La navidad es la inocencia y el candor…
LENCERÍA CASTAÑO
Villafranca de los Barros
(Visto en Google)
Pero vamos a ver: ¿por qué no voy a poder contar que estoy disfrutando como un grajo viendo a mis nietos poner el Nacimiento en la casa de Cercedilla? Las figuritas son las mismas desde hace siglos, algunas vienen de la familia de mi mujer, y la estructura se mantiene más o menos idéntica: los caminitos, el rio, el castillo, el portal, la estrella…Con todo, nada es igual. Las emociones y las disputas de cada año no se parecen en nada a las del anterior. Lo de “poner el Nacimiento” es siempre un espectáculo nuevo y estimulante que yo trato de no perderme. Sin embargo, fijaos que tontería, me da como vergüenza reconocerlo y aún más contarlo. ¿Por qué será? .
Tengo la impresión de que algo pasa con la Navidad, algo que nos cohíbe, que nos impide decir aquello que verdaderamente nos gusta, aquello que nos hace disfrutar. No nos atrevemos a hablar de las pequeñas cosas que nos dejan un regusto a felicidad por no parecer demasiado sensibles o blandos. Se podría llegar a pensar que solo los grandes almacenes, las tiendas y las marcas comerciales estuvieran autorizadas a hablar sin rubor de las fiestas navideñas. Podría parecer -y quizás me estoy yendo demasiado lejos- que se hubieran apoderado de ellas para hacer un buen negocio.
Vamos a ver: yo mismo, por no irme ahora más lejos, me enteré de la llegada del “espíritu de la Navidad” gracias a Firefox al abrir una mañana mi ordenador. Lo que tenía que hacer, me aconsejaban, era comprarme un smartphone. Ese era para los de Firefox “el espíritu de la Navidad”. Pero, mira por donde, a mi me divierte más lo del “Nacimiento” y lo de otras cosas que contaré enseguida. Sigo con lo mismo: a nadie le extraña oír que El Corte Inglés “ama la Navidad” -pero ¿cómo no la va a amar?, me pregunto yo- y, sin embargo, si yo me atrevo a decir que me lo paso bien en estas fiestas, habrá quién piense que ya estoy chocheando, que se me están ablandando las meninges.
La Navidad es una fiesta peligrosamente dulce, peligrosamente infantil. Pero podemos medir y cuidar las dosis, cada cual puede inventarse una Navidad a su medida, con ingredientes propios. En nuestra familia, por ejemplo, hemos sentido que puede ser un buen momento para unir, para pegar, para amasar relaciones y construir historias compartidas. No es tarea fácil, lo sabemos, pero creo que algo hemos conseguido. Lo pasamos bien y no nos importa reconocerlo. Nos ha ayudado mucho, creo yo, estar esos días en el campo y tener un burro a nuestra disposición.
Durante años era un burro propio que había comprado mi hijo Ramón no sé bien para qué. Como no hacía nada en todo el año, tirar de un carrito con los regalos después de la cena navideña, le costaba una barbaridad. Se murió de viejo y a partir de entonces tenemos que alquilar uno. Lo del burro, que no es, creedme, nada caro, da una especial emoción a esa noche. Nunca se sabe cómo pueden reaccionar estos animalitos y la cosa tiene su riesgo. Por si las moscas yo ya no soy el que lleva las riendas: mi nieto Roque es ahora San José. Roque ha tomado el testigo para mi tranquilidad y sosiego. Luego, esos mismos nietos que han puesto el nacimiento representan una obrita de teatro y, para que nada falte, hasta cantamos villancicos. La obra de este año se titula “Las narices del mago Pirulo” y es de Elena Fortún. Faltan dos días para la representación y nadie domina todavía su papel. Es lo de menos. Saldrá bien: siempre salen bien estas cosas. Nosotros disfrutamos con ellas y me alegro de haberme atrevido a contarlas. Como me comentó Rafael Reig, el gran novelista al que visito con frecuencia en la librería Fuenfría, solo los que todo lo miran por encima del hombro desconfían de la Navidad. Así que tranquilo Antonio, me dijo. Y me quedé tan contento.
