Ya nunca dejaremos de ser esos personajes de Tio Vania que representamos, no tanto por lo que nos divertimos intentando darles vida, sino, definitivamente, por todo lo que, a través de ellos, aprendimos acerca de nosotros mismos”
Álvaro Bermejo.
Acabó la función. Ya está. La representación que hicimos de “Tío Vania” en la Casa del Lector del Matadero salió mucho mejor de lo que nos hubiéramos podido imaginar. El día antes estábamos todos nerviosos, inseguros, impacientes…Y sin embargo cuando el momento llegó, la obra de Chejov nació de nuestras voces, de nuestros rostros y de nuestra “memoria” y supimos contar la historia, desaparecer en nuestros personajes, entregarnos a tumba abierta. Nos salió de cine: estallaron los aplausos y llegaron las felicitaciones. Pero en esas casi dos horas intensas de representación no había acabado todo. Quizás sea así para los espectadores que más o menos contentos disfrutaron de nuestro esfuerzo, de nuestra pasión. Pero no para los que nos lo “curramos”. Para nosotros, para la “compañía”, hay un antes y un después, una historia y un trabajo compartidos que nos han dejado una huella ¿imborrable?. Bueno, nunca se sabe
Me gusta el teatro, ir a una buena representación, sí. Pero sobre todo me apasiona meterme de lleno en el fregado de hacer teatro y enredar a los demás para que lo hagan. Llevaba tiempo en ayunas. Los “míos”, los de siempre, me habían abandonado y, a mi edad, me vi en la tesitura de formar una nueva “compañía”. Tuve una inmensa suerte y logré crear la mejor “compañía” imaginable: variopinta, culta, ilusionada, tolerante, critica, divertida, fiel…Nos lo pasamos muy bien, disfrutamos lo indecible, sufrimos “un poco” pero aguantamos el tipo y aprendimos mucho de la propia obra y de nosotros mismos.
Hasta que llegamos al día de la representación, pasamos por todo tipo de situaciones: de duda, de emoción, de celos, de alegría, de inseguridad, de compañerismo, de solidaridad… Hubo momentos en que seguro, algunos o todos, cada uno por su lado, pensamos en dejarlo, pero no lo hicimos. Ya no podíamos hacerlo. Llega un punto en el que la obra es más importante que nosotros. Llega un punto en el que el grupo de actores que ya somos –todos puros aficionados pero muy entregados a la causa- formamos un todo que sabemos que no debemos romper.
El desafío no era ya personal; era colectivo. Nos comprendíamos, nos respetábamos, nos disculpábamos. Cada ensayo amarraba los vínculos, nos invitaba a conocer al otro, nos empujaba a dar un paso más en un difícil ejercicio de superación personal para dar aliento a un empeño común. A veces nos dábamos cuenta, otras no y eso se notaba, de que ya no éramos nosotros, de que estábamos actuando, representando un papel al que nos debíamos. Pero de algún modo en ese acto de entrega, estábamos dando algo nuestro, nos mostrábamos a través del personaje que representábamos, a través de la historia que nos emocionaba y que vivíamos como nuestra.
Mis compañeros de El Samovar, así llamamos a nuestra “compañía”, estarán de acuerdo conmigo en que estos meses en los que hemos estado juntos, unidos y comprometidos alrededor de un proyecto común, no han pasado en balde. Llegábamos remolones y a veces cansados a los ensayos, pero pronto entrábamos en acción y nos olvidábamos de nuestras rutinas y de nuestras angustias personales para adentrarnos en las de los personajes que representábamos. El ejercicio y el esfuerzo personal y colectivo, de “hacer teatro” te acaban dando algo que te faltaba. O algo que ya tenías y no sabías que tenias ( eso es lo que les ha pasado a algunos de los protagonistas de esta historia). Hacer teatro te mantiene alerta, te enciende la mente, te abre nuevos horizontes, te devuelve emociones que tenías olvidadas. Actuar obra milagros, da energías, es terapéutico, saludable y según la OMS bueno para la salud
Quizás mi reciente experiencia teatral de aficionado impenitente, me esté haciendo exagerar un poco la nota aunque en realidad no estoy diciendo nada que no haya dicho alguien antes. Leo por ejemplo con sorpresa que puede llegar a frenar el envejecimiento patológico, retrasa la aparición de cataratas y hasta evitar resfriados. No sé. De esto no puedo asegurar. No soy científico. Seré mas viejo, tendré cataratas o no, tendré resfriados… Pero de lo que sí que estoy seguro, es de que la experiencia de este Tío Vania que representamos recientemente nos ha hecho felices a todos los que hemos participado en ella y nos ha dado motivos para seguir en la brecha. Ya tenemos “mono”, ya sentimos que nos falta algo y estamos en busca de una nueva obra. Recibiremos sugerencias. Y desde ahora queda abierto el “casting” para la siguiente representación. Animaos; eso de hacer teatro merece la pena.
Enhorabuena Antonio!!! Me encantaría hacer teatro alguna vez. Siempre me han atraído las tablas (¿será que manseo, como algunos toros?). No sé yo si con 61 años estoy en edad de estrenarme en tan noble actividad. Ya me dirás.
¡Enhorabuena Antonio!. Nosotros te vimos durante el tiempo de los ultimos ensayos y nos parecio que todo no era tan “rosa”. Qhe habia algo de ansiedad, de preocupacion de que una gripe estemporanea no fuera a descarrilar el projecto. Tambien vimos el entusiasmo, tu devocion al proyecto y tu confianza en tus colegas. Maravilloso. Estoy seguro de que el exito del proyecto te habra resultado un gran tonico (como si tu necesitaras alguno!) para tu siguiente idea.
Un abrazo. Juan
Mi más sincera enhorabuena Antonio; No te imaginas con cuánta sana envidia leo y veo tu intensísima actividad cultural en todas las artes.- Haber logrado esta representación, seleccionando, ensayando, motivando y un largo etc. a tus incondicionales amigos, solo lo consigue una persona como tú.- ¡Cuánto daría hoy, Antón Chéjov, por contar con una persona de tu talla, para representar su inmortal Tío Vania!
Acabo de oir por TV que la Cumbre de París ha logrado, al fin, la firma de un acuerdo vinculante para “ponerle el cascabel al gato” al muy serio problema del cambio climático; ojalá sea verdad y lleguemos a tiempo! Un abrazo
Querido Antonio: Que delicia es leerte e imaginar lo que debió ser la representación. No tuve la suerte de poderme quedar en España hasta ese día justito, me la perdí por poco, pero me la puedo imaginar. Te he visto en otras actuaciones y se que las tablas se te dan de maravilla! Adelante! te animo a seguir con El Samovar, a que no cejes en el empeño y en la delicia de beber la propia adrenalina que produce, que te produce el Teatro. Eres buenísimo no solo actuando sino jalonando procesos. En hora buena!
Antonio, ya te di personalmente mis impresiones sobre vuestro trabajo y no voy a repetirlas en tu blog. Sí os doy aquí la enhorabuena a todos los de El Samovar y, especialmente, a tí por la asombrosa vitalidad y energía (contagiosas) que despliegas y por la ambición de poner en escena (con mucha dignidad!) un texto tan exigente y complicado como el Tío Vania.
Un fuerte abrazo