“Es tirano fuero injusto, dar a la razón de Estado, jurisdicción sobre el gusto”
Gracián
Conocí a Norman Foster con motivo de la entrega del Premio Internacional Puente de Alcántara a la Torre de Collserola que el arquitecto británico había construido en Barcelona en los fastos del 92. Para recibir personalmente el Premio, Foster llegó directamente de Londres al aeropuerto de Badajoz, pilotando su propio avión. Desde allí, viajamos juntos en coche hasta Alcántara. Tuve la impresión de que el salto, en poco más de una hora, entre el bullicio de la City y la soledad de las llanuras que recorríamos hasta llegar a Alcántara le había dejado anonadado. Pero cuando realmente comprobé que no salía de su asombro fue cuando entramos al convento de San Benito y llegamos al claustro: “That is unbelievable”, exclamó. En el puente romano nos pasamos más de una hora y me quedé con la sensación de que nunca lo olvidará. Entre otras razones, y esto entra ya en el plano sentimental –que cuenta, y mucho-, porque gracias a él, al Puente Romano y al Premio que se le concedió, Norman Foster conoció a la que, desde pocos meses después de aquella visita, es su mujer. La emoción artística se cruzó inesperadamente con la fibra sentimental. El azar produce circunstancias que pueden parecernos “increíbles”.
Ese fue el comienzo de mi contacto con Foster y de Foster con Madrid. La cosa fue bien, muy bien, y parecía lógico que tuviera continuación. A Foster le dejó “huella” aquel viaje, quedó atrapado, podríamos decir con un deje humor y de ironía. La historia siguió cuando organizamos en Madrid la primera exposición de su obra en nuestra ciudad y en una cena en la Cámara de Comercio le presenté al alcalde Álvarez del Manzano. En aquella cena dio comienzo, no me cabe duda alguna, el idilio entre Madrid y Foster que la relación con Elena Ochoa contribuiría a consolidar.
Así suceden las cosas. Foster quedó deslumbrado: las circunstancias lo favorecieron y yo modestamente, me hice “fosteriano”. Aquello tampoco tenía mucho mérito: él ya era considerado entonces un gran maestro de la arquitectura moderna. Pero alguna medalla nos podíamos colgar: el acercamiento de Foster podría tener sus réditos para Madrid, para España.
Ahora, en estos días, me entero de que una Comisión urbanística, en la que el 80 % de los miembros son “políticos” y el representante del Colegio de Arquitectos tiene voz pero no voto, puede dejar a Madrid sin la Fundación que Foster tiene proyectado constituir en nuestra ciudad y ello personalmente me sienta como un tiro. Después de lo que llevo dicho espero que se me entienda.
Prefiero no hablar de los garabatos que, según se dice, se permitió hacer Norberto Rodríguez, un arquitecto del que no se conoce ningún edificio relevante, sobre los planos de Foster. Suena feo pero no es nada, me parece a mí, comparado con el hecho de que una Comisión que decide sobre arquitectura esté plagada de directores generales nombrados a dedo y alejados muchos de ellos del mundo de Vitruvio.
Bueno, el caso es que según se nos dice Foster se podría llevar a Nueva York, o a donde quiera que sea, un centro que sería de tanta importancia cultural y social para Madrid. Habrá quien piense, si finalmente fuese así, que la culpa sería de la soberbia de Foster. Pero eso solo lo puede pensar, con muy mala intención, gente que no le conoce. Porque Foster es una persona tímida, prudente y perfeccionista, es justo lo contrario de una persona soberbia y engreída. Además, si actuase de esa forma en el pecado acabaría llevando la penitencia: porque no olvidemos que lo que quiere construir Foster es su propia Fundación, un ejemplo de su visión de la arquitectura y de su obra. ¿No deberíamos de dejarle un margen de libertad para hacerlo?
De siempre he “sabido” que las oportunidades hay que aprovecharlas al vuelo, que el riesgo puede ser mayor si te quedas quieto, varado en la mediocridad y en la ignorancia, que el genio puede ser caprichoso, arbitrario si se quiere, que puede desbarrar, pero es también una ocasión para arrancarnos las costuras que nos aprietan. Siempre he sabido que las “ordenanzas” son necesarias, sí, una referencia para no perdernos, y también que hay que saltárselas cuando es evidente. Los maestros ponen reglas que los discípulos más aventajados acaban rompiendo. El caso es que ahora no estamos hablando de un joven genio sino de un maestro reconocido mundialmente. Eso es lo verdaderamente asombroso de este asunto…
Porque la creación de la Fundación Foster en el palacio de la calle de Montesquinza sería, según me parece a mí –más allá mis filias personales-, la culminación de esa buena sintonía entre el arquitecto británico y nuestra ciudad. Y sería un verdadero dislate que los garabatos de Norberto, la rigidez de las ordenanzas, o la caprichosa decisión de una comisión ignara, acabasen echando por tierra el proyecto de Fundación Foster en Madrid.
Muy bien dicho y escrito, Antonio. Mis felicitaciones con un fuerte abrazo. Luis Suárez Migoyo.
comentario de Quique Perea
Querido Antonio:
Muchas gracias por tus interesantes artículos, reflejo y análisis de la realidad en que vivimos y en especial, por lo que me toca
profesionalmente, de este último sobre la Fundación Foster.
Siempre, en este Pais nuestro, hemos tenido que soportar las llamadas “Comisiones de Cultura o Patrimonio”, constituidas en su mayoría
por funcionarios, políticos y “pseudoprofesionales de despacho”, obsesionados por el cumplimiento de normativas y leyes hechas
por “leguleyos de despacho”……..como tantas normativas y leyes que se hacen, para “quedar bien”, los políticos de turno que luego
no las cumple nadie por rigidas o absurdas – como ejemplo exigir casco para bicicleta de paseo por ciudad, no de uso deportivo -.