Ya imagináis: lo importante no es el burro, ni san José, ni el mago Pirulo. Lo importante está en el viaje. Lo importante está en el tejido que nos fabricamos. Lo importante está en el hogar en el que nos refugiamos. Lo importante está en la verdad que hay detrás de todas estas cosas que nos inventamos para seguir queriéndonos.
Querido Antonio:
Navidad es precisamente todo a lo que tú te refieres. Esa felicidad incontrolable de lo ingenuo y lo sencillo. Comprobar la ilusiòn que aún nos mueve y que esperamos no nos abandone nunca. Y reír. Y emocionarse. Y cantar. Y, como en tu caso, “montar el belén”, dicho sea esto en la más noble extensión del término.
Si te acuerdas, mándame una foro de ese belén familiar, que bien sabes lo muy aficionado que soy a lo que, con tanta propiedad, tú llamas Nacimiento.
Un gran abrazo.
Gracias Antonio; pediré que hagan una foto del belén -yo soy mal fotografo- y te la mandaré encantado.
El burro, como era alquilado, ya no está, pero si estuviera también te lo mandaría fotografiado; era, es, muy guapo.
Felices fiestas querido Antonio
Querido Antonio:
Gracias por dejarnos tus palabras en este blog y muchas gracias especiales por estas de tu navideño y entrañable “Elogio de la inocencia”.
Mis mejores deseos para estos días, para ti y todos los tuyos, y que 2015 sea un año lleno de felicidad.
Un gran abrazo,
Miguel Ángel
!Que alegría Miguel Angel recibir de tu mano recuerdos y sabores extremeños!
No sé si te has dado cuenta de que hay una referencia a Extremadura aunque sea marginal.
un abrazo fuerte
antonio
Amigo Antonio:
Gracias, muchas gracias – de todo corazon – por compatir “tu entrañable Navidad” con todos nosotros; claro que lo importante es El Hogar donde nos refugiamos (en Navidad y siempre) y por ello durante estos días hay que dejar de lado las prisas, mirar sólo con los ojos del corazón, sentir como calientan los abrazos, valorar la compañía de nuestros seres queridos, escuchar “como habla el silencio”, etc. etc.
Mis mejores deseos para tí y los tuyos y que durante el próximo Año Nuevo 2015, no nos falten tu amistad ni la luz de tus buenos artículos también.- Un abrazo
!Ay Tito como me emocionan tus palabras!
Gracias, Felicidades y lo mejor para ti y todos los asturianos en 2015.
antonio
Tío Antonio, a mi me ha resultado envidiable y ver lo que realmente se debe ver en estos días. Además puedo imaginar perfectamente cada una de las escenas y no me sorprenden, porque te conozco. Simplemente me confirma lo que puedo imaginar de una Navidad en una casa donde tú eres el anfitrión y patriarca.
Un abrazo
Gracias querido Miguel (y querida Maribel que imagino estará de acuerdo con tu comentario, ¿no te olvides muchacho de que ya estás casado).
Te agradezco que hayas entrado en el blog y todo lo que me dices.
Feliz 2015 para toda es querida familia.
Gracias Antonio por recordarnos con tus hermosas palabras el espíritu de la Navidad. Te deseo lo mejor para el 2015!!! Un fuerte abrazo
Gracias Javier, muchas gracias. Ya llegará el momento de una foto tuya del burro serrano para realzar aún más el espiritu de la Navidad.
Un abrazo fuerte que no es solo navideño.
“RENACER EN NAVIDAD”
Álvaro Bermejo
Los más sabios sitúan su nacimiento en Primavera, cuando su madre, María, aún no había cumplido catorce años, y durante los días en que la estrella del Este, más tarde llamada cometa Halley, cruzó los cielos del Belén. Los que le escucharon, aseguran que era buen orador pese a su tosco dialecto nazareno. Al igual que Buda y Sócrates, parece ser que no dejó nada escrito ni tuvo un interés especial en obtener el reconocimiento de los príncipes. Sin embargo, ya en su tiempo corrían leyendas, como la que recoge Robert Graves, acerca de su posible linaje real como heredero directo al trono de Israel. En el evangelio de Marcos, corrige a Pedro por llamarle “Mesías”, precisamente, porque sabía que este término también significaba “rey” y, por tanto, poder y gloria, todo lo contrario de lo que él buscaba. No obstante, al poco de que entrase en Jerusalén bajo la corona de olivo, el Sanederín decidió ejecutarlo bajo la corona de espinas, de una manera ignominiosa, para que hasta los suyos se avergonzaran de su memoria. Cuatro siglos después, media Europa celebraba ya el nacimiento de Jesús como “luz del mundo”, haciendo coincidir la nueva fecha canónica, el 24 de diciembre, con las fiestas paganas del nacimiento del sol en el solsticio de invierno.
