“El Camino de Santiago es objeto, sino de un culto, al menos de una pasión, pasión que comparte gran número de quienes lo han recorrido… El Camino es una red, una hermandad, una internacional”
Jean-Christophe Rufin
El Camino inmortal
Pues sí; a comienzos del pasado mes de julio me dio por pensar en hacer algo del Camino de Santiago. Pensat y fet, en la tercera semana de ese mismo mes, con el permiso del Dr. Vilanova, –no se pueden hacer locuras a estas edades sin consultar con un médico amigo- y la ayuda impagable de mi cuñada Pili de Cárdenas, experta y veterana peregrina, inicié en Saint Jean de Pied de Port mi ruta hasta Pamplona por el llamado camino francés.
Era una de esas asignaturas pendientes que se van dejando y dejando, con el peligro de que se le pase a uno el arroz. Traté de evitarlo y, probablemente por ese asunto de los cumpleaños que se suceden impenitentemente, decidí que de este año no podía pasar. Lo logré y ahora, ya en la calma otoñal, quiero contar mi experiencia para revivir aquellos días felices y especialmente para animar a gente como yo, es decir ya mayorcita, a que se lance a esta aventurilla que no lo es tanto. Podemos, les diría, y espero se me entienda.
Cada vez hay más caminantes, cada vez hay más peregrinos, buscando quien sabe qué. Cada quien tiene sus motivos, cada experiencia es única, yo, ya lo dije hice el tramo entre Saint Jean de Pied de Port y Pamplona, es decir, un camino de poco más de setenta kilómetros. Poca cosa pero todo requiere un comienzo. Lo hice en solitario, sin prisas, y con “comodidades” que pueden hacer saltar la indignación a los puristas, a los que se consideran “verdaderos peregrinos”.
En el libro ya citado de Rufin, se cuenta que entre los romeros jacobeos se acostumbra a decir “santurronamente” que cada uno hace su camino como le viene en gana, pero que, en el fondo, existe un sólido desprecio del “verdadero” peregrino por el “falso”. No me importa confesar que yo fui uno de esos, uno de los “falsos”. Hice un corto recorrido; no cargué con un mochilón: pagué para que me transportasen el equipaje de un sitio a otro, (tomad nota de Jacontrans por si en algún momento os animáis) y, no me alojaba en albergues sino en hotelitos o casas rurales.
¿No era por eso un peregrino?. Yo desde luego me sentía como tal, ese era mi espíritu, y esa era mi disposición de ánimo.. También me he sacrificado, pero menos; más habría sido mejor, pero quizás no hubiera podido. Todas las mañanas me despertaba feliz; desayunaba, cogía mis bastones y, muy temprano, me ponía en marcha. Mi día iba ser a ser eso y solo eso: caminar, pensar si es que tenía ganas y si no, no, disfrutar del paisaje y aguantar el esfuerzo. Solo un día, fue en Valcarlos, salí acompañado de un japonés muy muy rarito, que antes de iniciar la subida del puerto, decidió dejarme. Salí ganando porque pronto me uní a unos italianos mucho más alegres y divertidos. Así es el Camino; uno se encuentra con desconocidos de los que no volverá a saber nunca más y con los que se inician conversaciones triviales o profundas, pero sin ataduras ni vínculos emocionales.. El otro no te conoce, tu no tienes que justificarte de nada….cada uno va a su aire pero se agradece la compañía.
Me he cansado naturalmente pero ese cansancio diario, me ha aportado tranquilidad y me ha dado la satisfacción de saber que era capaz de soportarlo: nunca dudé en llegar al final de cada etapa aunque esos finales eran lo peor. Recuerdo con espanto la bajada desde el puerto del Erro a Zubiri; creí que no iba a llegar nunca, pero cuando, ya en el pueblo, pasé el puente gótico de la Rabia, me sentí la persona más feliz del mundo. Esos son los misterios del Camino
El paisaje forma parte de uno mismo mientras camina, ayuda a mantener el ánimo y no deja de producir gozos y sorpresas El descubrimiento de Roncesvalles, entre bosques de hayas, desde Ibañeta –hablo ahora de mi ruta navarra- compensa sobradamente la dura subida al puerto: lo que estás viendo no es un documental, no es una peli, es algo que te has ganado y que piensas que te mereces.
Cuando el último día en Pamplona veía salir a los otros peregrinos con sus bastones mientras yo me iba al tren para volver a Madrid, sentí una envidia tremenda. El Camino se había hecho conmigo. Sin duda volveré e, insisto, os animo a intentarlo. Vale la pena.
