Não me elegeram chefe de nada
O meu cartão de crédito
É uma navalha….
Brasil !!
Mostra a tua cara
Quero ver quem paga
Prá gente ficar assim
BRASIL
Fue en una reunión de Mercosur. Chávez hablaba y hablaba del movimiento popular de liberación bolivariano, mientras Lula, con esa flema musical de los brasileños, le escuchaba sin decir palabra. Pero “¿qué piensas tu compañero?”, le increpó Chávez: “que você e muito ansioso”, le respondió Lula sin inmutarse. Esas pocas palabras definen el temperamento y la filosofía política del antiguo obrero metalúrgico. Sabe esperar y tiene un olfato político fuera de lo común. Los temores que suscitó su llegada al poder de la mano de un partido revolucionario como el PT, se desvanecieron pronto al conocer el pragmatismo del nuevo Presidente y su compromiso con las reglas de juego democráticas y económicas. Lula se convirtió en un mito, dentro y fuera de Brasil. Listo como el hambre, ha sabido salir milagrosamente indemne de algunos escándalos –el de la corrupción en el PT fue sonado- y ahí sigue.
¿Ahí sigue?. Sí, Lula está vivo, muy vivo. Su figura, su carisma y su poder continúan dominando el escenario político y se han hecho patentes en el proceso electoral que está teniendo lugar estos días en Brasil. No es candidato pero está en todas partes e incluso se le busca donde no quiere estar. Es un monstruo político. Las dos mujeres que iniciaron la carrera a la presidencia son un “producto” suyo y las dos han reclamado su apoyo. Nadie sabrá nunca a cual de ellas se lo habrá dado, pero lo cierto es que Marina, más cercana al Lula sindicalista y “revolucionario” de los primeros momentos, se ha quedado en la cuneta, y será Dilma quien dispute a Aecio Neves, el candidato socialdemócrata, la presidencia de Brasil en esta segunda vuelta a la que Lula tampoco faltará.
No, no creo que falte; estará probablemente preocupado por el anunciado apoyo de una mayoría de los electores de Marina al candidato conservador. Es algo posible según las encuestas aunque nos pueda parecer increíble. Por aquello de que una imagen vale más que mil palabras os voy a pedir que dediquéis unos minutos a dos videos aparecidos en la campaña electoral. El primero, pinchad aquí, nos ofrece una imagen idílica de la sociedad conservadora en la que parece soñar Aecio Neves en su feudo de Minas Gerais. Me recuerda a la representación del cielo que vi hace ya muchos años en el gran templo de los Mormones en Salt Lake City. No tiene desperdicio, ya veréis. Conviene saber, para no ser injustos, que con esas escenas familiares Aecio trata de equilibrar su fama de playboy y de juerguista, pero eso no justifica esa visión tan ñoña y edulcorada de la sociedad ideal. Aún menos, si la situamos al lado del Brasil de las favelas y de la pobreza que hace vibrar a Marina, pinchad aquí, y que nos pone los pelos de punta. Me imagino que el contraste entre esas dos visiones del país que a nosotros se nos hace casi insoportable tiene que desazonar a Lula, pero no sé yo que es lo que va a poder hacer. Sabe, probablemente mejor que nadie, que la intención de los electores de Marina no es tanto apoyar a Aecio como castigar al PT y probablemente a él mismo. Muy listo es, no cabe duda, pero no se puede estar al mismo tiempo con todas y con todos.
Digo “con todos” con mucha intención. Porque, por absurdo que pueda parecer, también estará Lula en la campaña de Aecio en esta segunda vuelta electoral. Criticas suyas a Dilma, hechas “sottovoce” pero publicadas en la conocida Revista IPAUÍ, han sido aprovechadas por los social demócratas para hacerse “también” con su apoyo. No creo haya existido un personaje político al que hayan tratado de tener de su lado hasta sus adversarios. Ahí tenéis encabezando esta entrada, el cartel que circula por los mentideros políticos: “Até Lula e Aecio” o sea “Hasta Lula es de Aecio”. No es creíble, no puede ser que Lula haya caído en esa trampa, pero es una muestra más de su enorme influencia y de su gran popularidad.
