Volando voy, volando vengo
volando voy, volando vengo
por el camino yo me entretengo.
Camarón de la Isla
Es curioso: ha sido un viejo tranvía el que me ha llevado en volandas al vertiginoso, proceloso e imparable mundo de las redes sociales, no como mero usuario, sino como “activista”. La experiencia me está impresionando tanto que necesito contarla. Y ahí voy.
Fue mi hija Ana la que me animó a entrar en la plataforma Change.org para defender la supervivencia del llamado Tranvía Eléctrico del Guadarrama que está pasando por un mal momento. Había escrito en mi colaboración habitual de Abc un artículo titulado “Un tranvía llamado deseo” en el que relataba los problemas por los que atravesaba el mal llamado funicular a causa del abandono de Renfe y concluía pidiendo ayuda para salvarlo. Al no dar detalles de cómo hacerlo algunos de mis lectores me preguntaban que donde había que firmar pero yo no sabía nada de esas cosas hasta que Ana me sugirió lo de Change.
Nunca me había metido en una “aventura” semejante, pero acepté en seguida ¿porqué no? Si quería mover lo del tranvía era, según me decían, lo mejor y, además, iba a probar algo nuevo para mí. Pues adelante con los faroles, me dije: en no más de tres minutos mi hija me grabó un video, debajo de los abedules en la pradera de mi casa en Cercedilla. Por si alguien quiere pinchar y verlo lo encontrará en este enlace. Y que firme… La causa lo merece. Es probable que sea antieconómica. Tiene un punto de romanticismo, del bueno, del gratuito, del por qué sí, de amor y generosidad hacia el paisaje natural. Lo merece.
No sé qué lo que pensareis del video: me dicen que parece que estoy medio dormido y probablemente sea verdad porque era la hora de la siesta, pero esté yo como esté, ese vídeo ya lo han visto casi cinco mil personas. Algo así era inconcebible hace tan solo unos pocos años: cinco mil personas viéndole y oyéndole a uno sin que por medio hubiera otra cosa que un video casero y una plataforma gratuita.
Otra cosa que me ha dejado perplejo ha sido la facilidad con la que podía enviar mensajes a un montón de gente simplemente con pinchar en no sé donde: “gracias por vuestro apoyo”… “tenemos que seguir luchando”… y otras cosas así, en estilo activista, y al momento, “on line”, todos lo que habían firmado los recibían en sus ordenadores. Sin más, como el que no quiere la cosa. Uno puede decir lo que se le ocurra: su mensaje puede llegar en un instante a miles de personas. Maravilloso sí, pero también inquietante ¿no? Algo nuevo que cambia radicalmente el panorama en todos los aspectos de nuestra vida. Ya sé que no digo nada nuevo, nada que mucho no sepáis ya. Pero quizás no seamos del todo conscientes del cambio que esto supone en la economía, en la política y en la sociedad. Estamos en otra galaxia, para ponernos un poco solemnes…
En este mundo bloguero en el que me he adentrado con toda la pasión de la que soy capaz empiezo a volar hasta donde el viento, mis alas, y los diversos “tranvías” de la vida me acaben llevando. Como cantaba Camarón: “Volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo”. Así es la vida. Vuelo sin motor, sin ataduras, hasta donde sea capaz, y con quien me quiera acompañar. O, tomando palabras de Van Gogh en una de sus últimas cartas, “como en un tren por una estrella”. Esta será también una especie de casa de citas, de citas de mayor o menor autoridad. Citas que sorprendan. Que me digan y nos digan cosas de lo que pasa y de lo que queremos que nos pase. Espero vuestras sugerencias porque quiero también que este sea un lugar donde citarnos, citaros, citarme todas las semanas. Ya me he enredado sin remedio…
Joé, Antonio, qué menos que posar para el video en camiseta de tirantes, en plan Marlon Brando, para hacer honor a Tennesse Williams… O a Napoleón. Aunque sea el Napoleón del Guadarrama. Seguro que sabes que el título de su obra teatral juega con una equivocación. A street car nomed Desire, alude a un distrito de Nueva Orleans llamado “Desirée”, en referencia a la amante del Gran Corso. La buena de Blanche Dubois no estaba muy al tanto y lo interpretó en su sajón colonial como “Deseo”. Pero es lo mismo: el éxito siempre surge de una equivocación.. Y fíjate que yo aun no me he montado en el transalpino de Peñalara, aunque sí soy un monomaniaco de los de Oporto y, por supuesto, del funicular que sube desde Ondarreta hasta el monte Igueldo, en tu-mi-nuestra querida Donostia. Fascinante en cualquier caso el oximoron que propones: defender lo maravillosamente vetusto desde esta maraña de chips de silicio a la que llamamos Internet. Todo un alegato en defensa de la memoria histórica tangible desde los paradigmas de la virtualidad. Acabaremos como Rutger Ahuer en las escena final de Blade Runner: “He visto naves en llamas más allá de las puertas de Orión”. He visto el ferrocarril del Guadarrama, esperemos que nunca en llamas, desde el relaxing coffee de madame Bouteille,
Antonio, has tenido la venturosa iniciativa de casi “obligarme” a entrar en este mundo digital; primer, por la curiosidad de leer tus sabrosos comentarios; segundo, porque en esta cruzada de salvar una tren que mantiene viva la tradición de una tierra también me hallo yo, impulsando el tren que cruza de los andes a a la costa ecuatoriana, que así mismo se dice no es rentable pero que tiene un hondo significado desde la perspectiva de poner en valor nuestro patrimonio ambiental y natural. Sigue en esta tarea de blogero, y ya me están animando a incursionar en este mundo virtual
Paul Velasco
Ecuador