eta nora joan daktzula igoai egongo zera zu/e igual no sabes a donde ir
Dudarik ere etzazu egin/no lo dudes
umerik baldin badezu lasai igaro ta jolasteko/si tienes niños y quieres estar tranquilo y jugar
Deba aukeratu zazu/elige Deba (…) Debako Herriari
En las fiestas de este año en Deba lo más sonado no han sido las fotos de los presos -ya solo había una en el balcón del Ayuntamiento- ni las pancartas “oficiales” que ya casi ni se miran o al menos eso me parece a mi. Lo que ha llamado la atención ha sido la pitada a la alcaldesa el día de la tamborrada y los pañuelos rojos con el “Gora Deba” que lucían la mayoría de los vecinos.
Llevo casi cincuenta años veraneando en este pueblo de Guipúzcoa y sé bien lo mucho que pueden dar de sí los festejos de agosto: “Jaiak bai, borroka ere bai”, o sea, fiesta, movida y agitación, que es lo que piden las consignas y los carteles. Aquí, en Deba, el momento cumbre de los sanrokes es la tamborrada en la Plaza Mayor en donde la multitud canta y baila al son de la celebre “Marcha de Deba” de Sorozábal. Ahí fue cuando la alcaldesa de Alternatiba -más o menos Bildu- recibió una de las mayores pitadas que se recuerdan en la localidad. No, como venía siendo habitual, por haber pronunciado algunas palabras en castellano o por algo relacionado con la banderas. No, en esta ocasión la pitada y los abucheos se debían al apoyo del actual gobierno municipal a la “independencia” de Iciar y barrios adyacentes.
Por lo que se está viendo son muchos los vecinos de Deba que no comparten esa decisión de la alcaldesa. Te lo sueltan en cuanto pueden: somos el 90% y vamos a quedar en manos de una pequeña minoría. Están que trinan. No les dejaron participar en la consulta popular convocada por los de los barrios secesionistas para ejercer su derecho a decidir. Se aprobó por una gran mayoría, como era de esperar, pero los vascos de Deba no pudieron votar. Han constituido la plataforma “Gora Deba” para defender sus posiciones. Ellos han sido los que han promovido la pitada y los que han pedido que la gente llevara pañuelos y pusiera colgaduras con mensajes de protesta. Los de los barrios han visto en ese “Gora Deba” una réplica del “Viva España” y les han acusado de españolistas –un terrible insulto por estos pagos euskaldunes- pero han recibido exactamente la misma acusación por haber aprobado el acuerdo gracias a una norma “española”, menos estricta que la foral en cuanto al quórum exigido. Lo de “españolistas” o “no españolistas” empieza ya a oler a puchero enfermo, los tiempos han cambiado, pero ahí sigue. A los que disfrutamos de la hospitalidad de Deba, a los que nos sentimos aquí como en casa desde hace tantos años y mantenemos unas relaciones sinceras y amistosas con todos, la persistencia de esos viejos y anacrónicos recelos nos produce pena y hasta un poco de irritación. Yo a veces pienso, para mis adentros naturalmente, que ese sentimiento antiespañol se ha convertido, en algunas ocasiones y para alguna gente, en una especie de pose, de gesto casi inevitable de reafirmación, una suerte de peaje que hay que pagar para no ser acusado de traidor a la patria.
Todo lo que acabo de contar podría ser un perfecto retrato berlanguiano de cómo están ahora las cosas en el País Vasco. Sería excesivo por mi parte sacar conclusiones generales de este debate Iciar-Deba, que llevaba años fraguándose y que ahora ha explotado al tener las riendas del poder la izquierda abertzale. Se trata de un tema local, y nada más. Demuestra, sin embargo, de alguna forma, que, desaparecida ETA – y eso es lo más importante que ha pasado por aquí en mucho tiempo- la situación se ha estabilizado sensiblemente -Urkullu se ha distanciado claramente del soberanismo catalán- y comienzan a surgir las cuestiones de la vida de todos los días, las que plantean los ciudadanos con sus reivindicaciones más inmediatas. Es un síntoma de normalidad, un buen síntoma.