Se las ha ganado a pulso. Ha logrado sacar de la pobreza a millones de ciudadanos que estaban excluidos del sistema y colocar a Brasil en un puesto destacado en la escena mundial. De ser el mito de una izquierda revolucionaria ha pasado a convertirse en el símbolo de los países latinoamericanos que creen en la democracia, en el libre mercado y en la necesidad de lograr un desarrollo estable y sostenido con respeto a las reglas del juego. Es realmente una seria referencia para el futuro de la democracia y el crecimiento económico en Iberoamérica. Tuve la ocasión de seguir su trayectoria desde los primeros momentos y no quería que su figura dejara de estar presente en estas páginas de mi blog.
.Querido Antonio:
Estando de acuerdo con tu admiración por el pragmatismo de Lula, tengo que romper una lanza para elogiar a su predecesor, Fernando Henrique Cardoso. Seguí de cerca la transición entre ambos y la Historia de Brasil desde que llegó la democracia; creo que Cardoso sentó las bases económicas y sobre todo políticas para que Brasil pasara del sempiterno “país con futuro” de nuestra niñez y juventud al país del presente en que se convirtió en la primera década de este siglo. Contaría muchas anécdotas sobre esa transición, pero baste una. En 1994, pocos meses después de la elección de Cardoso, estalló una crisis bancaria en el país, con malversaciones y evasiones de capital. El presidente de la entidad bancaria era el consuegro de Cardoso, y el Director General era el cuñado de la hija de Cardoso
“No les detallo” explicó Cardoso en una reunión en 2004 en Washington a la que asistí con los Presidentes del Banco Mundial y del Interamericano de Desarrollo y del Director General del Fondo Monetario Internacional y con varios miembros iberoamericanos del Club de Madrid “cuántas presiones tuve para que el escándalo no saliera a la luz, y cuando se supo, para que recomendara clemencia a los jueces”. Mi respuesta fue
“La consolidación de las instituciones democráticas de Brasil es infinitamente más importante que nuestra unión y ventura familiar; mi predecesor en el cargo Color de Melho fue destituìdo por corrupción. Por desgracia en este caso tiene que caer el pleno peso de la ley sobre los culpables. Y así fue. Estamos en 2004 y, diez años después del delito, el cuñado de mi hija sigue en la cárcel”
Cardoso contó la anécdota porque el Fondo Monetario y el Banco Mundial no daban la debuda importancia y apoyo a las instituciones democráticas, y respondía al pesimismo de los dirigentes de las instituciones financieras internacionales sobre el futuro de América Latina por el “atrincheramiento de las clases privilegiadas y su reticencia a ceder ninguno de sus privilegios”.-
Cardoso fue quien convenció a Lula de que la política de izquierdas no era sostenible sin mantener un equilibrio presupuestario, y quien le indujo a presupuestar un excedente fiscal del 2,5% del PIB. Y esa política de estado de derecho y sostenibilidad macroeconómica fue la que restableció la confianza de los inversores internacionales que llevó tasas altas de crecimiento a la economía Creo que merece tanto reconocimiento de los brasileños como merece Lula.
Un fuerte abrazo Diego
Gracias Diego por tu comentario cuyo contenido comparto plenamente.
Me vas a permitir que vaya incluso más lejos que tu: sin Cardoso no es posible entender el fenomeno Lula y ha sido el propio Lula el que así lo ha reconocido en multiples ocasiones..
Y eso no solo porque le abrió el camino y le enseñó el respeto a las reglas democraticas y a ls exigencias de la económica: también en lo social Cardoso fue un maestro para Lula.
