrulaque 2016. A muchos, seguro, no les dice nada ese extraño nombre que algunos confunden, no sé si maliciosamente, con Aquelarre. No, no son Aquelarres nuestras marchas serranas, aunque su increíble permanencia, su continuidad durante más de treinta años, pueda ser considerada cosa de brujería.
Fue a principios de los ochenta cuando nos dio a algunos por hacer una marcha a una pradera de nuestra sierra. Y la hicimos. Y la seguimos haciendo. El nombre que elegimos evoca la bellísima pradera de Navarrulaque en la vertiente sur de los Siete Picos y tiene evidentemente resonancias eusquéricas, debidas, quizás, a los ferrones vascos que acudieron a la construcción del Monasterio de El Escorial. Fue un acierto. Nada tenía que ver con una operación de marketing pero pronto pudimos comprobar que ese nombre sonoro y misterioso no se olvidaba con facilidad y terminó por asociarse de forma natural con la Sierra de Guadarrama y su conservación.
Teníamos un propósito claro, muy claro, que era defender un paisaje, mostrar nuestro amor por la sierra de Guadarrama … Solo eso, nada más y nada menos. Disfrutar de la naturaleza y decir algo sobre lo que eso significa para nosotros. Algo simple, algo sencillo. Sin mayores pretensiones, sin apoyos de ningún tipo, fuera totalmente del debate político, sin ninguna ambición concreta. Se trataba de realizar una marcha cívica y civilizada, a la pradera de Navarrulaque en los primeros años y después al Mirador de Luis Rosales, con la lectura de un Manifiesto elaborado y pronunciado por una personalidad, un sábado del mes de junio o julio de cada año. Eso es todo.
Me pregunto a veces como es posible que una iniciativa como esta se mantenga viva año tras año. No hay intereses, solo, si acaso, pasiones, pasiones desinteresadas por lo aparentemente inútil, por la belleza, por la defensa de lo que nos emociona, de lo que nos identifica, de lo que nos hace soñar. Solo se me ocurre una respuesta: en la sencillez está el secreto de su éxito. Es una propuesta que apela a lo básico, que no tiene ninguna vuelta, solo requiere el esfuerzo de andar por el monte en compañía de gente con la que compartes un parecido sentimiento, una parecida inquietud, una parecida aspiración. Es un milagro y un sueño. Una extraña mezcla de deseo y realidad que une a un grupo de personas en una marcha de celebración y también de vindicación. Todos la esperamos cuando llegan estas fechas. Todos la queremos, la necesitamos. La necesitamos porque saca lo mejor de nosotros mismos, la utilidad de los gestos aparentemente inútiles. No hay más misterios, no hay más secreto. ¿Cómo no iba a escribir algo del Aurrulaque en mi blog? Y más aún teniendo el nombre que tiene, Allende Sierra. Más de treinta años darían para contar una buena y larga historia de nombres, de mensajes, de anécdotas, de literatura, de ciencia, de política, de naturaleza, de perseverancia. En la colección de carteles del Aurrulaque aparecen los mejores dibujantes de la historia reciente del periodismo español. Chumy, Mingote, El Roto, Peridis, Arranz, Forges…
A causa de este cartel de El Roto dio la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Cercedilla decidieron salirse, nunca mejor dicho del cartel. Dio mucho que hablar y debatir y apareció de forma destacada en la edición dominical de el periódico El País.
Pero mi intención con esta entrada no es contar todas esas historias, que serían emocionantes, entretenidas, interesantes, edificantes… Ya sabéis, todo eso. Quizás alguien lo haga por mi. No pretendo alimentar la nostalgia. No es esa mi intención. Solo quiero expresar mi sorpresa, a pesar de la explicación que me estoy dando, porque algo así siga sucediendo cada año. Y ya empiezo a tener recuerdos del futuro, si se me permite este contrasentido. Ya imagino estas marchas dentro de algunos años. Marchas de gente civilizada que seguirá manteniendo vivo un espíritu, un propósito, un cierto gusto, una manera de caminar, un amor por la Sierra. No estaremos algunos de nosotros, pero estarán otros, que seguirán marchando. Porque no es cuestión de unas personas, de un tiempo concreto, de una generación determinada. Es una cuestión simple, sencilla, básica, de esas que no acaban nunca. De esas que no deberían acabar nunca. . Si, no dejo de tener recuerdos del futuro. Y eso me hace mucha gracia, y me da mucha ilusión.
