Allende Guadarrama

Un blog de Antonio Sáenz de Miera

“No pido riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda; todo lo que pido es el cielo sobre mí y un camino a mis pies.” R.L. Stevenson. 

 

 

Publicado en Abc el 19 de febrero de 2014

 

 

Parece que el potente lobby de los cazadores y de los cotos de caza puede estar metiendo al ministro Cañete en un charco innecesario y peligroso. Como el ministro es hombre prudente y sagaz, es muy probable que finalmente no caiga en la trampa, pero en esto de la política nunca se sabe.

 

Las relaciones entre senderistas y cazadores, reguladas en cierto modo por la Ley de Caza de 1970, son más bien delicadas. Nadie pone en duda que los cazadores tienen sus derechos pero conviene saber que, a los senderistas, que también tienen sus derechos y, además, no llevan escopeta, se les ponen los pelos de punta cuando oyen tiros y no saben bien de dónde vienen. Sea como fuere, mal que bien, y con algunos sustos de por medio, los miedos y los recelos se han ido superando y el statu quo actual entre senderistas y cazadores está funcionando razonablemente bien. Cada quien contempla y disfruta de la Sierra de forma diferente. Hay un cierto nivel de respeto y de tolerancia mutuos, como no puede ser de otra forma.

Así las cosas, como digo, se otea en el horizonte una inquietante iniciativa legal por la que, al parecer, se prohibiría a los senderistas el uso de los montes públicos en las épocas de caza. Nada más y nada menos. Ya no habría problema de miedos ni peligros: muerto el perro se acabó la rabia. Los senderistas e casa  los fines de semana y los cazadores a pegar tiros a sus anchas. Un verdadero disparate.

Nadie se puede extrañar de que, ante tamaño desaguisado, se haya producido una amplia rebelión entre determinados avisados senderistas. Se nos puede decir que nos ponemos la venda antes de tener la herida. Sí, es cierto, pero digo yo que más vale prevenir que curar. Mejor poner el grito en el cielo antes de que nos pongan a tiro.