Yo mismo sufrí estas consecuencias cuando con mi compañero Gabiél Ruíz Cabrero, ganamos el concurso para construir
la sede del Colegio de Arquitectos en Sevilla y la “Comisión de Patrimonio de Andalucía” con arquitectos como Manzano y
su padrino Chueca Goitia (Director General de Ballas Artes), lo tuvieron bloqueado durante dos años, hasta que llegó Dionisio
Hernandez Gil (que tu conoces bien) a la Dirección General y lo primero que hizo fué aprobar nuestro proyecto, que gracias a ello
pudo ser construido y que ahí está para la historia de la Arquitectura.
Animo para seguir y ya sabes donde estamos los Montañeros Asturianos para lo que nos quieras y necesites.
Un fuerte abrazo.
Kike.
Clamoroso en el fondo, maravilloso en la forma, Antonio. Cada día me recuerdas más al Jovellanos de Goya. de adolescente, cuando vi ese cuadro por primera vez, no dejaba de preguntarme: ¿Y de qué está tan cansado éste? Desde luego, parecía eso y mucho más: cansado, pero también abatido, casi ausente de tan descorazonado. Fui entendiéndolo con el tiempo. la Ilustración en España fue una empresa baldía, tarea quijotesca sembrada de molinos de viento que eran verdaderos gigantes. Siempre te digo que escribo, como decía Dickens, para los pocos felices, esos “happy fews” que cada vez son menos. El escándalo que sacas a la luz -yo al menos no tenía ni idea-, refuerza la dolorosa tesis de que este país, el país de Larra, sigue padeciendo el mismo cáncer tardocastizo y anti-ilustrado. Subsisten, ciertamente, unos cuantos happy fews entre los que te incluyo. Nos queda la palabra, decía el poeta, nos queda la palabra y poco más. Porque, ¿qué más podemos hacer? Esta pregunta se abraza a otra, a otro por qué. ¿Por qué las cúpulas dirigentes de este país, sus oligarquías económicas y políticas, los grandes partidos y los pequeños, comulgan de una manera tan unánime como estruendosa en la aversión a la inteligencia, a la cultura, a la perspicacia, a la altura de miras? Conozco decenas de profesionales algo más que brillantes en todas las formas de la creación y del pensamiento que han tenido que emigrar y siguen emigrando, forzados por el “cul de sac” que nos ocupa a todas las escalas desde hace décadas. No pasa nada, gobiernos e instituciones rubrican felices nuestra condenación a convertirnos en un país de camareros, con mucho Master Chef y ocho apellidos vascos. Tal vez el rechazo a la Fundación Foster sea lo mejor que pueda sucederle a Foster, por más que sea una pésima noticia para nosotros. No escribiré: nos lo merecemos. Pero, sinceramente, creo que deberíamos hacer algo más que lamentarnos. Jovellanos nos sigue mirando desde su lienzo. el nuestro ya tiene un espacio reservado en la versión virtual de la Quinta del Sordo.
comentario enviado por Antonio Vazquez
En mi modesta opinión también existe un ecologismo del patrimonio histórico-artístico y, como tuve ocasión de decirte en Santander en respuesta a tu duda sobre tu identidad, tu eres un ecologista. Y cuando te lo dije no lo hice desde una posición de rechazo de la ecología, sino desde su profunda valoración, de la que he dado alguna prueba en mi vida privada. También existen ecologistas de derechas y hasta puede que alguno sea radical y fanático, lo que no es mi caso
Yo también admiro a Foster y su arquitectura y también me gustaría que Madrid albergara grandes edificios de Foster y fuera la sede de su Fundación, pero no me gustaría que ese fin deseado se consiguiera por el medio de saltarse a la torera las normas que, nos gusten o no, rigen la protección del patrimonio histórico-artístico de la ciudad. Puede que esas normas, incluyendo el catálogo, no nos gusten y que sea conveniente modificarlas (mi familia y yo somos víctimas de ellas). Pero mientras eso no se haga, y yo deseo que se haga, las normas deben respetarse.
Para mí este es un caso paradigmático de cómo reacciona la sociedad española ante ciertos hechos según quien sea el protagonista de los mismos. Si la propuesta realizada por Foster para el palacete de Montesquinza la hubiera realizado otro propietario perteneciente a lo que podríamos llamar la “beautifull people”, financieros y grandes empresarios incluidos, y se la hubieran aceptado, el rechazo de la opinión pública hubiera sido total y las descalificaciones a las comisiones y autoridades involucradas tendría un tono bastante más destemplado que las que a tu juicio se merecen
Me sorprende que te parezca extraño que una comisión pública encargada de decidir sobre si una concreta propuesta resulta respetuosa con las normas de protección del patrimonio esté formada en su 80 % por lo que llamas “políticos” y que el representante del Colegio de Arquitectos tenga voz pero no voto. No se trata de una comisión encargada de otorgar un premio de arquitectura, sino de vigilar por el cumplimiento de las normas existentes y determinar si un determinado proyecto cumple o no con esas normas. Por eso no me parece apropiado decir que “una comisión urbanística” puede dejar a Madrid sin la fundación que Foster tiene pensado construir.
Te ruego disculpes esta suerte de “corrección fraterna” guiada por el enorme respeto y cariño que te tengo y que me encantaría no achaques a mi ser de derechas.
Cualquier día seguiremos hablando de este asunto.
Un fuerte abrazo