Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera

La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.

Miguel de Cervantes

Pues sí, yo también voy a echar mi cuarto de espadas  sobre el célebre falso documental que emitió la Sexta hace dos domingos. No sé a quien le puede interesar mi opinión  después de todo lo que ya se ha dicho, pero me pide el cuerpo decir algo al respecto, especialmente sobre un asunto que creo ha sido poco tratado.

Mi hija Ana es una gran admiradora de Évole (otros hijos míos no lo soportan, todo hay que decirlo) y nos tiene sobre aviso de sus programas: “no os perdáis el de Operación Palace”, nos dijo, y, naturalmente, no nos lo perdimos. Cuando me acerqué a verlo estaba hablando Federico Mayor a quien conozco desde hace ya muchos años: los dos somos mayorcitos, aunque él está, me parece a mí, más “joven”, y ese día, en el documental, le vi muy bien. Iba como un “pincho” y hablaba con el aplomo de siempre. Estaba yo en esas de “¡pero mira que bien está Federico!” cuando le escucho decir algo que me deja estupefacto: ¿pero  qué está diciendo este hombre?

No perderé tiempo en explicarlo porque creo que ya todo (o casi) el mundo lo sabe. Se refería a la planificación del asalto al Congreso del 23F en una reunión en el Hotel Palace de Madrid (#OperaciónPalace) a la que asistieron representantes de la Casa del Rey, del Ejército y de los partidos políticos. Una auténtica bomba que, en principio, desconcertaba al más pintado. No me lo podía creer, me quedé atónito. Todos estos años habían sido fruto de una mascarada. Ni por un minuto pasó ni por mi imaginación que Federico Mayor nos estuviera mintiendo. Pero, de hecho, lo estaba haciendo, como todos los que intervenían en el documental: políticos, periodistas, historiadores. Para no creérselo…

Pero yo me lo creí; debo de reconocer que me tragué lo que decía mi amigo Federico y lo que dijeron todos los demás. Y no me indigné al saber que todo era pura ficción, como se indignó, por ejemplo, mi  yerno que escribió inmediatamente un tuit “dándose de baja” en Salvados. Yo no me indigné, pero hubo algo que me intrigó desde el principio y sobre lo que ahora hablaré: ¿porqué habían aceptado los políticos entrar en aquel juego?  Me parecía una cuestión de cierta importancia y que ha merecido a mi juicio poca atención.

Creo que exageran la nota  quienes se han enfadado con Jordi Évole. Es un periodista con muchos seguidores, que trabaja en una televisión comercial y que tuvo una idea original. Logró captar la atención de 5.2 millones de telespectadores,  su programa tuvo un 23,9% de share y al final no engañó a nadie. No era eso lo que pretendía, según ha declarado, sino provocar la crítica y la reflexión, algo que, evidentemente, ha logrado con creces. No veo por todo ello, ya lo decía, razón alguna para enfadarse con Évole ni con la Sexta. Estaban en lo suyo. De enfadarse con alguien, y conste que no veo tampoco razones para hacerlo, habría que dirigir la mirada al grupo de políticos y periodistas que se prestaron a entrar en el juego y  hacer creíble el falso documental.  Su presencia fue esencial para que las mentiras tuvieran todo el aspecto de ser verdades. ¿Qué les movió a participar en aquel fake?; ¿cómo lograron convencerles, que les dijeron, que les ofrecieron? ¿Sabían a lo que se exponían?, ¿pensaron en esa cuestión del quid prodest que no deja de tener su importancia en asuntos como éste?

Me intrigaban estas cuestiones y además, ya lo dije, me parecían importantes. Decidí ir directamente al grano y ayer mismo dejé un recado en  la Fundación  Cultura de  Paz  para hablar con Federico Mayor que es su presidente. Pronto se puso en contacto conmigo. Es un hombre extremadamente amable y generoso y tiene un concepto de la política muy diferente al de los políticos tradicionales. Claro que sabía a lo que se exponía me contestó con rápidez,  y aceptó porque pensaba que el programa tendría un efecto pedagógico muy positivo: ayudaría a la gente a reflexionar. No le extrañaba  que las dudas sobre el 23F hubieran aumentado  como consecuencia del documental ( ver Antonio Elorza en El País y García Montero en Público); era algo esperado, me dijo. Y me dijo también algo que yo no esperaba: que confiaba en que su difusión contribuyera a que se abrieran de una vez los archivos a los que no se puede todavía hoy acceder. En resumen: lo tenía muy claro y no le pesa – sino todo lo contrario- haber participado en el programa. Cree que a los otros participantes tampoco.

En parte, ya tenía respuesta a mis preguntas. Évole tuvo una idea y encontró los colaboradores que necesitaba para llevarla a cabo, para dar credibilidad a algo que no era mas que una ficción. Tengo la impresion de que todos, unos por unas razones y otros por otras, sabían a donde querian llegar. Y probablemente llegaron.