La gente está ahora menos condicionada, es cada vez más libre, más exigente, y se enfrenta a asuntos para los que no valen ya los clichés ni las consignas de siempre. En la “cuestión debarra” realmente no hay “españolismo” que valga: todos son vascos, todos han de tomar una decisión al respecto, y han de hacerlo de la mejor forma posible, la que cree menos traumas, la que facilite el desarrollo económico de los pueblos y de los ayuntamientos y la buena convivencia entre sus ciudadanos. A veces se llega a lo más sencillo por las vías más tortuosas. Un año más diré “Gora Deba” porque este es también mi pueblo y ésta es también mi gente. Aquí he visto jugar y disfrutar a mis hijos y a mis nietos como en ningún otro lugar. Hago míos los versos del comienzo, porque si tienes que elegir “entre pueblos costeros bonitos”, no lo dudes, este es tu sitio.
A la memoria de Manuel de Cárdenas Pastor, abuelo de mi mujer y gran arquitecto. Supo en su momento elegir y Deba le ha dedicado este paseo. Las casas que aparecen en la fotografía fueron proyectadas por él.
LE CANARD ENCHAINÉ… AU PAYS BASQUE
Nací, como bien sabes, mi querido Antonio, el mismo día en que ETA venía al mundo. Yo lo hice en San Sebastián, ella, ni némesis, precisamente en Deba. Yo debiera haberme llamado Ignacio, pues mi alumbramiento tuvo lugar al día siguiente de la fiesta del santo patrón de Guipúzcoa, pero mi madre se encaprichó con lo de Álvaro y con Álvaro me quedé. ETA también pudo llamarse de otra manera. De hecho, el primer acrónimo elegido iba a ser ATA y no ETA, en orden al postulado Aberri ta Askatasuna, Patria y Libertad. ¿Por qué triunfó ETA y no ETA? Esto es rigurosamente histórico –histórico-histriónico más bien-, pues el nombre se cambió en base a que la palabra ATA significa pato en euskera vizcaíno, y daba como risa.
Todo ello viene a cuento de tu entrada donde glosas el episodio de la pitada a la alcaldesa y el contencioso “independentista” de Itziar. Te ha faltado precisar que aquí todo se resuelve en parámetros “microlíticos”, como decía Oteiza cuando aludía al paleolítico vasco. Itziar no pasa de ser una aldea, por más fuerte que sea su peso industrial, con una población que no supera el millar de habitantes frente a los cinco mil de Deba. Ahora bien, ahora ya por extensión y siguiendo en el supuesto de que se independizara, el 19% de la población se llevaría el 92,5% del territorio de Deba, de lo que resultaría un descalabro económico sencillamente estupefaciente.
Algo semejante, pero ya solo en versión agropop, es lo que está sucediendo con el barrio -¿pueblo?- de Igueldo, en San Sebastián. Se diría que, una vez desaparecida ETA –o ATA-, las entidades menores han hecho suya la mecánica del ideario independentista y quieren separarse de las ciudades o los pueblos que entienden poco menos que como sucedáneos de la “bota española”. Desde mi feliz exilio en Madrid, pienso que nunca se ha aplicado mejor el viejo axioma de que quien siembra vientos recoge tempestades. Dejé el País Vasco cuando acabé de convencerme de que su futuro era una causa perdida. Ya no me reconocía en mi tierra ni en mi gente. Una hiperpolitización ramplona y tabernaria lo había convertido en un territorio bajo sospecha, atosigado por el sobrepeso de la identidad, por un absurdo orgullo racial vehiculado a través de la lengua y la doctrina, donde la vida, al menos para mí, comenzaba a estar en otra parte.
Convendrás conmigo que no es lo mismo la visión del visitante ocasional –o vacacional-, que la del ciudadano que vive allá los 365 días del año. Podemos y debemos celebrar el fin de ETA en cuanto a organización criminal, pero sería un simplismo ignorar que su ideario de base nunca ha estado más presente ni gozado de mayor predicamento.
Si Urkullu se distancia del independentismo catalán no es porque haya entrado en la senda de los sensatos, sino por lo que asoma tras la propuesta federal del PSOE, y esto no es otra cosa que una más que posible extinción del Concierto económico y el Cupo, una vez que la nueva España federal ejerza su propio derecho a decidir y exija la desaparición de privilegios tan anacrónicos como el derecho de pernada.
