por Antonio Sáenz de Miera | 29-02-2016 | General

Serit árbores quae álteri saéculo prosint”
Plantarás árboles que otros verán crecer
Cicerón
Google no es el único buscador de internet, aunque pudiera parecerlo. Tiene competencia y competencia seria. Es lógico porque todo parece indicar que está ganando mucho dinero. Nos cuesta trabajo creerlo, ¿Cómo demonios funciona la cosa? Tienes alguna duda, necesitas saber algo, y el buscador te lo resuelve de forma inmediata y gratuita. Es una especie de memoria universal a lo grande, como imaginaba Borges en sus ficciones, que no “cuesta” nada. ¿Cómo es posible?
Alguien me dijo que me fijase en los resultados de las búsquedas: ahí había anuncios pagados. Es verdad. El otro día sin ir más lejos me encontré en la pantalla de mi mac una pregunta inquietante: “¿Tiene usted juanetes?” Eso decía… Ya me miraré, pensé, puede que quienquiera que sea sepa más de mis pies que yo mismo. A mi eso no me quita el sueño. No me importa que el buscador sepa algo de mí, ni tampoco me importa darle un buen negocio si a cambio me permite encontrar exactamente lo que busco, lo que necesito. No es la primera vez que digo aquí estas cosas, así que no insistiré.
Pero hoy tengo algo nuevo que contar. Jesús Bartolomé, un amigo que es un activista nato, me ha hecho saber que ha descubierto algo mejor que Google. Se llama Ecosia y el nombre ya da una pista de por dónde van los tiros. Me dice que es aún poco conocido y que necesita el apoyo de creadores de opinión para crecer tanto como se merece por sus buenos propósitos. No me veo yo a estas alturas creando opinión ni nada parecido, pero el asunto me pareció interesante e indagué sobre esos buenos propósitos. Es un buscador tan práctico y fácil de usar como cualquier otro pero que, además, destina un 80% de sus beneficios a plantar árboles. ¡!Caramba qué maravilla!!, pensé. Puede parecer increíble pero los datos que nos proporcionan los informes mensuales auditados por Deloitte nos dicen que no lo es: se han plantado ya más de tres millones de árboles en todo el mundo y cada sesenta segundos plantan uno nuevo.
Me encandiló la idea: hay negocio y hay causa social. Tú encuentras lo que buscas y ayudas además a mejorar el planeta. Sus creadores tienen como objetivo llegar a los mil millones de árboles plantados en 2025. ¿Qué mas se puede pedir?. No parece con todo que a Ecosia le esté siendo fácil abrirse camino. Son muchos los que buscan una justificación para no cambiar de buscador: que no se fían; que no están de acuerdo con los lugares en donde plantan los árboles, que porqué en África y no aquí, que alguien se lucrará con todo esto…
¡!Excusas, excusas, excusas…!! que diría Hamlet. A mi me parece que hay que dar un voto de confianza a las ideas innovadoras y estoy dispuesto a dárselo a Ecosia. De hecho ya lo tengo como mi buscador predeterminado y se me alegra la vista cuando veo aparecer en pantalla el verde de sus arbolitos. He eliminado tranquilamente a Google; acapara nueve de cada diez búsquedas en Europa y no me necesita. Ecosia sí y aquí me tiene. Llevo ya varios días probando su funcionamiento para no meter la pata: como seguramente se están temiendo ya mis lectores, voy a recomendarles que sigan mis pasos y quiero estar seguro de lo que hago.
Estoy más que contento con mi nuevo buscador. Lo primero que hago al levantarme por la mañana es poner Radio Clásica y ahora naturalmente lo hago a través de Ecosia. Me fijo inmediatamente en un circulito que aparece en la parte superior derecha de la pantalla diciéndome el número de árboles que llevo plantados con mis búsquedas. Son ya más de ochenta y eso en muy poco tiempo. Se me alegra el ánimo; no doy demasiada importancia a la veracidad del dato, tampoco hay que exagerar, y me complazco despreocupadamente en verlos crecer en donde sea: Burkina Faso, Brasil o la Sierra de Guadarrama. Suena en mi radio la Pastoral y me parece estar oyendo a Carlos Jáuregui en el papel de Astrov en “nuestro” Tío Vania. Decía así: ”oyendo el rumor de lo abedules nuevos que he plantado con mis manos, me doy cuenta de que hasta la naturaleza que nos envuelve, depende un poco de mi”. ¡!Que bien sonaba y como me gusta recordarlo!!