Te contaré algo: la primera vez que oi hablar de Bolsa familia, el programa social estrella de Lula seguido luego por Dilma y que se han comprometido a mantener todos los candidatos a estas elecciones, fue en casa del magnate Roberto Marinho, en una reunión con Ruth Cardoso, la mujer del expresidente. No hablaba por supuesto Ruth, eminente soiologa que ayudó mucho a su amrido, de Bolsa Familia, es decir de un programa con ese nombre, pero el concepto de ayudas sociales generalizadas para la lucha contra la pobreza, era el mismo que bajo diversos nombres, Bolsa Escola, fue uno de ellos, ha pasado a formar parte esencial del sistema social brasileño.
Hay que agradecer a Neves su campaña para reivinciar a Cardoso, algo olvidado en las elecciones pasadas. reivindicación que le ha ayudado sin duda a remontar los malos resultados que en un principio predecían las encuestas.
Gracias Diego porque tu ciomentario me ha servido para decir algo que faltaba evidentemente en mi entrada.
Gracias maestro..
Excelente entrada, Antonio, y magnífico post el de Diego. Le añado una pincelada retrospectiva con el artículo que publiqué en El Diario Vasco, un 8 de Enero 2003. Hace once largos años, cuado todo -igual que ahora, estaba por hacer:
“LOS VIAJES DE LULA”
Álvaro Bermejo
Los visionarios del Cinema Novo pusieron título a Brasil: Tierra en trance. Aquí se baila la samba continua. Incluso entre los vanguardistas edificios de Oscar Niemayer y la miseria de las favelas. Cincuenta millones de pobres, el 40% de la población de una ciudad como Sao Paulo, y la opulencia sin límites concentrada en la avenida Paulista, por la que circula el 32% de los capitales que se mueven en América Latina. Movimiento, danza, trance. Viajes excesivos. El de Lope de Aguirre descendiendo el Amazonas, o los arrebatos mesiánicos que cruzaban como huracanes el Gran Sertao. Mañana el recién elegido presidente Luiz Inazio –Lula- da Silva, inicia un viaje que tiene algo de todo eso. Regresa al polvoriento Noroeste donde nació para poner en marcha el proyecto Hambre Cero. Conoce los caminos: veinte años de batalla dentro del Partido de los Trabajadores y tras asaltos a la presidencia. El cuarto y último también fue un viaje excesivo. Recorrió 162.000 kilómetros, una distancia equivalente a dos vueltas al mundo, todo esto detrás de un eslogan de puro realismo mágico: Lula, Paz y Amor. Socialismo, Populismo, ¿ también algo de Justicialismo ? Resultado: 20 millones de votos, la victoria electoral más arrolladora en toda la historia de Brasil.
Lula, Paz y Amor. Lulamanía. ¿ Qué clase de Revolución de Octubre fue la suya ? ¿ Y qué es lo que viene ahora? La pregunta no es nada ociosa. Por ejemplo, amigo lector, ¿ especula usted con sus activos en la Bolsa española? Le conviene saber, entonces, que ya en 1998 España se convirtió en el primer inversor mundial dentro de la economía brasileña. Un puesto que cedió en el ’99, y sólo ante EE.UU., pero para recuperarlo de nuevo en el 2000, con un récord de inversiones, el 33% del total. Telefónica, Iberdrola, Endesa, Gas Natural. Son sólo los nombres de algunas de las macroempresas hispanas comprometidas con la suerte de Lula. ¿ Pero qué puede hacer Lula en un país cuya deuda externa supera los 30.000 millones de dólares ? No, déjenme ser un poco más cruel: ¿ Qué puede hacer Lula, cuando durante los años 2003 y 2004 está obligado a pagar cada semana -sí, cada semana- más de 1000 millones de dólares en función de esa misma deuda ?