Tú, en Deba, has visto disfrutar a tus hijos. Yo, en San Sebastián, he visto morir a mis amigos, vilmente asesinados por ETA. No puedo gritar Gora Deba, ni Gora Euskadi, ni creo que lo grite jamás, pues dudo seriamente de que se llegue a una situación de normalidad real, donde los asesinos sean execrados como lo que son por la mayoría de la población, donde las personas y los profesionales se midan por su valía y no por su ideología, donde nadie se sienta más que nadie apenas por el albur de haber heredado ocho apellidos vascos, donde haya que tener cuidado con lo que se dice en según qué contextos, y donde, en suma, gritar Gora Deba o Gora Euskadi no comporte, por adversativa, un muera España y todo lo español, como sucede tácitamente en todos los eventos populares de Euskal-Herria.
Mientras eso no suceda podremos seguir disfrutando de sus maravillosas vistas al mar y de sus no menos maravillosos rapes a la parrilla, pero en esa parrilla seguirán estando todos cuantos piensen diferente y no se atrevan a manifestarlo por temor a incomodar a la entrañable etekoandre o al embrutecido morroi que escruta a los extraños desde el otro extremo de una barra salpicada de txakolí. Bajo ese silencio, sea electivo o preventivo, no rezuma otra cosa que un totalitarismo larvado, canalla entre los canallas, hecho a la medida de un país envenenado de miseria moral, de hipocresía social, de mil cobardías colectivas, de abdicaciones clamorosas y pactos vergonzantes, cuyo resultado es un constante y ya infinito por la paz un ave maría. ¿Merece la pena seguir viviendo en un territorio así? ¿Merece la esperanza? ¿Merece el respeto? ¿Merece la dignidad que arrebatan cada día a los que callan y miran para otro lado, a los que no caben en su lecho de Procusto, a los que se avergüenzan por no ser lo suficientemente vascos u ominosamente españoles?
Venceréis pero no convenceréis, dijo un vasco tirando a maldito, como todos los que piensan. La sentencia es plenamente aplicable a la nueva Euskadi que emerge de las cenizas del Terror. Ellos han vencido, con todas las consecuencias, pero me temo que no se convencen ni siquiera a ellos mismos. Desaparecido el enemigo exterior –la pérfida España-, el enemigo interior comienza a perfilarse, y remite a la vieja espiral de las guerras medievales entre Parientes Mayores y Parientes Menores. Bildu contra PNV, oñacinos contra gamboinos, una vez más. De las viejas machinadas se salió cuando la corona de Castilla tomó partido por uno de los contendientes –Ignacio de Loyola sabía mucho de eso-, solo entonces llegó la paz. Sería particularmente divertido que la batalla entre nacionalistas de uno y otro signo que comienza a conformarse, ya en pleno siglo XXI, se saldara con una entente semejante.
Entre tanto, auguro tiempos apasionantes en los que habrá pocos días de sol sobre Deba. Un viejo amigo ya fallecido, el sabio Latxaga, me decía que en la esencia de la mentalidad vasca estaba insertada la cultura del No –Ezaren Bila-. No a que tú seas igual que yo, no a que tú tengas lo que yo no tengo, no a tu manera, sino a la mía. No a la autovía de Leizarán, no al tren de alta velocidad, no a todo por principio. La espiral de negatividad dibuja la larga sombra del hacha y la serpiente. El resultado es una entropía, festiva en verano, dramática cuando esa larga sombra madure un no menos largo invierno de toda esperanza.
No soy pesimista por principio –tú lo sabes-, pero no puedo dejar de ver lo que veo bajo las apariencias y las conveniencias. Y lo que veo es un País Vasco en clara y abierta involución en todos los órdenes, particularmente en el cultural, el que más me afecta, pero también en el social. Por más fervorosas que sean las txalapartas soberanistas, no se puede construir una nación en contra de la mitad de su población. Por más unánime que sea su ideario, tampoco se puede esperar un futuro promisorio construido sobre el silenciamiento, forzado o electivo –no se vayan a molestar-, de toda discrepancia. Me fui del País Vasco cuando ya no me quedaba ni un solo resquicio para alzar la voz, ni uno solo. No puedo agradecerles que no me matarán –mi nombre llegó a figurar en las listas de honor de los asesinos-, pero tampoco te oculto que me produce una cierta sonrisa, solo levemente amarga, cuando constato que el discurso de ETA ha sido suplantado por el parpareo (la palabra existe) de los patos de ATA-Bilbu. Si esto fuera Francia, acabaría con una metáfora volteriana sobre Le canard enchainé… au Pays Basque. Acabarán cantando el Vivan las cadenas, aunque desde Itziar solo oigan que gritan Gora Deba.