Esta especie de “Et in arcadia ego” es probablemente un poco exagerada y pido disculpas por ello. Lo que quiero es animar a los seguidores de este blog a entrar en Ecosia. No tienen más que pinchar en configuración y cambiar el buscador predeterminado por https://www.ecosia.org. . Es muy fácil y el planeta se lo agradecerá.
por Antonio Sáenz de Miera | 16-02-2016 | General

“La vida es muy dura y ya tenemos bastantes complicaciones como para que los políticos nos la compliquen aún más…”
Enrique Vila Matas
No he estado nunca en la política activa ni he tenido responsabilidades en la administración pública, pero sí creo haber sentido siempre una preocupación genuina por la cosa pública, por el interés general, por el bien común. Despreciar la política es a mi juicio una temeridad, un grave error. Diría incluso que es suicida. Quiero dejar esto bien claro antes de mostrar mi hartazgo por la murga política que estamos sufriendo los ciudadanos españoles en los últimos tiempos.
Es una murga constante, insistente, pertinaz. Nos la dan y nos la damos. La murga de las obsesiones de cada día que contaminan nuestras conversaciones aunque no lo queramos. La murga de esos insoportables tertulianos que no podemos dejar de mirar y escuchar porque repiten con estrépito y osadía indocumentada lo que pensamos, o creemos que pensamos, o justo lo contrario. Nos irritan tanto como nos excitan. Esas anécdotas, no más que anécdotas, que se trata de elevar a categorías, esas noticias de última hora que se tapan unas a otras. Todos pendientes de estar a la última noticia, esa que lo cambia todo y, en realidad no cambia nada, es más de lo mismo. No paran, no paramos, es un sin vivir que no conduce a ninguna parte. Me irrita y me desazona comprobar la forma en la que entramos en ese juego: nos tragamos todo lo que alimente nuestra opinión, nuestra indignación, nuestro gesto adusto.
Yo quiero salir de ahí, claro, pero no es tan fácil como pueda parecer. El espectáculo mediático que se ha creado nos atrapa. Hay que estar al día como sea si uno no quiere ser tratado de ignorante en las inevitables y tediosas conversaciones sobre lo mal que van las cosas (decir algo diferente es ya impensable). Lo que suelo hacer es aprovechar mis ratos de gimnasia para ver la tele en las pantallitas de los modernos aparatos que han instalado en el Casino. Me cuelgo unos viejos auriculares que me hacen parecer un astronauta del siglo pasado, y me dispongo a zurrarme de lo lindo para mantenerme en forma en lo físico y, en la medida de lo posible, en lo “político”. En fin, que me castigo un poco por todos los lados posibles….
Estaba un día de estos a punto de acabar mis quince minutos de bicicleta, sin apenas darme cuenta, cuando un presentador de la sexta anunció una pausa recomendando vivamente no abandonar el programa “porque iban a dar una noticia muy importante”. Era un “cebo”, así lo llaman… Me quedé con la intriga, completamente “encebado”, crédulo y expectante. Lo mismo ya hay pacto, el que queremos o el que no queremos, que sé yo… Seguí pedaleando esperando que llegara el momento de esa noticia trascendental. La pausa duró más lo que mi carácter nervioso y mis rodillas podían soportar. Estaba a punto de pasarme a la elíptica cuando, en medio de un cierto misterio, conectaron con Soto del Real: la gran noticia era que el fiscal había decretado la libertad de los “titiriteros”. En seguida, anunciaron la aparición de Esperanza Aguirre que iba a hacer unas declaraciones al respecto. Me fui a la elíptica. Parece que no avanzamos, que no tenemos remedio…
Pero lo peor quizás de la murga política actual, es que está envenenando las relaciones sociales y dando lugar a brotes de intolerancia a los que ya no estábamos acostumbrados en nuestro país. Habrá que tener cuidado porque esta deriva puede ser peligrosa: se empiezan a decir y a oír cosas que nos deberían de alertar. La política en su versión más mezquina puede llegar a desatar las más bajas pasiones y eso hay que evitarlo a toda costa. Hay que alejarse lo más posible de esa perversa e insana saturación de noticias y de comentarios que nos está llevando a perder el equilibrio y el buen sentido. Tenemos sitios más acogedores y estimulantes a los que acudir, en los que refugiarnos. Vila Casas en una entrevista de la que he sacado la cita que encabeza esta entrada, recomienda la literatura: “Es lo mejor de la vida a condición de que la vida sea lo mejor de la literatura” dice el escritor catalán. No está mal como opción, pero hay también otras: el cine, la montaña, el arte, los paseos y hasta la filatelia o los bolos. Da igual; lo importante es tomar distancia y distraerse un poco para luego volver al mundo de la política con una mirada nueva, más sabia, menos contaminada. Se lo digo a mis amigos pero no me hacen caso: siguen erre que erre pendientes de la murga y así les va.
por Antonio Sáenz de Miera | 03-02-2016 | General

“El nuevo Estado de bienestar creado por Silicon Valley pretende más que mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, aprovecharse de sus actividades para incrementar los beneficios de las grandes empresas”
Evgeny Morozov
La cita -un poco larga pero sabrosa- que abre esta entrada y, sobre todo, el dibujo de Jorge Arranz que la ilustra, dan ya alguna pista de por donde van hoy los tiros.