El primer viaje de Lula como presidente ha sido dejar doce aviones de combate en tierra: 700 millones de dólares que le ahorra al país para iniciar con ellos su campaña Hambre Cero. Aplausos. Además del Hambre, a nadie se le oculta que el Paro ha alcanzado su nivel más alto en los últimos veinte años, y que el gasto en Educación ha caído del 21% en el ’95, a menos del 9% en el 2000. Todo esto ha sucedido de la mano de un intelectual honrado, el presidente saliente, Fernando Henrique Cardoso, que ha aplicado durante los ocho años de su doble mandato el modelo neoliberal imperante. Su fracaso, pues, no es el fracaso de un hombre, es el fracaso de un sistema. Entonces, la victoria de Lula, además de la victoria de un hombre, ¿ será también la de un nuevo sistema ?
Brasil es un continente dentro de un continente que atraviesa una crisis de inmenso calado. El neoliberalismo no sólo no ha resuelto los problemas. Además, ha escorado a grandes sectores de la población en el escepticismo acerca de los beneficios de la democracia y de los mercados libres. La victoria de Lula supone el primer viraje hacia la izquierda que se registra en América Latina en dos décadas. Cabe preguntarse, sin embargo, si el desafío a la ortodoxia neoliberal desde este inédita tercera vía tiene un contenido, más allá de la samba de los símbolos.
Pienso en una de las primeras novelas de Jorge Amado, cuando Amado era un novelista de combate: Prestes, caballero de la Esperanza. Es un buen título para el segundo viaje de Lula. ¿ Cuál ? Tal vez un largo viaje del simbolismo al pragmatismo que combine el sentido de la justicia con el sentido común. Luchar contra la pobreza que encuentra en las favelas y en los niños de la calle su expresión más sangrante, pero sin caer en la demagogia. Responder a las expectativas de los “sin tierra” diseñando una reforma agraria eficaz. Y tal vez hasta liderar una estrategia regional que fortalezca la trama de Mercosur, frente a los Acuerdos de Libre Comercio – habitualmente abusivos- que Washington pretende poner en pie.
El tercer viaje de Lula aún no tiene fecha, pero su destino inevitable es probar una de las deletéreas galletas crakers que expende George W. Bush, en la Casa Blanca. Hablará, entonces, en nombre de las ingentes masas de excluidos. Pero su mensaje tendrá una resonancia especial en unos cuantos decrépitos palacios coloniales: en la jaula del oro de Hugo Chávez. En el corralito del acorralado Duhalde. En el electroencefalograma plano de Vicente Fox. Y, por descontado, en la barbería para dinosaurios donde esperan a Fidel Castro.
Como los sombreros imposibles de Carmen Miranda, como imaginar a Pelé vendiendo Viagra, de Brasil se puede esperar cualquier cosa. Pero cuando los alcaldes y los gobernadores del Partido de los Trabajadores han llegado al poder, en otros comicios, lo cierto es que no han implementado ninguna guerra del Fin del Mundo: han puesto más énfasis en lo social pero in apelar al galope de los cangaçeiros. Así se ha venido gestando, durante toda la campaña presidencial, de una manera subrepticia pero progresiva a medida que veía que tenía la victoria a su alcance, el definitivo viaje al centro de Lula. No, por supuesto que no se va a convertir en un continuador de Cardoso. Pero seguro que tampoco va a romper con todas sus políticas: cambiará las que no funcionan, y mantendrá las que sí venían haciéndolo, notablemente las políticas antiinflacionarias. Y está muy bien que sea prudente. A medida que disminuya la desigualdad social, aumentará la estabilidad económica. A medida que aumente el poder de compra de los consumidores, se fortalecerá el mercado. Y a medida que éste se consolide, es muy posible que las empresas españolas expandan sus cuantiosas inversiones. Por ejemplo, en el sector turístico, como alternativa al Caribe ya saqueado por las hordas de “tropicófagos” made in Spain.
