Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera

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Escultura dedicada a los Primeros Caminantes de la sierra en el Aurrulaque de 1986

 

“Año tras año sin interrupción, el Aurrulaque es en la montaña el acto sustancial de unión alrededor de lo que necesita el Guadarrama. Allí se goza ese día de la Sierra y se repasa su estado de salud.”

Eduardo Martínez de Pisón

 

El sábado pasado celebramos el Aurrulaque 2016. A muchos, seguro, no les dice nada ese extraño nombre que algunos confunden, no sé si maliciosamente, con Aquelarre. No, no son Aquelarres nuestras marchas serranas, aunque su increíble permanencia, su continuidad durante más de treinta años, pueda ser considerada cosa de brujería.

Fue a principios de los ochenta cuando nos dio a algunos por hacer una marcha a una pradera de nuestra sierra. Y la hicimos. Y la seguimos haciendo. El nombre que elegimos evoca la bellísima pradera de Navarrulaque en la vertiente sur de los Siete Picos y tiene evidentemente resonancias eusquéricas, debidas, quizás, a los ferrones vascos que acudieron a la construcción del Monasterio de El Escorial. Fue un acierto. Nada tenía que ver con una operación de marketing pero pronto pudimos comprobar que ese nombre sonoro y misterioso no se olvidaba con facilidad y terminó por asociarse de forma natural con la Sierra de Guadarrama y su conservación.

Teníamos un propósito claro, muy claro, que era defender un paisaje, mostrar nuestro amor por la sierra de Guadarrama … Solo eso, nada más y nada menos. Disfrutar de la naturaleza y decir algo sobre lo que eso significa para nosotros. Algo simple, algo sencillo. Sin mayores pretensiones, sin apoyos de ningún tipo, fuera totalmente del debate político, sin ninguna ambición concreta. Se trataba de realizar una marcha cívica y civilizada, a la pradera de Navarrulaque en los primeros años y después al Mirador de Luis Rosales, con la lectura de un Manifiesto elaborado y pronunciado por una personalidad, un sábado del mes de junio o julio de cada año. Eso es todo.

Me pregunto a veces como es posible que una iniciativa como esta se mantenga viva año tras año. No hay intereses, solo, si acaso, pasiones, pasiones desinteresadas por lo aparentemente inútil, por la belleza, por la defensa de lo que nos emociona, de lo que nos identifica, de lo que nos hace soñar. Solo se me ocurre una respuesta: en la sencillez está el secreto de su éxito. Es una propuesta que apela a lo básico, que no tiene ninguna vuelta, solo requiere el esfuerzo de andar por el monte en compañía de gente con la que compartes un parecido sentimiento, una parecida inquietud, una parecida aspiración. Es un milagro y un sueño. Una extraña mezcla de deseo y realidad que une a un grupo de personas en una marcha de celebración y también de vindicación. Todos la esperamos cuando llegan estas fechas. Todos la queremos, la necesitamos. La necesitamos porque saca lo mejor de nosotros mismos, la utilidad de los gestos aparentemente inútiles. No hay más misterios, no hay más secreto. ¿Cómo no iba a escribir algo del Aurrulaque en mi blog? Y más aún teniendo el nombre que tiene, Allende Sierra. Más de treinta años darían para contar una buena y larga historia de nombres, de mensajes, de anécdotas, de literatura, de ciencia, de política, de naturaleza, de perseverancia. En la colección de carteles del Aurrulaque aparecen los mejores dibujantes de la historia reciente del periodismo español. Chumy, Mingote, El Roto, Peridis, Arranz, Forges…

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A causa de este cartel de El Roto dio  la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Cercedilla decidieron salirse, nunca mejor dicho del cartel. Dio mucho que hablar y debatir y apareció de forma destacada en la edición dominical de el periódico El País.

Pero mi intención con esta entrada no es contar todas esas historias, que serían emocionantes, entretenidas, interesantes, edificantes… Ya sabéis, todo eso. Quizás alguien lo haga por mi. No pretendo alimentar la nostalgia. No es esa mi intención. Solo quiero expresar mi sorpresa, a pesar de la explicación que me estoy dando, porque algo así siga sucediendo cada año. Y ya empiezo a tener recuerdos del futuro, si se me permite este contrasentido. Ya imagino estas marchas dentro de algunos años. Marchas de gente civilizada que seguirá manteniendo vivo un espíritu, un propósito, un cierto gusto, una manera de caminar, un amor por la Sierra. No estaremos algunos de nosotros, pero estarán otros, que seguirán marchando. Porque no es cuestión de unas personas, de un tiempo concreto, de una generación determinada. Es una cuestión simple, sencilla, básica, de esas que no acaban nunca. De esas que no deberían acabar nunca. . Si, no dejo de tener recuerdos del futuro. Y eso me hace mucha gracia, y me da mucha ilusión.

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Julio Vías, a la izquierda, autor y lector del Manifiesto del Aurrulaque 2016.  A su derecha el maestro Martínez de Pisón que hizo su presentación.

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