Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera

“Todos los demás son culpables, salvo yo”.

Celine

 

La tentación de la inocencia está muy extendida y puede llegar a ser muy peligrosa. Dice Bruckner que, junto con el victimismo, se ha convertido en una de las patologías más acusadas del individuo contemporáneo. Tiene su raíz en la creencia de que si no infrinjo las normas básicas de la convivencia y no me siento por lo tanto culpable, soy inocente. En mis tiempos de Fundaciones tiré con frecuencia de esta tentación para explicar la actitud de aquellos que piensan que cumplidas sus obligaciones fiscales pueden olvidarse de cualquier otro deber de solidaridad y la utilicé también en mis tiempos del Guadarrama –en esos tiempos sigo todavía- para dar un tirón de orejas a aquellos que piensan que la responsabilidad de los males que aquejan a la Sierra, que son muchos, es siempre de los políticos, o de los que no firman el Acuerdo de Kioto u otros Acuerdos, o de los Ayuntamientos o de la Comunidad, es decir de los otros, siempre de los otros, da igual de quien se trate. Tendemos a ser muy exigentes, muy rigurosos, con los comportamientos de los demás y muy compresivos con los nuestros. Con más frecuencia de la debida nos dejamos llevar por esa tentación de la inocencia: no sabíamos, no podíamos… Reacción infantil que nos deja como ciudadanos incompletos, ciudadanos de segunda. Los derechos van con las obligaciones, un gran poder, como se decía en el comic de superhéroes, conlleva una gran responsabilidad.

Me venían a la cabeza estas consideraciones que tenía ya medio olvidadas, en la presentación del Informe de Energía y Sostenibilidad en España 2013 que tuvo lugar la semana pasada en la Universidad de Comillas. Las cosas no pintan bien, nos vino a decir el profesor Linares, actual vicerrector de esta Universidad: a pesar de que baja el consumo final de energía, fundamentalmente a causa de la crisis, las emisiones de CO2, la dependencia energética y los costos de suministro han aumentado. O sea, malas noticias para nuestro planeta y, sobre todo, para los humanos que lo habitamos.

En la segunda parte de la presentación, Ignacio Pérez Arriaga profesor de Comillas y del MIT, se refirió, si no le entendí mal, a la causa más inmediata de lo que estaba pasando: era la política energética del gobierno la que había producido tan indeseables resultados. Una vez más el gobierno era el culpable. Ya lo decían hace muchos años Tip y Coll: la próxima semana hablaremos del gobierno. Este gobierno y todos los gobiernos tienen poder, muchas responsabilidades, muchas culpas…. Sí, pero no todas, y no en todo, pensaba yo.

Al escuchar aquello se me volvió a encender la lucecita de alarma de la tentación de la inocencia: ¿y las empresas qué?, ¿y los ciudadanos qué? Parecía que no se les tenía en cuenta en aquel Observatorio, parecía que no interesaba lo que hacían o dejaban de hacer cuando resulta que en España las familias consumimos más del 40% de la energía y emitimos incluso más CO2. El profesor Pérez Arriaga dio recomendaciones muy bien fundadas al gobierno, pero eché de menos que nos las diera también a los ciudadanos: así lo dije en el coloquio y creo que me entendió.

Espero tener ocasión de explicarle algún día las razones de mi preocupación. Tienen que ver con la tentación de la inocencia que da título a esta entrada; porque la tendencia a la pasividad que resulta de esa peligrosa tendencia a mirar para otro lado y atribuir la culpa de todos los problemas y de todos los males a los demás, se puede ver reforzada si no recibimos señales que nos recuerden nuestras obligaciones y nuestras responsabilidades. De lo que estábamos hablando en definitiva en la universidad  de Comillas era de la conservación del planeta y es ese  un asunto que nos concierne a todos y empieza por nuestra propia casa. Leemos en un reportaje aparecido estos días en El País que el impacto del cambio climático se nota ya en todo el mundo y que si no se toman las medidas oportunas los éxodos, los conflictos y la pobreza crecerán de forma alarmante en los próximos años. Los gobiernos tienen por supuesto una gran responsabilidad ante asunto tan crucial, pero los ciudadanos no podemos quedarnos cruzados de brazos. Por eso creo que el Observatorio de Comillas y todos los observatorios nos lo tienen que hacer ver y recordar continuamente. Para que no nos olvidemos de ello, para que no caigamos en la tentación de la inocencia.