“Y el Espejo le dijo al Príncipe:
Cuanto más alto sea vuestro genio
Y mayor vuestra fama
En el gran teatro del mundo
No olvidéis nunca, Señor,
Esta regla de oro de la escena:
No es el personaje quien pertenece al actor
Sino el actor al personaje”
Raoul Lake “Poems at the Mirror”
Cuando nos miramos al espejo no siempre nos reconocemos en lo que vemos. Somos lo que somos, un misterio hasta para nosotros mismos, pero también somos como nos observan los otros. A mi, en particular y para no irme más lejos en mis divagaciones, me gustaría saber como se habrá sentido el Príncipe de Asturias al ver reflejada su figura en el artículo publicado recientemente en Der Spiegel (“El Espejo”) sobre la monarquía española. Todo va mal, se dice en él, las encuestas, la salud del Rey, lo de la Infanta… Todo va mal y el único que puede salvar la situación es el Príncipe. Lo dice un espejo que leen muchos alemanes y, de rebote, muchos europeos.
Imagino que no será la primera vez que le llega algo parecido. Hombres de su confianza, han podido insinuar algo así, en algún momento cuando, las cosas del Rey pintaban mal, pero esto de ahora es diferente. Se dice en uno de los semanarios más prestigioso e influyentes de Europa. Y eso, me da la impresión, ha tenido que hacer pensar a Don Felipe y, por supuesto, también al Rey.
Conocí al Príncipe cuando era todavía un niño en el acto en el que le entregamos una obra escrita para él por un grupo de intelectuales españoles. El Rey dijo entonces cosas importantes y don Felipe, al lado de su madre, le escuchaba con gran atención. El comentario general a la salida de la Zarzuela fue que era “serio y extremadamente atento”. Así lo he seguido viendo siempre en las múltiples ocasiones en las que he estado con él: serio, atento, capaz, con un acusado sentido de la responsabilidad. Sentí pronto un verdadero afecto por él y así se lo hacia saber a mis amigos: es un gran tipo, les decía. No pensaba lo mismo Andrés Rábago, el Roto de El País: “como sabe que soy republicano se ha negado a asistir al acto en el que me han entregado el Premio Francisco Cerezedo y eso no está bien”, me comentó. Me costaba trabajo aceptar lo que me decía, se lo hice saber a Jaime Alfonsín y decidieron proponerle una entrevista con el Príncipe. No digo que saliera de la Zarzuela convertido en un monárquico convencido, tampoco se trataba de eso, pero conseguí que me diera la razón: “un buen tipo, Antonio, sabe escuchar y me ha encantado conocerle”. Estaba seguro que sería así. He tenido oportunidad de hablar con él, con don Felipe, de verlo crecer, de apreciar y reconocer sus gestos de preocupación y de compromiso con lo que representa, con la tarea que le corresponde y sabía que El Roto, un tipo inteligente y abierto, reconocería sus valores.
Aunque tenga tantos derechos, y aún más, que el semanario alemán para dar mi opinión sobre si ha llegado o no el momento del relevo, no voy a hacerlo. No es ese el caso, para mí en este modesto blog. Sí que estoy de acuerdo, en que como dice Der Spiegel, el Príncipe está suficientemente preparado para llegar al trono -hace ya tiempo que lo está- y que su perfil se ajusta bien a lo que ahora necesitamos. Es el feliz emblema de esa nueva generación que está ya empezando a tomar el relevo de las riendas de muchas cosa. Incluso el hecho de que sea menos “campechano” que el Rey, como también se dice en el artículo, pudiera ser una ventaja más. Es diferente al Rey, de otra generación, con otro estilo, con otra forma de simpatía y de acercamiento a los ciudadanos.
Debo de decir que no soy monárquico ni republicano: creo que aquí, ahora, en España, esa no es la cuestión. La cuestión es, a mi modo de ver, cómo consolidar y enriquecer lo construido sobre los cimientos ya existentes. No se trata de reinventar la rueda, ni de descubrir de nuevo el Mediterráneo: basta con dejar que la vida se abra camino.
En “El oficio de unir”, una especie de libro de memorias, decía, y de eso hace ya algún tiempo, que una de las tareas primordiales del Rey, en los tiempos que corren, no era hacer alardes de su recuperación sino sobre todo dar cancha al Príncipe y preparar la sucesión. Al artículo del semanario alemán no hay que darle más relevancia de la que realmente tiene. Sólo que a veces los espejos de fuera nos muestran mejor la realidad que los espejos de dentro. Y su título es tan expresivo como perentorio.
Lampedusa, en “El Gatopardo”,. lo dijo con otras palabras y, tal vez con otro sentido, más cerca de Maquiavelo que del Marqués de Santillana. Pero, en esencia, me temo que lo que está en juego es exactamente lo mismo. Durante el Renacimiento prosperó un género que dio en llamarse “Espejo de Príncipes” . Con la venia de Der Spiegel, creo que era bastante más eficaz que los editoriales de prensa al uso. Uno de ellos, rubricado por el rey Esteban de Hungría, sugiere a su hijo “recibir a los extranjeros y aprender de ellos”. No escribiré que cuando lo escribió estuviera mirando hacia Holanda. Pero casi. Excelente artículo, Antonio. Somos muchos los que pensamos lo mismo.
Gracias Álvaro; aun cuando no siempre te contesto, soy un perezosd, quiero decirte que te has convertido en un elemento esencial en este blog. Siempre estás atento y siempre dices lo que hay que decir.