En nuestros días -¿qué diría el Sanedrín?- la Navidad es la fiesta más universal del planeta, y preserva una doble faz que, lejos de lo que se tiende a pensar, no tiene tanto de contradictoria. Si de hecho, la liturgia cristiana ha terminado por abrazar en este día celebraciones del ciclo invernal paganas y precristianas, igualmente la liturgia habrá de pagar su tributo a ese sincretismo laico y matérico. Pero asimismo, si realmente lo que conmemoramos como cristianos es el nacimiento del Cristo de la Luz, y no la crucifixión de Jeshua, ¿no es éste el tiempo de volver a ser como niños, y recuperar la alegría y la inocencia de los niños, y hasta de ser un poco profanadores, subversivos, incluso irreverentes, como lo son los niños?
En este país de duelos y quebrantos, todo el mundo tiene un Jesús que agoniza bajo los capirotes de Semana Santa, el que amenaza con la espada detrás de Santiago en las enciclopedias del Florido Pensil, el que preside iglesias, conventos y dormitorios truculentamente crucificado. El mío es el que nació en un pesebre pero ya sonriendo, el que no pisaba las iglesias salvo para poner en aprietos a los sumos sacerdotes, el que predicaba al viento y al sol, el que siempre estaba caminando y hasta -¿me atreveré a decirlo?-, el que “no trabajaba”.
En este tiempo de culto al trabajo entendido como acumulación de garantías y beneficios, también hay un Jesús que renace en el momento mismo en que cuelga los útiles del carpintero, y emprende otra vida donde su no al trabajo convencional supone, esencialmente, atreverse a esperarlo todo de la providencia. A partir de ahí, seguro que tiene que ser muy fácil empezar a hacer milagros. Comienza en las bodas de Caná: hizo llenar las tinajas de agua y las convirtió en vino. ¿No estaría celebrando las bodas místicas del alma y el espíritu? Más adelante, multiplica los panes y los peces. Y este milagro, ¿cómo es posible que todavía hoy nos asombre, si está al alcance de casi todos nosotros?
Al igual que sus discípulos, nos pasamos la vida diciendo que no disponemos de medios para alimentar a la humanidad hambrienta. Cerca de cincuenta millones de seres humamos mueren cada año sólo de hambre en el mundo, mientras nosotros seguimos haciendo gala de nuestra opulencia y de nuestra impotencia. Mediante la multiplicación de los panes y los peces, Jesús demuestra a sus discípulos que la miseria no es ninguna fatalidad si aceptamos vivir bajo la ley de la fraternidad. Si no somos capaces de algo tan sencillo, será porque algo dentro de nosotros está muerto. Entonces necesitamos resucitar, resucitar o renacer, como Lázaro. Otro milagro simbólico que sólo puede verificarse en el corazón de cada cual. Para los primeros cristianos, seguir a Jesús suponía dotarse de una fuerza inmensa, capaz de resucitarse a uno mismo e incluso de vencer a la muerte. Pero, para creer tanto, ¿no hay que volver a ser como un niño, o estar un poco loco, y si realmente se cree, no habría de ser la vida de los creyentes como una fiesta perpetua, como un vendaval de felicidad y de alegría?
Julio Caro Baroja demostró que el ciclo de la Navidad pertenece a la misma estación invernal que el Carnaval y otras fiestas rabelesianas, profanadoras y subversivas, como la Fiesta de los Locos, o la de los Niños, que luego sería la de los Reyes Magos. En todos estos rituales encontramos el mismo culto al renacimiento de la vida, pero también por la alegría del sol que renace como niño, como Luz Niña.
