La era está pariendo un corazón,
no puede más, se muere de dolor
y hay que acudir corriendo
pues se cae el porvenir…
Silvio Rodríguez
Aún quedan hombres buenos. Siempre los ha habido. Están dentro de cada uno de nosotros. Ahora, cuando todo parece desmoronarse a nuestro alrededor, desconfiamos de todo y de todos y tendemos a creer a pies juntillas que el hombre es un lobo para el hombre. Es comprensible: hasta cierto punto. Dudamos. Es bueno dudar. Ahora nos puede parecer que sólo conseguimos dar lo peor de nosotros mismos. Podemos creer que todo lo que nos rodea está contaminado. Nos engañamos, de este modo, tanto como cuando antes creíamos que esto era jauja. Porque todavía hay hombres de buena fe, capaces y entregados: no es una ilusión, es real. Ya lo decía Camus en “La peste”, aquel libro que leímos y releímos todos los de mi quinta y que ahora me temo que ya no lee nadie. Decía Camus que hay en el hombre más cosas dignas de admiración y de respeto que de desprecio. Tenemos que creer en eso que dice Camus y en lo que nos muestra continuamente la vida diaria sin que a veces lo veamos: hay hombres honestos en la política, en la empresa, en el mundo del trabajo, en el periodismo, en la administración pública… Y conviene tener muy presente, además, que para ser buenos hay que ser más inteligentes que para ser malos. Tenemos buenos ejemplos de ello, nos rodean, nos envuelven sin que apenas nos demos cuenta. La bondad no es una tontería. Lo que sí es una tontería, pienso yo, es entrar en esa corriente tan actual de la maldad y la corrupción universal.
Toda esta especie de sermón que os estoy dando viene a propósito del libro que acaba de aparecer sobre mi inolvidable amigo Paco Guijarro editado por el CEU. Sus hijos Francis y Paco, que saben la admiración y el respeto que siempre he sentido por su padre, me lo quisieron entregar en mano y quedamos hace unos días para desayunar en el Wellington. Ni que decir tiene que me emocioné al tener el libro en mis manos. Quería y admiraba mucho a Guijarro y sí, me emocioné. Lo han titulado: “Pasión por la Sociedad Civil”, no está mal, pero como les comenté, también se podía haber titulado: “Pasión por todo” o todavía mejor: “Un ejemplo de hombre bueno inteligente y capaz al servicio de la sociedad española”. Muy largo probablemente este último, pero eso es lo que fue Paco Guijarro durante toda su vida: “un hombre dispuesto a ayudar a la gente y con la mirada siempre por delante incluso de su propia perspectiva vital, (…) un buen servidor del Estado en la solidaridad fiscal, y un buen servidor de la sociedad en la solidaridad voluntaria…”. Esto es lo que dije de mi gran amigo y maestro en la necrológica que publiqué en El País pocos días después de su muerte. Era efectivamente un hombre bueno, generoso, inteligente, uno de esos buenos ejemplos que deberían ser nuestra referencia para muchas cosas. Guijarro, que nos dejó hace ya unos cuantos años, merecía un libro que recordara y pusiera en valor su figura cívica, su calidad humana.
Hace algunas entradas de este blog, Teresa G Cárdenas publicó un comentario a mi “Doña Manolita”en el que decía que siempre que hablamos de políticos pensamos en el concejal corrupto, el ministro incompetente o el alto cargo trepa. “A lo mejor no estaría de más que habláramos también de la gente que hemos conocido, y conocemos, trabajando en la administración pública, que han hecho y hacen bien su trabajo, y son honestos y capaces. Me aburre la desconfianza general que existe en este país. En muchos casos injustificada, además de inútil”. Eso me dice Teresa y estoy totalmente de acuerdo con ella. No podemos caer en la trampa, porque es una trampa y peligrosa, de la descalificación generalizada de la clase política. Necesitamos a los políticos porque necesitamos al Estado. Y sin políticos y sin Estado volveríamos a la barbarie. Afortunadamente hay políticos honrados. En definitiva, la gente y los políticos somos los mismos, nacemos del mismo caldo. Esas diferencias entre Estado y Sociedad respecto a la corrupción no responden a la realidad. Unas veces estamos en un lado y otras en otro. Si la sociedad no está sana el mal llega a la política y se agrava por el abuso del poder. Pero, insisto, no nos equivoquemos: Hay muchos “Guijarros” por el mundo aunque se les vea poco. Pero están ahí. Siempre están ahí.
Que emocionante tus palabras sobre mi padre . El paso contigo unos años llenos de riqueza y creación . Las fundaciones fueron una parte importantísima en su vida y tu siempre estuviste ahí . Gracias Antonio sabes como te queremos en casa
Tienes razón Antonio, existen “algunos hombres buenos”, tan sólo hay que buscarles y darles a conocer. Hermosas tus palabras!!!
Hermoso artículo por lo que tiene de loa a los hombres buenos. Lástima que en estos tiempos cínicos tengamos que seguir buscándolos como Diógenes con su linterna a plena luz. Pero no nos queda otra. O eso o sucumbir al lúcido decadentismo de Jep Gambardella, el protagonista de La Gran Belleza. ¿Qué fue de ella? Más allá de esa Roma decadente que es un espejo del conjunto de la sociedad occidental, solo podemos encontrarla en esos pocos “happy few” de los que hablaba Dickens. Los pocos hombres buenos brillan entre la medianía general precisamente por eso, porque son excepcionales. Diez hombres justos hubieran bastado para salvar a Sodoma. Con un poco de ironía, digamos que ya solo nos faltan nueve para salvar Madrid.
El problema no es buscar personas excelentes, que las hay de sobra, sino qué les decimos cuando las encontremos. Por ejemplo: ¿Tú, que eres bueno, anímate y salta en medio de la jauría?
Las personas buenas no aparecen en la vida política por generación espontánea, sino cuando las condiciones del entorno son las adecuadas, como en la vida. Mientras el entorno, el caldo que dices, sea de alaridos, bronca partidista, sectarismo, demagogia, mentiras, “escraches”, descalificaciones, acusaciones impunes, persecuciones mediáticas y sospechas permanentes tendremos que buscar a los excelentes no con linterna sino con lazo.
No protestes si en tu rebaño no hay otra cosa que camellos y prueba a criarlos fuera del desierto.
¡Me quito el sombrero!
¡Qué gusto que haya hombres buenos, y además inteligentes y constructivos como Don Francisco Guijarro y como Antonio, el autor de este blog! En un país en el que perdemos la memoria de nuestra historia cainita y en el que es tan difícil discutir y llegar a acuerdos que redunden en el bien colectivo sois tremendamente necesarios. ¡Gracias!