Gracias una vez más querido Álvaro por tu presencia en este blog, al que tan generosa y frecuentemente aportas ideas y opiniones del mayor interés. Como te he dicho en alguna ocasión, es ya en realidad “nuestro blog” para mi provecho y el de mis lectores.
No me ha pillado de sorpresa tu reacción a mis comentarios sobre el tema vasco en esta entrada; hemos tenido oportunidad de hablar con frecuencia de lo que está ocurriendo en tu tierra y sé bien lo que piensas. Y, naturalmente, lo respeto: hablas de lo que sabes, de lo que has vivido y sufrido en tu propia carne y eres un analista inteligente y lucido del laberinto vasco. En resumen, te considero una autoridad en la materia a la que, como sabes y soportas, recurro con frecuencia.
Ahora bien, dicho todo esto, que no es poco, debo de añadir que todos tenemos nuestro corazoncito y nuestro derecho a opinar de un asunto que nos concierne de lleno aunque solo seamos “veraneantes”. Mira, Álvaro, eso no me ha parecido bien. En esto, creo, se te ha ido un poco la mano. Eso de que porque pasemos solo una temporada en el País Vasco, estemos en inferioridad de condiciones con respecto a los autóctonos y a los que se pasan allí la vida para dar nuestra modesta y leal opinión sobre lo que está pasando, no me casa con tu actitud abierta y liberal.
Déjame que te lo diga con toda claridad: mi opinión sobre las pitadas en la tamborrada vale tanto, según me parece a mí, como la de cualquiera de los debarras, por no irme más lejos. Y vale también tanto como la tuya, aunque tu experiencia y tu conocimiento de la situación sean mucho mayores que los míos. Es la experiencia de un “veraneante”, sin duda, pero los “veraneantes” también cuentan (también deben contar) y es posible incluso que su “distanciamiento” les permita ver algunas de las cosas que pasan con mayor objetividad.
Tú diagnóstico de la situación actual en el País Vasco es mucho más negativo que el mío; no tiene solución, dices, y es inútil hacer nada. Yo, sin embargo, pienso que el hecho de que ETA ya no mate es un enorme paso adelante y que habrá que tratar de restañar las terribles heridas producidas por el terrorismo. Dices que no quieres gritar “Gora Deba”, y me parece bien, y lo entiendo, pero yo sí porque mi historia personal de casi cincuenta años –que no es poco tiempo- con ese pueblo guipuzcoano me hace sentirme parte de él y desear para los debarras y para todos los vascos el restablecimiento de una convivencia respetuosa entre las dos culturas que son parte esencial, las dos, de Euskalerria.
Seguiré en la brecha, Álvaro, por aquello del “Oficio de Unir” que a veces se hace difícil pero que, con el paso, de los años llega a imprimir carácter. Te diré un lugar común: cada uno es cómo es, y no podemos saltar por encima de nuestra propia sombra. Algunos sentimientos y algunas sensaciones son intransferibles. Creo que debemos de tener muy en cuenta el dolor, el que tenemos nosotros mismos, el que nos rodea, el que nos condiciona y nos perturba. Con nada debemos de ser más cuidadosos con el dolor: con el que sentimos nosotros y con el que sienten los demás… Pero, ya sabes Álvaro, que el dolor, en ocasiones, dificulta la percepción ajustada de la realidad…
Querido Antonio.
Mi padre, tío Juan como le llamabais mi prima Paloma, cuyas manos te ruego beses en mi nombre, y tú, me enseñó muchas cosas, pero una de sus más sorprendentes enseñanzas fue el amor a lo vasco.
Y he empleado lo de sorprendente porque, naturalmente, no tiene nada de raro que un vasco ame a León o que un leonés ame a la tierra vasca, pero es que algún vasco se llevó a ese leonés a “dar un paseo” (aunque felizmente alguien detuvo la atrocidad de pegar un tiro a un niño) por el camino de Icíar y, posteriormente, fue enviado a hacer de escudo-humano en el puerto de Bilbao. Todo esto sucedía cuando el leonés, tío Juan, mi padre, había cumplido la semana anterior diecisiete años. Él fue quien me enseñó a amar a la tierra vascongada y a los vascongados.