Desde esta perspectiva, el Jesús renaciente de la Navidad viaja en el mismo trineo que el risueño Santa Claus, y hasta se le podría ver perfectamente fumando en pipa junto a Olentzero de los vascos. Su moralismo radical, el del Sermón de la Montaña, no estaba en conflicto con la alegría esencial que le habría llevado a sentarse en nuestra mesa, aunque también aquí le hubiera bastado con un pescadito del lago Tiberiades, que fue lo único que se le vio comer después de la resurrección.
No, este profeta inconformista jamás hubiera hecho suyos los lúgubres oficios de tinieblas que practicaban los fariseos durante la pascua judía. Fue a ellos a quienes les dijo: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado”. Pero, de paso, también nos está diciendo a nosotros que la fe no es una cuestión de doctrina sujeta a los dictámenes de clero alguno, sino una cuestión existencial, una opción vital que obliga al perfeccionamiento interior y donde no cabe el sentimiento trágico de la vida. A este Jesús que se movió siempre en la marginalidad ni se le pasó por la cabeza crear una nueva religión institucionalizada, ni concibió empeño más grande que anunciar la venida del Reino de Dios, pero no en la Galilea histórica, sino en el corazón de cada hombre que creyera en él. Por eso su palabra era, para muchos, toda una provocación contra el poder político y religioso. Pero, para otros, suponía más bien una invitación a una fiesta extraña, donde tan importante es el compartir los panes y los peces, como el saber aceptar los costosos ungüentos perfumados con los que María de Magdala lavó sus pies. Esos mismos pies ante los que los Magos depositaron, tanto tiempo atrás, oro, incienso y mirra.
Un visionario medieval, un loco de Dios -Francisco de Asis- cuando quería nombrar a Jesús, le llamaba Niño de Belén y, como en un juego, al pronunciar la palabra Belén “reía y prolongaba las vocales para imitar el balido del cordero”. Esa llamada desde la alegría y desde la mansedumbre contiene todo lo esencial de un aprendizaje olvidado: junto a ese niño que renace con el sol, es nuestro propio renacimiento el que nos lleva a desearnos unos a otros, a veces sin saber por qué: “Feliz Navidad”.
Gracias, Antonio, por esas hermosas reflexiones que hago mías. Somos muchos los que echamos de menos los villancicos en Cercedilla. Un abrazo.
Gracias Juaco; no eres el unico que los echas de menos.
Fueron momentos mágicos que, como tantas otras cosas mágicas, es dificil que vuelvan.
En ciualquier caso tienes que saber que la letra del Ande Ande…que cantamos esa noche en casa es tuya…”Camino de Siete Pucos, ring, ring…”
Has dejado huella.
Una bonita reflexión, Antonio.
Mira a ver si encaja; y, si es así, completa la representación teatral proyectada con el recitado del poema “El camello cojito”, de la entrañable Gloria Fuertes.
Un fuerte abrazo
Querido Antonio,
Como siempre, muy emotivo tu relato. Recuerdo las mismas sensaciones que tenía cuando montábamos el nacimiento, todos los años con la misma estructura, pero con ilusiones renovadas. Ahora por razones de espacio,solamente el “misterio”. Aprovecho para desearte un feliz 2015 y que disfrutes todos los días como un grajo. Un abrazo.
Yo pensaba que, del mismo modo que todo el mundo piensa que la tortilla de patata de su madre es la mejor del mundo, todos pensábamos que nuestra Navidad era las más especial de todas.
Sin embargo con los años me he dado cuenta de que no es así; de que lo que ocurre en Cercedilla en estas fechas -especialmente la noche del 24- es diferente, es especial, y es verdadero. Es fruto de la forma que mamá y tu tenéis de celebrar; de ver la vida y de enseñarnos a separar lo sustancial de lo accidental.
Gracias por este “regalo Navideño” que no se anuncia en Firefox, pero que nos llega al corazón cada año! Espero y me comprometo a intentar mantenerlo durante muchos años.
Gracias, querido Antonio,de tus comentarios tan vivenciales y porque no,tiernos y humanistas.Con un fuerte abrazo y los mejores deseos para el Nuevo Ano,jos’e