Hay quien viaja a Brasil buscando a Gabriela, clavo y canela, y se encuentra con Teresa Batista, cansada de tanta guerra. De hecho, durante décadas millones de brasileños han vivido maniatados por la imagen de su Carnaval y excluidos de cualquier posibilidad de desarrollo. Pero el pasado octubre, pese al descalabro nacional, optaron por las urnas y no por la violencia, y votaron masivamente, no a un gallo con polainas, sino a un sindicalista que proponía una ordenada marcha para transformar el sistema. De ese modo pusieron a Brasil, con todas las consecuencias, en la proa de América Latina.
Seguro que en este viaje Lula recordará esa frase de Guimaraes Rosa, cuando decía que todo lo bello es oblicuo. Veinte años después de iniciar su navegación hacia el poder, qué duda cabe, se le hundirán más barcos, pero ya no puede elegir el rumbo equivocado.
Mira por dónde, he encontrado otro artículo más, este de 2005. Seguro que te vas a quedar con el primero
“ADIÓS, CABALLERO DE LA ESPERANZA”
Álvaro Bermejo
Nació entre las áridas tempestades de polvo del noroeste y sólo pudo ir a la escuela unos pocos años, pues era uno de los ocho hijos de una mujer abandonada. Luis Inazio Lula da Silva sabía lo que era el hambre en un país de cuarenta millones de hambrientos. Había sufrido el drama de la pobreza y la exclusión social, tenía muy claro que el Brasil real estaba más cerca de las favelas de Río que de los rascacielos de Brasilia, y que la chica de Ipanema, más que un mito sexual, era una “menina da rua” obligada a venderse de playa en playa para sobrevivir.
En las elecciones de 2003, Lula alzó todos esos rostros sobre la bandera del Partido de los Trabajadores, y su campaña fue un huracán de cincuenta millones de votos que supuso la victoria electoral más arrolladora de toda la historia de Brasil. Apenas dos años después de aquella “Revolución de Octubre”, otro huracán, pero éste de escándalos de corrupción, ha abierto asimismo la crisis más grave de la historia de su país desde la dictadura militar. Y amenaza no sólo con derribar al presidente, sino con hacer desaparecer al Partido de los Trabajadores entre las tempestades de una trama de sobornos generalizada.
De nada ha servido que el pasado sábado un Lula desencajado dirigiera un patético mensaje a la nación para pedir perdón y declararse a un tiempo “traicionado e indignado” por estas prácticas inaceptables. Su credibilidad no ha dejado de caer de día en día, hasta el extremo de que, si no dimite –y él no piensa dimitir-, la Oposición trabaja ya sobre un escenario de destitución para evitar la quiebra nacional. La Oposición tiene razón. Por más golpes de pecho que se dé, el país ha dejado de creer en él. No se puede ignorar que, en pleno proceso electoral, el segundo de a bordo del Partido de los Trabajadores estaba ya comprando una coalición con el Partido Liberal a cambio de diez millones de reales –unos tres millones de euros-. Pero esa sólo es una de las decenas de maletas intervenidas a otros tantos diputados tránsfugas y corruptos que, desde mayo, intentan abandonar el país untados hasta las cejas por el “mensalao”, o pagados como el publicista que organizó la brillante campaña de Lula, con un ingreso en una cuenta de un banco de Bahamas, entre cuyos clientes más distinguidos –pobre utopía radical- figuraban los líderes revolucionarios del Partido de los Trabajadores.
¿ Cómo se entiende que el incorruptible Lula se haya dejado atrapar en una trama de corrupción generada por su propio partido, tan burda y tan flagrante? ¿ Cómo se entiende que un líder que sabía que su triunfo suponía un desafío a la ortodoxia liberal y una esperanza para un país ávido de justicia social, y aun para toda América Latina, cómo se entiende que se haya dejado atrapar por la cultura del soborno y la codicia, que haya cerrado los ojos tanto tiempo ante la turbiedad de cloaca que se acumulaba en la tesorería de su partido?
