Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera

When the soul lies down in that grass
The world is too full to talk about.
Rumi 

VIÑETA

 Me ha costado mucho entrar en el mundo trepidante de los whataspp –o mejor ya wasaps ¿no?-. Me daba una pereza terrible desprenderme de mi viejo aparatillo modesto y facilón y pasarme sin más a un sofisticado –y complicado- teléfono “inteligente”. ¿Para qué?, pensaba. Tengo un mac luminoso. Tengo acceso a internet, como todo el otro mundo, es verdad. Busco en esa enciclopedia universal que es google todo tipo de cosas, como lo hace la mayoría de la gente. Recibo y envío correos electrónicos constantemente y tengo un blog que actualizo cada diez o quince días con post nuevos, como este que ahora pongo. También estoy en twiter, pero apenas lo utilizo, quizás más adelante. ¿No era todo esto suficiente para sentirme “al día”?

Decía que sí, que me bastaba y me sobraba con lo que tenía, pero, en el fondo, no dejaba de darme cuenta –uno no es tonto- de que sin el dichoso teléfono inteligente me estaba quedando fuera de juego en algunas cosas de no poca importancia. Siempre tenía que decir que no: no, no había visto el video de mi ahijado Antonio esquiando; no, no había leído lo del viaje a no sé dónde, ni me había enterado de que a Itziar se le había caído un diente… Estaba en el limbo de los teléfonos tontos y, aunque decía que no me importaba, lo cierto es que ese aislamiento -no sé si real o imaginado- me fastidiaba cada vez más. Era el único de la familia que no formaba parte del “grupo” y eso de quedarse fuera preocupa siempre un poco, sobre todo a estas edades tan puñeteras. No es que quiera estar en todos los asuntos, subirme a todos los trenes que pasen. No, no es eso. Lo que quiero es no dejar de aprovechar todo aquello que me pueda producir satisfacción y en lo que pueda todavía aportar algo; todo aquello que me mantenga vivo y coleando.

Claro que hay que hacer un esfuerzo para entrar en estos trastos de las nuevas tecnologías, pero al final son una bendición. Me pregunto que hacía la gente de mi edad cuando no podía echar mano de ellos y se quedaba sola  ante el peligro al abandonar sus trabajos en la empresa, en la Administración o donde fuera. Los jubilados de ahora lo tenemos más fácil: sin gastarnos un duro –se habla poco del “estado de bienestar” que proporcionan las nuevas tecnologías- podemos (caramba con el “podemos”, se cuela  en cuanto nos descuidamos) mantenernos en contacto con el mundo. Hay quienes han decidido cortar por lo sano y no meterse en estos líos.. Cada quien que decida hacer lo que mejor le plazca. A mi la verdad no me va mal; imagino que  este nuevo mundo de múltiples pantallas en el que me estoy metiendo me dará también problemas, equívocos, distorsiones., pero de momento, no puedo sino decir que estoy fascinado, con mi nuevo smartphone -así le suelo llamar pomposamente cuando me da por presumir-. Lo compré hace    tan solo unos días; me armé de valor y me fui a una phoneHouse –no quiero ni pensar como quedaría uno si llamara a estos modernos establecimientos “casas de teléfonos”- a ver que había. Tuve que estar un rato  en la cola –solo en estos sitios hay ya colas- y me puse en manos de la vendedora. Me aconsejó bien por lo que parece: mi nuevo teléfono, aparte de “precioso” es también “acuático”. ”Puedes hacer fotos debajo del agua abuelo”, me dijo lleno de admiración mi nieto Roque. Por ahora prefiero no pensar en esas aventuras pero todo se andará. Me conformo por el momento con deslizar suavemente mi dedo por la pantalla para ver que pasa por ahí. Ya recibo bastantes whatsapp y espero aún más después de esta “entrada-aviso”.

Pero no os apresureis. Anoche, exactamente anoche, me dejé mi flamante aparato en un taxi al salir  de los Renoir. Os podeis imaginar como me encuentro. Mi gozo en un pozo, en un taxi, más bien. El conductor parecía honrado comento con mi mujer…sí, pero pudo entrar un nuevo cliente y llevárselo. Así estoy de preocupado cuando termino estas líneas. No sé si aparecerá, no lo sé. Aquí me hallo, a la espera de alguna llamada, una señal, que dudo que llegue. Pero aparezca o no seguiré en el empeño.  Esperad dos o otres días y ya me podreís mandar whatsapp y algún donativo si es posible. Porque si finalmente, como ya me temo, tengo que volver a la phone house  no me vendrán mal. Los donativos quiero decir.