Deva no es es bonito, tiene una iglesia bellísima, una alameda fenomenal y un paseo de los chalets (el de la foto que insertaste en el blog) precioso. Punto; absolutamente nada más.
Hace años me preguntaba por, aparte la influencia paterna, las razones por las que me siento tan unido a Deva y a lo vasco. Hasta que un día Rilke me dio la solución. Venía a decir, y siento no citarle textualmente, algo así como que la patria de un hombre está allí donde pasó su juventud. El poeta checo, no solo no escribió en su propia lengua (lo hizo en alemán), sino que vivió en media docena de ciudades y tal vez todo eso le generase alguna duda sobre su identidad. Rilke la solventó con esa frase tan luminosa para mí y tan curiosa en él, porque su juventud en Praga debió ser, por lo que dice su biografía, más que desgraciada.
Claro; la juventud no es aprenderse el teorema de Tales de Mileto o los ríos de Europa, sino la primera partida de mus, la primera llegada a casa después de las 10 de la noche, el primer chato de vino, el primer beso en la boca… La juventud es la suma de innumerables primeras veces que, habitualmente, no se producen en, digámoslo así, periodo lectivo, sino que suelen tener lugar en vacaciones y, los que teníamos la suerte de veranear, en el lugar de veraneo. En mi caso en Vascongadas: en Deva.
Así que dice Rilke que la patria de este madrileño castizo que entra con inverecundia en tu blog está en Deva (hoy Deba).
Bien sé que tus razones deben ser otras, pues tú no pasaste tu juventud (en el concepto de juventud al que me he referido) en Guipúzcoa, pero he puesto mi ejemplo (no por paradigmático, sino porque es el caso que mejor conozco) para señalar que, junto con la tuya y la de Álvaro Bermejo (A.B.) hay diversas formas de amar aquello y diversas razones para hacerlo.
Pero A.B. parece que te excluye (no te estoy defendiendo, me estoy defendiendo a mí) o te pone (nos pone) en un segundo nivel porque, textualmente, «Convendrás conmigo que no es lo mismo la visión del visitante ocasional –o vacacional-, que la del ciudadano que vive allá los 365 días del año». Tal vez no sea una misma visión, pero a mí la de A.B. me parece excesivamente reduccionista; la cercanía física no tiene por qué producir una mayor claridad de ideas.Y, desde luego, la lejanía no tiene por qué producir una menor.
Estoy escribiendo esto y me está sangrando el corazón. Nunca había llevado la contraria en este campo a quien considero un héroe, como para mí lo son todos los que han vivido «sobre la tierra vasca en pie» sin doblar el brazo ante el nacionalismo chulesco y apabullante, pero me da mucha rabia que él piense que se encuentra por encima de mí con respecto a lo que mi alma siente o puede sentir (estoy hablando nada menos que de mi alma) por una cuestión de 450 km. Yo me siento capacitado para competir con muchos vascos que no han salido jamás de su pueblo en conocimiento, profundización intelectual del problema de esa tierra y, desde luego, en amor a ella.
La respuesta que te ha dado A.B. es no sólo preciosa, sino emocionante. De verdad, pero la creo desproporcionada y descolocada. Me permitirá A.B. que considere a Bergamín un escritor inteligente y luminoso aunque el muy imbécil terminase su vida en Herri Batasuna; o que los ojos de la etarra Idoia López, «La tigresa» me pareciesen preciosos antes de empezar a matar, mientras mataba a sus 23 víctimas, cuando la enchironaron y ahora que parece que se ha arrepentido y se aleja de la banda (¿Será cierto?). Me arrogpo el derecho a hablar de la inteligencia de Bergamín y de los ojos de idoia López sin tener que añadir que uno era un idiota y la otra una asesina.
Yo, creo que a tu lado, lo que amo es al País Vasco. Se puede amar a quien no se lo merece e, incluso, se puede amar sin esperanza, pero me parece que A.B. ha llevado el centro de gravedad de tu entrada en el blog a un terreno al que tú no te habías referido. Pero ese caliginoso ambiente que describe con acerado realismo no lo impregna todo, al menos no los sentimientos.