Tal vez la corrupción es consustancial a la materia humana, o tal vez es un lastre inevitable que genera el sistema. El nuestro, por ejemplo, no sólo favorece la creación de “paraísos fiscales”, sino que los promociona como referentes de triunfo social. Tampoco es ningún secreto que no pocos escándalos de corrupción política son “comprendidos” en ciertos contextos donde, aun los líderes más honestos, “se ven empujados” a transgredir la ley para cumplir con su cometido político. Pero si todo ello resulta intolerable cuando sale a la luz, como sucedió, sin ir más lejos, en la España del Pelotazo socialista y la cleptocracia generalizada, la herida resulta aun más sangrante cuando se produce en gobiernos como el del Partido de los Trabajadores de Brasil que, desde la izquierda más pura, dicen hablar en nombre de masas ingentes de excluidos.
Es muy cierto que en Brasil la corrupción no es un problema de Gobierno, sino más bien una lacra endémica del Estado. A nadie se le oculta, sin embargo, que la situación puede volverse explosiva si se consiente la confusión entre lo que pertenece al Estado y lo que responde al partido en el poder. Desde mucho antes de que Lula subiese al feliz escenario altermundista de Porto Alegre, dentro de su partido se estaban generando inercias evidentes hacia una especie de ocupación autocomplaciente del Estado, como sucedió en su tiempo con el PRI en México. Con ser grave la mexicanización rampante del PT, comenzó a serlo más cuando, escándalo sobre escándalo, Lula se aplicó a decapitar a toda la cúpula de su partido sin detenerse ni un instante, hasta cuatros meses después de la primera crisis, a asumir sus propias responsabilidades.
Aun así, una cosa es pedir perdón y seguir en el poder, y otra muy distinta pedir perdón y dimitir. De la misma manera, una cosa es lamentar de brazos cruzados la corruptibilidad inherente al sistema, y otra muy distinta plantarle cara implementando una ley de financiación de partidos que la combata radicalmente. En esto, por desgracia, Brasil no es una excepción. Tampoco nuestros sucesivos gobiernos han reformado ni una coma de la vieja ley que favoreció tantas corruptelas y tantos vuelos de maletas, ni aun cuando el destino final de unas cuantas era, precisamente, Brasil.
Así como del PSOE de Felipe González, del PT de Lula se esperaba todo. Un cambio de estilo y de prioridades para afrontar la aguda crisis económica y social que había elevado la tasa de inflación casi al 50% anual. Cuando ganó las elecciones del 2003, los profetas de la catástrofe vaticinaron la implosión total de la economía brasileña, y aun la del todo el Cono Sur, pues no hay que olvidar que estamos hablando de la economía más poderosa de América Latina. En apenas un año de gestión y gracias a un manejo responsable de la agenda macroeconómica, Lula consiguió reflotar el país, lo puso en la senda del crecimiento y comenzó a construir una política social coherente y sostenida que ya ha sacado de la pobreza a más de siete millones de familias.
Por supuesto que detrás de esta trama de sobornos y escándalos había más de una mano negra interesada en que esa revolución tranquila se viniera abajo. Pero nadie debía ser más consciente de ello que el propio Lula, nadie más que él debiera haber extremado todas las cautelas, pues era mucho lo que estaba en juego, para Brasil y para toda América Latina.
En esa América, siempre están en batalla dos inercias muy literarias: los grandes utópicos radicales, como Simón Bolívar, y los grandes espadones, tan tristes y tan corruptos como los coroneles de García Márquez. En sus tiempos de novelista de combate, el soberbio escritor brasileño Jorge Amado puso música de utopía a la biografía del dirigente comunista Luis Carlos Prestes, “El Caballero de la Esperanza” que acabó sus días exiliado en Moscú y expulsado del partido que él mismo había fundado veinte años atrás. Probablemente, cuando Lula afirmó que éste era su libro de cabecera, no era consciente de hasta que extremo estaba prefigurando su propio final.