POR EL CAMINO DE SWANN (ANTONIO)
Este epígrafe irónico es lo primero que me ha venido a la cabeza nada más leer tu comentario. Algo me dice que tu camino ha sido más proustiano que jacobeo, y tu peregrinación la de un guadarramista dilettante. Pero, a fin de cuentas, ¿qué es lo que diferencia a un peregrino verdadero de otro presuntamente falso? De entrada, acerca de esto habría mucho que escribir, comenzando por la propia génesis del Camino,que lo fue de estrellas antes que de monjes, celta antes que cristiano, pagano desde sus raíces. Con los monjes de Cluny vinieron los vinos afrutados de la Borgoña,los maestros canteros y más adelante, toda la lírica provenzal. Fue el Camino lo que nos hizo verdaderamente europeos, sobreimponiendo a la andadura espiritual otra generosamente vivencial, anchamente cultural, y hasta política. Pero ese es otro cantar. No todo el que hace el Camino es un peregrino penitente, ni tiene por qué serlo, pero no puede dejar de ser un caminante, como es tu caso.
En cuanto a la autenticidad o la falsedad del empeño, vuelvo a preguntarme: ¿dónde comienza lo verdadero y dónde lo falso? ¿Acaso la automortificación, el cilicio, la austeridad extrema, la dureza aparente, rubrican una garantía de autenticidad? Pienso que en absoluto. Como te dije en una ocasión, a mi juicio la mochila más pesada siempre es aquella que carga el bagaje de nuestra conciencia, igual que no hay albergue más precario que aquel donde nos encontramos a solas con nosotros mismos,sea en una fonda del camino o en un palacio. Lo que cuenta es la vivencia interior, el aprendizaje personal, el horizonte de la prueba. Y todo eso se camina de pies para adentro, sean cuales sean las condiciones del viaje. Aunque cuentas poco de todo ello, me quedo con esa conclusión que habla por ti: “Sin duda, volveré”. ¿Por qué volverás? ¿Por qué esa invencible sensación de pertenencia a un Camino tan viejo como el mundo? Tal vez porque el Camino mismo, como cualquier camino, una vez que lo interiorizamos como algo medular en nuestra vida, ya implica una apelación a una suerte de consciencia superior,un desplazamiento de la mirada, que es tanto externa como externa. Una vez que uno decide convertirse en caminante, y, como te digo, me vale cualquier camino -incluido el Camino Schmid o la Gran Vía-, este no deja de enseñarnos, ni de someternos a pruebas, ni de abrirnos horizontes. Entre lo falso y lo verdadero, creemos en lo queremos creer, pero el aprendizaje solo es uno.
Quién se puede creer que verdaderamente el apóstol Santiago llegara a Galicia en una barca de piedra, que muriera allá, que esté enterrado debajo del Obradoiro? Es una monumental falsedad histórica en la que creemos, en el mejor de los casos, por su valor alegórico. La verdad del peregrino, lo verdadero de su caminar, sin embargo, bien sabemos que es otra cosa. Algo que nace de una llamada interior y que se experimenta paso a paso.Tanto da que sea siguiendo los de Prisciliano o los de Proust. Por el Camino de Santiago, como por el de Swann, es la vida la que nos sale al encuentro. Callada, como el cayado que nos sostiene de trecho en trecho. Misteriosa, luminosa en la oscuridad, como las estrellas.
Antonio, esta muy bien que te hayas animado a hacer el Camino de Santiago. Pone de manifiesto tu espíritu inquieto, emprendedor y sociable, lo cual me parece magnífico, pero pienso que el Camino de Santiago es el que cada uno tenemos que recorrer
en nuestra vida diaria y en esta época de “borreguismo total” no estoy dispuesto a aguantar
a un petardo japones ni a cientos de personas
fotografiándolo todo con el bastón de los selfis.
Lo siento (yo hice la parte asturiana y algo de la gallega), se que hay momentos preciosos porque en definitiva vas absorbiendo las energías acumuladas a lo largo de siglos y es un reto personal, como subir a una montaña, cosa que prefiero.
Enrique Perea Caveda
Enhorabuena Antonio. Ya has entrado en la hermandad de los peregrinos. Te lo dice uno que, desde que pisó el Camino de Santiago por primera vez, ha realizado: el Camino de Santiago Francés (el tradicional), el Camino de Santiago Aragonés y el Camino de Santiago Primitivo, el Camino Lebaniego, el Camino a Covadonga, el Camino Calceatense, el Camino de San Frutos, el Camino a Caravana y, en la actualidad, estoy con el Camino Teresiano. ¿Por qué te relaciono todas estas rutas santas? Porque el Camino engancha y, seguramente, ya estarás enganchado. A partir de ahora, te plantearás terminar el Camino Francés (te lo aconsejo, es una experiencia maravillosa que puedes hacer por tramos) y ya no podrás parar… se es peregrino para siempre.
Un fuerte abrazo.
Antonio Guerrero
Perdón: donde dice Camino de Caravana, quiero decir a Caravaca (en Murcia)
¡Maldito autocorrector!