Julio Vías, a la izquierda, autor y lector del Manifiesto del Aurrulaque 2016. A su derecha el maestro Martínez de Pisón que hizo su presentación.
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Querido Antonio:
Como cada año (desde hace ya más de treinta) esta año he acudido al Aurrulaque. Un Aurrulaque que me permitió conocerte y ser tu amigo desde entonces. Para mi calendario montañero particular es una cita ineludible; hasta el punto de que ya está marcado en rojo para el año que viene (aunque no haya fecha definitiva todavía; así soy yo). Defender, una vez más (y las que haga falta) la protección de la sierra, sus paisajes, su fauna, su flora; escuchar las sabias palabras de los “manifestantes”; encontrarme con viejos y nuevos amigos; y, sobre todo, caminar por la Vereda de los Encuentros charlando contigo… son placeres a los que no pienso renunciar jamás. Y, cuando las fuerzas ya no me permitan andar, espero que me subáis en coche (como si fuera un consejero de Medio Ambiente) hasta los Miradores y, allí, volvamos a encontrarnos los Amigos del Guadarrama una vez más. Hasta que el cuerpo aguante. Por eso, el Aurrulaque tiene que celebrarse año tras año.
Un fuerte abrazo.
…Y REGRESO A LAS ESTRELLAS
Álvaro Bermejo
Pues mira por dónde, Antonio: “Recuerdos del Futuro” fue un título que marcó mi adolescencia. Venía en la cubierta del libro homónimo de Erik Von Daniken, al que siguió otro best-seller de aquellos tiempos –hablamos de tu ’68 parisino-, como fue “Regreso a las Estrellas”. No se me ocurre mejor encabezamiento para glosar tu nueva entrada, porque tu sueño guadarrameño a lo Martin Luther King –de lo moreno que estás, el otro día casi te confundo-, tiene mucho de eso. Subir a la Sierra de Guadarrama en pos de tus Aurrulaques mirando más allá de los Siete Picos, no solo implica mirar hacia el futuro, sino, efectivamente, un cierto regreso a las estrellas entendidas como cunas de una nueva humanidad, más implicada con ese sistema viviente al que los griegos pusieron el nombre de una diosa, Gea, la “Gaia” de los enamorados de la biosfera.
No pude asistir a vuestro último Aurrulaque, y bien que lo lamento. Apenas he comparecido en dos. No es un mal balance, habida cuenta que mi residencia en Madrid no alcanza a un lustro. Pero en esas dos ocasiones me rendí al asombro de descubrir esa suerte de peregrinaje pagano hacia una montaña mágica, carente de divinidades tutelares, cierto, pero marcada por la huella de sus devotos, desde simples caminantes a ilustres plumíferos, como cuantos rodearon a Giner de los Ríos y a su utopía de la Institución Libre de Enseñanza.
También hay mucho de utópico en tu empeño. Pero curiosamente, se trata de un utopía absolutamente tópica, puesto que remite a un “topos” muy concreto, al que viene a unirse una paradoja más: lo natural, lo agreste, lo salvaje…, nos humaniza. ¿Por qué será? Prácticamente hasta el siglo XVIII -hablo de nuestro Occidente- los bosques, los ríos, las montañas, por más que nos suministraran cobijo y alimento, se veían como presencias amenazantes, rebosadas de peligros. Del XVIII en adelante, más aún a raíz de la Revolución Industrial, cuando la actividad del hombre comenzó a poner en riesgo todos los ecosistemas, comienzan asimismo los cantos a la naturaleza por la vía del Romanticismo.
Tus Aurrulaques tienen algo de eso. Un empeño romántico cimentado en el puro raciocino ecológico, lo que vale por decir en una ética que trasciende lo estrictamente humano para abarcar el respeto a toda forma de vida, a la naturaleza en su conjunto. Que ese camino se jalone con miradores y posadas como la de Luis Rosales, con Vicente Aleixandre al fondo, con Giner como maestro, añade un acento más.