Gracias en nombre de todos los que te siguen que, aun en este modesto blog, son muchos.
antonio
Me ha parecido muy bueno tu artículo sobre el Principe. Como te debo una llamada, lo comentaremos. Yo también soy muy perezoso para escribir. Abrazos. Emilio Gilolmo
Antonio. Discúlpame porque esto es lo que no se debe hacer en un blog: Poner un texto tan largo.
LA MISMA DISYUNTIVA
Cuando Juan Carlos I accedió a la Jefatura del Estado tuvo que superar una disyuntiva difícil por contradictoria: No quería presentarse como un traidor a quien le había puesto en su cargo. Sin embargo, necesitaba transmitir públicamente que con él iba a venir lo nuevo y que lo nuevo era la democracia real, precisamente, aquella que el anterior régimen denominaba despectivamente “inorgánica”.
El Rey iba a traer el cambio que sus mentores no deseaban que trajera. E iba a hacerlo procurando por todos los medios no desairarlos. Esa fue su difícil disyuntiva.
En contra tenía una Administración cuajada de rocosos franquistas, tal vez no abrumadoramente numerosos pero sí estratégicamente colocados. El segmento más difícil fueron, sin duda, las Fuerzas Armadas.
A favor tuvo el enorme poder heredado para tomar decisiones personales al que después renunciaría, tuvo a la élite económica empresarial del momento y tuvo a una oposición clandestina que lo que quería era alcanzar esa misma democracia que le permitiría participar en política y alcanzar el modelo parlamentario de las democracias europeas.
El pueblo español, más sumiso que el actual, soñaba con un ideal de la Europa democrática, puede que genérico, confuso y mitificado, pero sentido profundamente y no iba a poner ninguna pega a la evolución que el Rey y aquellas élites estaban impulsando.
Si todo hubiera discurrido como parecía previsto, Felipe hubiera accedido al trono en su momento de forma normal, como un acto de continuidad automática. Sin embargo la vida da vueltas, no es sencilla y finalmente todo se ha torcido. Y curiosamente el nuevo entuerto en que se ve España pone a Felipe de Borbón en una disyuntiva endiabladamente parecida a la que tuvo que enfrentar su padre: No puede, absolutamente de ninguna manera, desmerecer la memoria de su antecesor pero necesita presentarse como alguien que trae un tiempo nuevo, de regeneración y refresco de las Instituciones y del funcionamiento de España.
El Príncipe tiene que ser el símbolo de una España que ha de ser diferente a la que sus ciudadanos perciben hoy como deteriorada e insalvable y debe serlo sin desmentir en absoluto a su padre. Precisamente la comprensible cercanía íntima con el Rey impide a Felipe mostrar prisa alguna pero es evidente que una espera prolongada podría hacer que, de continuar la marea de desafección ciudadana, le deje un campo político e institucional tan asolado que ya no tenga oportunidad de ejercer liderazgo alguno sobre nada.
En la difícil tesitura de esperar mientras contempla el deterioro del país tiene en su favor su impecable imagen personal, tiene a las debilitadas direcciones nacionales del PSOE y del PP (no así a sus bases). Tiene a su favor la confianza de su padre, que, sin duda, tratará de enmendar lo que pueda. Y seguramente tiene a su favor la superficialidad de quienes gritan mucho pero no proponen en serio alternativa alguna (ni a la forma de Estado, ni tampoco a la política).
No puedo hablar, porque no lo sé, si la élite económica muestra en este momento actitud alguna sobre el Príncipe o se limita a ocuparse en exclusiva de cómo sale cada uno de ellos de la crisis.
Lo que no tiene es un pueblo sumiso. Eso sí que no. Y tampoco tiene unas élites políticas sólidas, porque no las hay en absoluto. Las actuales se limitan a subirse al carro de la polémica televisiva o al último trending topic de twitter (cuando no a mirar las encuestas y liar un desastre como el de Cataluña)
Tener que ser el adalid de una nueva forma de hacer el país, sin desmerecer a quien te puso ahí parece una condena generacional de la Familia Real. Pero Felipe tendrá que hacerlo si quiere reinar y, sobre todo, si quiere hacerlo con visos de continuidad. No lo tiene fácil.
Gracias Carlos por poner tu inteligenia y tu experienciapolítica “al servicio” de este Blog. Lo que dices me ha hecho pensar mucho y tengo varias reacciones a tus palabras; lo que pasa es qhe los lectores me mandan correos personales pero no se deciden a intervenir en el blog no sé muy bien porqué. Una pena.
abrazos y hasta pronto
Buen artículo el de Antonio.
Aunque creo que Der Spiegel no aporta nada nuevo, coincido en que por “ser quien es,” lo que dice tiene un peso especial; en el New York Times acaba de aparecer un artículo en la misma línea… aunque quizá más negativo.
No puedo dudar que todo eso, y mucho más, llega al Rey y que él pondera y sopesa las posibles opciones, sus pros y sus contras… en cualquier caso, espero y confío que cuando llegue el momento de la entronización de Felipe VI, algunos de los negros nubarrones que hoy enfrían el ambiente se hayan disipado,,de modo que su reinado pueda estrenarse con los menores lastres posibles.
Gracias rafael; tu tienes un buen conocimiento de estos temas y por eso agradezco especialmente tu participación.
AS USUAL, QUITE BRIGHT!!!!!!!!!!! que agudo y directo eres, al pan pan y al vino vino y el que debe venir mejor ahora que mas tarde! Mil bss________________________________________