En 1999,era un jovenzuelo de 65 años, también decidí que a un gallego como yo se le estaba terminando lam oportunidad de hacer parte del Camino.No solo porque estaba veraneando en Asturias , sino también por mi condición de nativo opté por hacer la última parte del Camino, por tierras de Lugo y Coruña, entre Sarriá y Compostela.Por circunstancias que no son del caso- un leve accidente de salud de uno de mis dos compañeros- fui peregrino mochilero tres cua rtas partes del total y utilicé apoyos de transporte el resto.
Recibí el certificado de peregrino, la llamada Compostelana, con emoción y orgullo, afirmando haber hecho el Camino por causa de devoción, pero sé que esta experiencia resulta inolvidable también para el que la hace por razones que no tienen que ver con lo religioso.
Se me han olvidado los detalles, pero recuerdo muy bien que esa semana fué una de las más hermosas de mi vida:como gallego descubrí paisajes que desconocía – valles, montes, regatos, puentes- , los cruceros en las encrucijadas,las gentes acogedoras y sencillas.Fué también un emocionante reencuentro con mis mayores, porque , como los de la pelicula, tengo ocho apellidos gallegos y recordé a mis padres muertos, a mis abuelos , estaba en casa y aunque acompañado hice largos tramos en reflexiva soledad con los que me precedieron y amaban Galicia con locura.Inolvidable el encuentro con otros peregrinos a los que te une al instante una misteriosa complicidad, los descansos , las v illas v.isitadas- Portomarin, Melide- y , para un creyente,una vivencia profunda y unica de la fé que se nos ha regalado.
Se muy bien que , 16 años después, por muy largo que sea el tiempo que me quede ,nunca más volveré a echarme al camino, tal vez como Antonio empezando por tierras francesas, pero que me quiten lo bailado porque hubo un día magico de agosto de 1999 en el que , el estudiante en Compostela que fuí un día durante años, atravesó la PuertaSanta como si fuera la primera vez, como si fuera el primer abrazo al Apostol y la primera parada, deslumbrado ante tanta belleza, delante del Portico de la Gloria.
Gracias, Antonio, por compartir siempre tus vivencias. Eres todo un machote por trepar de Saint Jean a Roncesvalles, un trozo que no he transitado, pues me aseguraban que era muy duro.
Suscribo el comentario anterior. Ya he recorrido casi todo el Camino y pienso que eres un peregrino vocacional ,de pelo en pecho.
Que el Apóstol te brinde muchos años de salud para seguir disfrutando de tus relatos.
Me ha gustado mucho esta reflexión en torno al camino de Santiago. En particular, me he sentido muy identificado con una de las ideas que, a mi juicio, está detrás del párrafo “¿No era por eso un peregrino? Yo desde luego me sentía como tal, ese era mi espíritu, y esa era mi disposición de animo…”. Yo este verano hice un viaje sencillo muy cerca de Madrid pero mi disposición personal hizo de él una aventura digna de un viaje a las antípodas…
Ahora me explico,querido Antonio, porqué te encontré en tán buena forma (mental y física) este verano al compartir “la mini excursión” con el grupo que nos reunimos en la finca de Mamen y Luis.-
Yo también hice El Camino, desde Oviedo hasta Santiago (450 Km.), en compañía de cuatro buenos amigos y habiendo obtenido finalmente La Compostela; Enrique Perea, que también estaba en nuestro grupo inicial, sólo nos acompañó en el trayecto Oviedo-Grado y luego nos abandonó porque a él, eso de caminar junto al arcen de algunas carreteras (cuando coincide)”no le va” porque ya sabes que lo suyo son las exigentes excursiones que sin duda prepara a conciencia y las disfrutamos siempre los “Forever Young”.-
En cuanto a la experencia en sí, puedo afirmarte que fué de lo más positiva y reconfortante en todos los aspectos, uniéndonos mucho más a quienes compartimos ese largo camino.- Todos encontramos algo nuevo y bueno en nosotros mismos, en nuestros amigos, en el paisaje, etc. etc. llevando en nuestras mochilas no solamente el sustento material sino, como bien indica uno de tus amigos, “el bagaje de nuestras conciencias”, también.-
Y como broche final de nuestro logro, tuvimos el privilego de saludar, en su Pazo de Ribadulla, a D. Alfonso Armada y su esposa Paquita, quienes nos atendieron con exquisita amabilidad, enseñádonos toda la finca, su explótación de Camelias e invitándonos, finalmente a compartir una misa en la capilla del Pazo, y también una entrañable merienda.- Como anécdota final decirte que, en el salón de su Pazo, pude contemplar un ejemplar original de La Constitución de La Pepa, cuando ya D. Alfonso, se encontraba allí alejado (creo que muy a su pesar), del mundo político y sobre todo militar.- Un abrazo