Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera

 

macarena  

“Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que caben en tu filosofía”

Shakespeare

 

Así fue, “de pronto”. No lo busqué. No fue nada preparado para “llenar” el blog de la Semana Santa. Pasa con frecuencia: lo inesperado está a la vuelta de la esquina. Todo puede ocurrir si estás dispuesto a ello. Lo más sorprendente, lo más maravilloso, lo más sencillo y emocionante: “el milagro de la aceituna que navega en el Martini, más allá del bien y del mal” escribe Manuel Vicent; el olor y el color del prado de Los Merachos después de una lluvia fina; los ojos de ese niño indio que se fijó un día en nosotros cerca del Ganges… Cosas, momentos, situaciones que nos impresionan, que nos dejan descolocados, que se salen de las pautas racionales que marcan hoy nuestras vidas. Lo dijo Pascal: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.

Voy ahora con lo mío. En un viaje familiar al Coto de Doñana pasamos unas horas en Sevilla. La llegada a Andalucía a la velocidad del Ave, sobre todo en estos comienzos de la primavera, nos deja siempre trastornados: el olor a azahar, el bullicio, la luz… Aunque nuestro viaje tenía que ver con la Semana Santa, fue allí, nada más llegar, cuando nos dimos cuenta de que lo de la Semana Santa iba en serio. En Madrid no nos enteramos de nada. El grupo se dispersó y cada uno eligió su camino. ¿Por qué elegí yo el que me llevaba a la Macarena? No estaba en absoluto en mis planes pero la memoria nos juega con frecuencia esas buenas pasadas. Quien me había hecho vibrar con las procesiones sevillanas fue mi inolvidable amigo Emilio Fontela. Era un gran economista que se movía como pez en el agua por todo el mundo –fue durante muchos años catedrático de la Universidad de Ginebra y “visiting professor” en varias universidades americanas- pero que por nada de ese mundo que tan bien conocía se perdía la Semana Santa de Sevilla. Nos llevó a Paloma y a mi a la carrera por un buen número de calles en busca de los mejores rincones para “descubrir” los pasos de las cofradías. Cuando una noche, ya en la madrugada del viernes santo, vio aparecer “de pronto” la imagen de la Macarena, el profesor de la Ginebra puritana y protestante, rompió a llorar como un niño. Ese llanto imparable de mi gran amigo no se me olvidará nunca.

Algo de eso debió de revivir en mi memoria cuando inicié mi camino en solitario hacía la Basílica de la Macarena en esa parada familiar en Sevilla. Encontré lo que esperaba y me volví a sobrecoger, a emocionar. Todo lo que rodea a la Macarena es deslumbrante, todo tiene luz de oro, color a abril, olor a primavera….me dice un sevillano no creyente pero enamorado de la belleza de “su” Semana Santa. ¿Qué es la belleza? ¿Una convención? ¿Un estado de ánimo? ¿Una emoción? ¿Está fuera o dentro de nosotros? Está “en los ojos del que mira” nos dice Hume. Quién los sabe. Quién puede saberlo. La belleza esa mañana estaba ahí, en la Esperanza de la Macarena, en esa Virgen que los sevillanos sacan en procesión y que hizo llorar a mi amigo Fontela. Y allí estaba yo sin haberme dado tiempo a pensar que algo ocurriría, que algo me volvería a ocurrir. Y algo de nuevo ocurrió. De pronto. No era, creo, la fe religiosa, era algo más básico o más elevado o más universal o más atávico. Qué puedo decir para dar una explicación a aquello que no la tiene. Era algo que no podía controlar, que estaba en mi sensibilidad, en mi forma de ver y de sentir el mundo que me rodea. Era el dolor y la dulce felicidad que ese dolor te produce. Allí estaba yo desprotegido ante tanta belleza. Todo podía ocurrir porque, sin yo saberlo, realmente estaba dispuesto a ello.

La Semana Santa en Sevilla es pura emoción. Pero no todo el mundo siente esa emoción, y no todas las emociones tienen el mismo color, el mismo sabor. Nos enteramos esos días de que algún representante de Podemos había hablado de un posible referéndum sobre la continuidad de las procesiones. Tuvo que dar rápidamente marcha atrás. Esas cosas no se tocan. Manuel Chaves Nogales, gran escritor sevillano, republicano y probablemente ateo lo vio así en en su libro: “Andalucía roja y la Blanca Paloma”. En estos tiempos confusos puede ser recomendable volver a su lectura.