No hace mucho que mi hijo Ramón me instaló una app en mi teléfono para poder llamar a un taxi cuando fuera necesario. Los hijos van siempre por delante en estas cosas y nos abren puertas a nuevas posibilidades (cuando quieren). Me quedé pasmado de las ventajas que tiene ese nuevo servicio llamado “My taxi”: “fíjate, padre, me dice Ramón, aprietas simplemente el icono de la aplicación y te salen inmediatamente los taxis que hay por la zona y el tiempo que pueden tardar en llegar; es impresionante”.
Me lo pareció realmente, me pareció que era una de esas cosas que te pueden mejorar un poco la vida. Estaba lloviendo y nos íbamos a encontrar con nuestro taxi a la puerta de casa. Tuvimos que darnos prisa porque ya llegaba. No me había fijado en lo que Ramón había puesto en la pantalla de mi teléfono, pero me advirtió que el conductor se llamaba Chema. Bajamos y al poco oí al taxista dirigirse a mí con extrema familiaridad: “hola Toni, ¿a dónde vamos?”. Me pareció tan natural, tan cercano, tan fácil, tan razonable, que me gustó. “Hola Chema”, le respondí, y nos subimos a “my taxi”, a nuestro taxi.
Cuando el sábado pasado leí en El País un artículo que me pareció un poco hiriente y desenfocado – ¿Un robot para cada persona mayor? se titulaba- decidí contar aquí esa pequeña historia y pedí a mi amigo Jorge Arranz que me hiciera un dibujo de los suyos para contarla. Me lo hizo enseguida, pero no era éste que estáis viendo ahora en la pantalla. En la primera versión no aparecía dibujado el icono de “My taxi”. Le llamé y le pregunté que porqué no lo había puesto: “para no hacer propaganda de la empresa, Toni”, me contestó, y en lo de Toni barrunté un poco de sorna de mi amigo Jorge.
A mí no me importaba nada hacer propaganda de la empresa en cuestión, sobre todo después de comprobar que el servicio había sido bueno. Le pedí que lo pusiera, sin reservas ni problemas. Y ahí lo veis. Me gustó tanto el servicio de “my taxi” que no me importaba que todo el mundo se enterara y si la empresa ganaba con eso más dinero, pues mejor para ella. Logré convencer de sus bondades a algunos amigos y me están muy agradecidos.
Lo que no sabía, hasta que leí el mencionado artículo escrito por Evgeny Morozov, es que actuando así “estaba incrementando los beneficios de las empresas del Sillicon Valley”. Pues muy bien, me dije, no me importa nada. Si lo que sale de allí, de aquel valle californiano que es ya paradigma del desarrollo tecnológico, sale lícitamente y sirve para mejorar mi bienestar y el de otros ciudadanos, para hacer nuestra vida más confortable, bendito sea.
Ya se ve que estoy simplificando y no quiero que os dejéis llevar por mis emociones. Mejor que que leáis el artículo en cuestión para que saquéis vuestras propias conclusiones. Da para pensar y para debatir. Las cosas no son nunca tan sencillas como a uno le puedan parecer. Si este joven filósofo ruso -tiene 28 años- se enterara de que un vejete como yo está así de contento con las nuevas tecnologías, se echaría las manos a la cabeza. Tendré que tener cuidado por supuesto, pero, !carajo! como dicen con toda naturalidad los colombianos, sin dejarme tampoco amedrentar . .
Ni por él ni por mi buen amigo Álvaro Bermejo, que dijo cosas terribles sobre mi última entrada. Está preocupado por mi ingenuidad. Ayer mismo me leyó unos párrafos de un libro de Aldous Huxley: “Hay una creencia muy difundida”, leía Álvaro en voz alta en la cafetería de la calle Almagro en la que nos habíamos citado, “en que por lo que a mecanismos se refiere. podemos obtener algo por nada, gozar de todas las ventajas de una tecnología complicada, desproporcionada y en progreso constante sin tener que pagar por ellas compensadoras desventajas”.
Sería presuntuoso por mi parte discutir con Huxley, le dije. Tiene razón: nada en la vida es totalmente gratuito. Hay que elegir. Pero no veo porqué hemos de privarnos de aquello que nos la hace más confortable, se lucre quien se lucre con ello…
Era ya un poco tarde para seguir discutiendo: pinché en el icono de mi móvil y pronto apareció un taxi. Oí que el conductor decía “Hola Toni”. Era el mío.