En septiembre de 2000 asistí a una manifestación contra ETA en San Sebastián, creo que yo ya era del Foro de Ermua desde hacía unos meses. Allí uno de los manifestantes, al enterarse de que yo era madrileño me dijo algo que no olvidaré jamás, sobre todo porque me lo decía durante los llamados años del plomo: «Por favor, volved siempre ¡NO NOS DEJÉIS SOLOS!»
He usado mil veces este, te juro que dramático porque estábamos en los llamados años del plomo, episodio como repuesta para justificar mi presencia en Deba ante los “separadores” y ante las gentes de buena voluntad pero ahítas de tanta cuestión vasca.
Haré caso a mi interlocutor de la “mani”: no dejaré de ir ni a Deba. Ni de amarla. Como muy bien dices allí me siento cómodo y en mi casa. Los naturales del pueblo son mis amigos, como sus padres lo fueron del míos. Me saludan (nos saludan) con cordialidad y cariño tres generaciones de debarras. No pondré ejemplos de nuestras superengrasadas relaciones con los íncolas, aunque ambos los tenemos por cientos, pero recordaré que el paseo que sale en la foto que insertas en tu última entrada en el blog lleva, por decisión de un ayuntamiento de Eusko Alkartasuna, el nombre del abuelo de Paloma y mío (Cárdenas pasealekua) y, aun siendo una pandilla de hijos de puta, el ayuntamiento de Alternatiba (Bildu) lo ha mantenido.
No voy a claudicar (ni creo que tú tampoco) porque una catervade politicastros tabernarios (me ha encantado eso) tengan aquello hecho unos zorros desde el punto de vista de la moral humana y ciudadana. Es mi tierra y es mi gente. Aquí juego en casa. Yo también tengo un muerto propio con un tiro en la cabeza en la calle Bravo Murillo (en Madrid hay más muertos por ETA que en todo el País Vasco), pero con 18 años, en la facultad me llamaban «El vasco» y aún así hoy, con orgullo, me siento.
Lamento más de lo que él pudiera creer la visión unidireccional de A.B. sobre su tierra. Diré que le comprendo perfectamente pero el País Vasco es uno de los objetos de estudio más polifacético, caleidoscópico y protéico que conozco. En mi opinión, habiendo leído con auténtica devoción los preciosos párrafos de A.B., no tengo más remedio que decirte que tal vez el suyo no sea el único punto de vista.
Yo no sé lo que pueden interpretar los demás cuando lo digo, pero sí sé que me sale del corazón. ¡Gora Deba!
Canel
Querido Canel:
He tardado en contestarte a la espera de que, además de la de Juaco, pudiese llegar alguna otra reacción del “clan Cárdenas” a una entrada tan familiar y escrita, por si fuera poco, por un “político”. Pasa el tiempo y compruebo que nadie ha dicho nada más, probablemente porque tu comentario, tan bien escrito y tan inteligente, como siempre, dejaba las cosas claras y ayudaba a entender mi pasión por Deba o, al menos, la situaba en el contexto adecuado.
Gracias Canel: siempre confío en ti y nunca me fallas. Lo mismo que Álvaro Bermejo, presente también en esta entrada, tú eres para mi una “autoridad” en las cuestiones vascas y me complace veros ahora a los dos juntos alrededor de este blog. Es unn honor, en definitiva, para mí y para mis lectores.
Gracias, Antonio por el homenaje a mi abuelo, pero la que de verdad eligió fué su bisabuela Águeda Montoto y Silva, viuda de Padilla veinte años antes de que aquél naciera,cuando decidió comprar la casa de Ifarkale.
Gracias Juaco,
Conocía la existencia de Ifarkale e incluso llegué a visitar la casa en alguna ocasión, no sé si estando allí vosotros o los Cárdenas Gallego. Era consciente por ello de que la “elección” de Deba por vuestra familia no venía del abuelo Manolo, pero desconocía quien había sido el “culpable” de tan feliz y acertada decisión. A partir de ahora colocaré a la bisabuela Águeda en el altar que se merece y en ella pensaré también en mis plácidas tardes en la terraza de Ave María.
Pero con quien seguiré conversando sobre todo en esos momentos mágicos del atardecer debarra será con vuestro abuelo Manolo. Por azares del destino y, desde luego, por generosidad familiar, he pasado ya más veranos que él mismo en la casa que soñó, proyectó y construyó en Deba. Lo imagino con frecuencia sentado junto a mí y dejo volar mi fantasía en largos diálogos con él sobre la vida y el destino. No sé tanto de él como me gustaría y echo de menos, debo de confesártelo, que algún miembro de la familia, tú mismo o Canel o alguno de mis cuñados, conocedores a fondo de la historia familiar, dejarais algún testimonio escrito sobre su vida y milagros.