Esas poesías cinceladas en piedras son puro arte parietal. La máxima sofisticación literaria se funde con la de aquellos chamanes del paleolítico que grabaron en otras paredes su primer balbuceo inteligente, el primer lenguaje del homo sapiens. Consciente o inconscientemente, tanto da, como diría Freud, el Homo Tecnologicus que nos ocupa regresa a sus fuentes, vuelve a los manantiales originarios, a sus montañas coronadas de estrellas. Y lo hace porque siente que lo necesita. Porque sabe que ese regreso a la naturaleza implica un reseteo de uno mismo y de todo lo que nos hace humanos. Y es justo ahí donde tus Aurrulaques cobran toda la fuerza de un conjuro ancestral, por más festivo y pedestre que nos lo pintes.
Acabaría aquí, porque ya me he extendido demasiado, pero ya que me provocas con el enigma del topónimo madre -Navarrulaque-, no me queda otra que intentar desentrañarlo. Y la respuesta es esta: aunque lo parezca, el término no tiene nada de vascónico, salvo tangencialmente, y me explico. Es más que probable que se derive de una acepción medieval: Nava de Ruy Velázquez –lo sostiene un vasco como Jorge Etxague en su blog-, contraída en Nava-Ru-Lázquez o Laque. “Gracias al Libro de la Montería de Alfonso XI de Castilla –escribe Etxague-, sabemos que la Garganta del Río Moros, o del Espinar, cerca de la Fuenfría, era conocida como Garganta de Ruy Velázquez”. De ser así, la única vascofonía posible remitiría precisamente al Velázquez, derivado de los antropónimos “Bela” o “Bele”, que se traducirían como “Cuervo”. No por nada el cuervo es emblema de sabiduría en cábala y alquimia, Antonio. Debe ser por eso que tus Aurrulaques nos hacen más sabios, humildemente sabios, en ese largo regreso al futuro donde lo que fuimos se funde con lo que seremos.
Hola Antonio:
Acabo de regresar de hacer el Camino de San Salvador, entre León y Oviedo. Una senda recia pero hermosa. Los antiguos peregrinos solían decir el siguiente refrán: “Quién va a Santiago y no va a San Salvador, visita al criado y olvida al Señor”, en clara referencia a la catedral de Oviedo, cuya Cámara Sagrada guarda importantes reliquias relacionadas con Jesús. Así, al llegar a León, en vez de proseguir por el Camino Francés, se dirigían hacia Oviedo, cruzando la cordillera Cantábrica. Luego, desde Oviedo, seguían hacia Santiago de Compostela por el Camino Primitivo.
El Camino de San Salvador es de una belleza impresionante. Durante muchos kilómetros se camina por alta montaña y los paisajes son magníficos. Además, está perfectamente señalizado y hay albergues y hoteles (o posadas o pensiones) en todo el itinerario.
¿Qué por qué te cuento todo esto? Porque durante esta senda de peregrinación me he acordado mucho de ti. Porque me parece admirable que a tu edad y con todo lo que llevas caminado en la vida, estés haciendo el Camino Francés. Otros coleccionarían sellos; tu no. Tu te has propuesto seguir los pasos de tantos y tantos peregrinos que, como dice Cees Nooteboom en su libro El Desvío a Santiago: “Siguiendo las huellas de una leyenda, se convirtieron ellos mismos en leyenda”.
Un abrazo muy fuerte,
Antonio Guerrero
Antonio, enhorabuena por continuar con tanto entusiasmo con el Aurrulaque. Sin embargo, te pediría que aclares a la gente que se creó en julio de 1976, y como detalle anecdótico, que regalamos 500 comidas individuales a los mayores de 65 años, que pagó la Fundación Cultural de Cercedilla. Se calcula que subieron cerca de 2000 personas.
En aquella época yo era el presidente de la Fundación Cultural de Cercedilla y tú pertenecías al Consejo, cuando creamos el Aurrulaque. En 1984, cuando me sustituiste como presidente, continuamos desde la Fundación con la celebración del Aurrulaque.
Intentaré estar con vosotros y nos haría mucha ilusión, tanto a mí como a los que quedamos de los fundadores, escucharte decir las fechas exactas y que han pasado ya 41 años desde su primera celebración y 47 desde la creación de la Fundación. Como último recuerdo, mencionar aquellas aulas de la Naturaleza que organizábamos para los niños, así como las limpiezas de la sierra de Guadarrama en las que RENFE nos ponía hasta un vagón gratuito para los participantes.
Un abrazo muy fuerte.
Santi.