En cualquier caso, gracias por tu información. No te quepa duda de que si la providencia dispone que el verano que viene vuelva a Ave María recordaré con agradecimiento a vuestra bisabuela Agueda por elegir Deba “entre los pueblos costeros bonitos” como aconseja la canción Debako Herriari que encabeza esta entrada.
Querido Antonio:
en ningún momento he pretendido otra cosa que ofrecerte mi opinión personal sobre la cuestión que planteas, sin ninguna voluntad de sentar cátedra, menos aun de convencer a nadie. Entiendo perfectamente tu postura, la de Canel, la de todo el mundo, pero, también a riesgo de seguir polemizando, te invito a aplicar la misma vara de medir a otras cuestiones que conoces tanto o más que los bullicios debatarras. Pongamos como ejemplo el parque natural de Guadarrama. A tu juicio, ¿tiene el mismo peso el criterio de un visitante ocasional, el de un simpático dominguero, el de un espumante triturador de sendas en quad o en mountainbike, etc, etc, etc, que el de un aborigen del biotopo que lo conoce a fondo, hasta sus raíces, hasta sus fuentes? Seguro que sí, no me cabe duda de que es exactamente eso en lo que piensas, o lo que deberías pensar, solo por ser consecuente. Yo discrepo: apenas conozco Guadarrama y no me duelen prendas en reconocer que la opinión de los verdaderos guadarramistas, los que verdaderamente conocen el parque, su idiosincrasia y sus problemas, vale cien veces más que la mía. Y hasta me avergüenzo un poco cuando me dices que el camino Schmidt es algo así como la bulliciosa la Gran Vía. Claro que, si tú me lo pides, puedo gritar ahora mismo “Gora el Camino Schmidt”, y seguro que tus vecinos de Deba lo celebrarán.
Dicho todo lo cual, me gustaría añadir un breve comentario a lo que apuntas acerca del dolor. “Dificulta la percepción ajustada de la realidad”, dices. Totalmente de acuerdo. Sucede cuando entran en juego nuestras emociones, sean dolorosas o festivas. Te pondré otro ejemplo: ¿qué opinión podría hacerse de la España de Franco -del San Sebastián de la Dictadura-, cualquiera de los insignes visitantes que veraneaban en el Hotel de Londres, comían en Nicolasa y cenaban en Gudamendi, viendo los maravillosos fuegos artificiales sobre la playa de la Concha? ¿Había gente que sufría entonces? Y, de haberla, ¿qué crees que pensarían qué crees que sentirían si les dijeran que su dolor “dificulta una percepción ajustada de la realidad”? Hoy, en el País Vasco, hay millares -millares, Antonio-, millares de víctimas de otra dictadura, que, en mi opinión, tienen una perspectiva , no solo muy ajustada, sino absolutamente respetable, de la realidad que les ha tocado vivir. Yo estoy y estaré siempre con ellos, pero, aunque parezca una contradicción, no escribo ni escribiré jamás desde otro punto de vista que no sea el mío. No escribo desde el dolor, sino desde el conocimiento de causa. No creo haberme dejado llevar por las emociones en mi comentario, sino por razones objetivas, palmarias y constatables que, si llega el caso, te animo a rebatir, una por una, racional y desapasionadamente.
Con un fuerte abrazo
AB
Gracias Álvaro por tu comentario a mi comentario. Te contesto aquí porque no quiero llenar el blog de mi. Bastante con aguantar mis entradas. Me da miedo que si tu y yo, tu en el País Vasco y yo en el Guadarrama, compartimos tus opiniones podríamos llega a defender el sufragio censitario y eso habría de sentarle muy, pero que muy mal, a la bella Maribel. Como no queremos que eso pase de ninguna forma, pues nos vamos el miercoles a los Renoir a disfrutar como enanos con Sacro Gra….Ahora bien como tu has estado en la Toscana y habrás venido con un italiano de p.m. disfrutarás m´s que yo…Antonio no seas malo. abrazos antonio el malo
Date: Mon, 22 Sep 2014 09:01:56 +0000 To: asdemiera@hotmail.com